El “secreto sagrado” De la piedad o devoción piadosa ,no consistía tan solo en identificar a Jesús como el Hijo de Dios, sino en definir el papel que se le asignó en el propósito predeterminado de Dios y la revelación y realización de ese propósito a través de Jesucristo.
Tal propósito, que por tanto tiempo había sido un secreto, era “para una administración al límite cabal de los tiempos señalados, a saber: reunir todas las cosas de nuevo en el Cristo, las cosas [que están] en los cielos y las cosas [que están] en la tierra”. (Ef 1:9, 10.)
Uno de los aspectos del “secreto sagrado” cristalizado en Cristo Jesús es que él encabeza un nuevo gobierno celestial, cuyos miembros serán personas (judías y no judías) tomadas de la población de la Tierra, y cuyo dominio abarcará tanto el cielo como la Tierra. En la visión registrada en Daniel 7:13, 14 aparece alguien “como un hijo del hombre” (título que más tarde se aplicó con frecuencia a Cristo: Mt 12:40; 24:30; Lu 17:26; compárese con Rev 14:14) en la corte celestial de Jehová, y se le da “gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él”.
La misma visión, sin embargo, muestra que los “santos del Supremo” también van a compartir con este “hijo del hombre” su reino, gobernación y grandeza. (Da 7:27.) Mientras Jesús estuvo en la Tierra, seleccionó de entre sus discípulos a los primeros de los futuros miembros de ese gobierno del Reino. Después que ‘continuaron con él en sus pruebas’, hizo un pacto con ellos para un reino, orando a su Padre para que los santificase (o los hiciera “santos”) y pidiéndole que ‘donde él estuviera, ellos también estuvieran con él, para que contemplaran su gloria que le había dado’. (Lu 22:28, 29; Jn 17:5, 17, 24.)
Por estar así en unión con Cristo, la congregación cristiana también desempeña su papel en el “secreto sagrado”, como más tarde expresa el apóstol inspirado. (Ef 3:1-11; 5:32; Col 1:26, 27)
Cuando por fin “llegó el límite cabal del tiempo, Dios envió a su Hijo”, y a través de él reveló el significado del “secreto sagrado”, dio la respuesta definitiva a la cuestión que había hecho surgir el adversario de Dios y suministró los medios para redimir a la humanidad obediente del pecado y la muerte gracias al sacrificio de rescate de su Hijo. (Gál 4:4; 1Ti 3:16; Jn 14:30; 16:33; Mt 20:28.)
De este modo Jehová Dios eliminó cualquier incertidumbre o ambigüedad que pudiera haber en la mente de sus siervos con respecto a su propósito. Por eso el apóstol dice que “no importa cuántas sean las promesas de Dios, han llegado a ser Sí mediante [Cristo Jesús]”. (2Co 1:19-22.)