viernes, 30 de junio de 2017

Jesùs dice : “Continúa siguiéndome”


ONCE hombres están de pie juntos en una montaña, con la mirada fija en un personaje por el que sienten gran amor y admiración. Aunque tiene forma humana, en realidad se trata de Jesús resucitado, que vuelve a ser el más poderoso de los hijos espirituales de Jehová. Siguiendo el mandato de su Maestro, los apóstoles se han reunido con él en el monte de los Olivos por última vez.
2 Este monte, que forma parte de una cadena de montañas calizas al otro lado del valle de Cedrón frente a Jerusalén, seguramente le trae a Jesús infinidad de recuerdos. En sus faldas se encuentra la ciudad de Betania, donde resucitó a Lázaro. Hace apenas unas semanas partió desde la cercana Betfagué para hacer su entrada triunfal en Jerusalén. En una de sus laderas está probablemente el jardín de Getsemaní, donde vivió las angustiosas horas previas a su arresto. Ahora, en este mismo monte, se prepara para dejar a sus más íntimos amigos y discípulos. Tras unas amables palabras de despedida, Jesús empieza a elevarse del suelo. Los apóstoles se quedan inmóviles, con la vista fija en su querido Maestro que asciende al cielo; finalmente, una nube lo oculta de su vista y ya no lo ven más (Hechos 1:6-12).
3 ¿Es esta una escena con final agridulce, una triste despedida? En realidad no, pues, como les recuerdan dos ángeles a los apóstoles, la historia de Jesús está lejos de acabar (Hechos 1:10, 11). En muchos sentidos su ascensión a los cielos es solo un comienzo, y la Palabra de Dios no nos deja a oscuras sobre lo que pasó después. ¿Por qué es importante que sepamos qué ha hecho Jesús desde que se fue de la Tierra? Recordemos lo que él le dijo a Pedro: “Continúa siguiéndome” (Juan 21:19, 22). Esta exhortación, que también debemos seguir nosotros, no tiene que ver con una simple decisión tomada en un momento, sino que implica un modo de vida. Por ello es necesario entender qué hace nuestro Amo ahora y qué responsabilidades ha recibido en el cielo.
¿Qué ha hecho Jesús desde que regresó al cielo?
4 Las Escrituras guardan silencio sobre la llegada de Jesús al cielo, el recibimiento que se le brindó y el feliz encuentro con su Padre; no obstante, sí revelaron de antemano lo que ocurriría allí cuando él regresara. Hablan de una ceremonia santa que los judíos presenciaron regularmente por más de mil quinientos años. El sumo sacerdote entraba una vez al año en el Santísimo del templo y rociaba delante del arca del pacto la sangre de los sacrificios ofrecidos el Día de Expiación. Ese día, el sumo sacerdote prefiguraba al Mesías. Jesús cumplió el significado profético de esta ceremonia cuando volvió al cielo. Allí compareció ante la majestuosa presencia de su Padre —el lugar más santo de todo el universo— y le presentó una vez y para siempre el valor de su sacrificio redentor (Hebreos 9:11, 12, 24). ¿Lo aceptó Jehová?
5 Hallamos la respuesta examinando lo que sucedió pocos días después de que Jesús ascendiera al cielo. Unos ciento veinte cristianos estaban reunidos en la habitación superior de una casa de Jerusalén cuando sucedió algo sorprendente: de repente, un ruido como el de una ráfaga de viento llenó el lugar y lenguas como de fuego se posaron sobre sus cabezas. Todos quedaron llenos de espíritu santo y comenzaron a hablar en diversas lenguas (Hechos 2:1-4). Este suceso marcó el nacimiento de una nueva nación, el Israel espiritual, la nueva “raza escogida” y “sacerdocio real” que llevaría a cabo la voluntad divina en la Tierra (1 Pedro 2:9). También estableció claramente que Jehová Dios había aceptado y aprobado el sacrificio redentor de Cristo. Así, el derramamiento de espíritu santo constituyó uno de los primeros beneficios del rescate.
6 Desde entonces, el rescate de Cristo ha obrado en favor de sus seguidores en el mundo entero. Tanto si formamos parte del “rebaño pequeño” ungido —que reinará con Cristo en el cielo— o de las “otras ovejas” —que vivirán en la Tierra bajo su dominio—, todos nos beneficiamos de su sacrificio (Lucas 12:32; Juan 10:16). Es la base de nuestra esperanza y del perdón de nuestros pecados. Si con constancia ‘ejercemos fe’ en ese rescate y seguimos a Jesús día tras día, tendremos una conciencia limpia y una sólida esperanza para el futuro (Juan 3:16).
7 ¿Qué ha hecho Jesús desde que volvió al cielo? Él goza de inmensa autoridad (Mateo 28:18). De hecho, Jehová lo designó para que reinara sobre la congregación cristiana, una responsabilidad que ha cumplido con justicia y amor (Colosenses 1:13). Tal como se predijo, se ha encargado de que haya hombres responsables que cuiden del rebaño (Efesios 4:8). Por ejemplo, nombró a Pablo “apóstol a las naciones” y lo envió a predicar las buenas nuevas por todas partes (Romanos 11:13; 1 Timoteo 2:7). Hacia finales del siglo primero, mandó mensajes de encomio, consejo y corrección a siete congregaciones de la provincia romana de Asia (Revelación, capítulos 2 y 3). ¿Reconocemos a Jesús como Cabeza de la congregación cristiana? (Efesios 5:23.) Demostramos que continuamos siguiéndolo cuando fomentamos un espíritu obediente y colaborador en nuestra congregación.
8 Jesús obtuvo más autoridad en 1914, año en que fue nombrado Rey del Reino mesiánico de Jehová. Al inicio de su mandato “estalló guerra en el cielo”. ¿Cuáles fueron las consecuencias? Satanás y sus demonios fueron arrojados a la Tierra, empezando así una era de angustia y dolor. Las guerras, el delito, el terror, las enfermedades, los terremotos y las hambrunas que han afligido sin cesar a la sociedad actual nos recuerdan que Jesús ya reina en el cielo. Satanás todavía es “el gobernante de este mundo”, pero solo por “un corto espacio de tiempo” (Revelación 12:7-12; Juan 12:31; Mateo 24:3-7; Lucas 21:11). Sin embargo, Jesús está dando a personas de todo el mundo la oportunidad de aceptar su reinado.
9 Es esencial que nos pongamos a favor del Rey Mesiánico. En todas las decisiones que tomemos a diario debemos buscar su aprobación, no la de este mundo corrupto. Cuando el “Rey de reyes y Señor de señores” examina a la humanidad, su corazón justo arde de indignación. Pero al mismo tiempo rebosa de felicidad (Revelación 19:16). ¿Qué motiva estos sentimientos de Jesús?
La indignación y la felicidad que siente el Rey Mesiánico
10 Nuestro Amo es como su Padre, feliz por naturaleza (1 Timoteo 1:11). Jesús no fue un hombre criticón ni difícil de complacer. No obstante, siente justa indignación por muchas de las cosas que suceden hoy en la Tierra. Sin lugar a dudas, está indignado con todas aquellas organizaciones religiosas que falsamente afirman representarlo. Así lo predijo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no [...] ejecutamos muchas obras poderosas [en tu nombre]?’. Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obradores del desafuero” (Mateo 7:21-23).
11 Muchos que dicen ser cristianos quizás se sorprendan por estas palabras. ¿Por qué hablaría Jesús en términos tan duros a personas que han hecho “muchas obras poderosas” en su nombre? Las iglesias de la cristiandad han auspiciado obras de caridad, han ayudado a los pobres, han construido escuelas y hospitales, y han realizado muchas obras más. Entonces, ¿por qué está Jesús tan furioso? La siguiente ilustración nos ayudará a entender la razón.
12 Unos padres tienen que irse de viaje. Como no pueden llevarse a los hijos, contratan los servicios de una niñera. Sus instrucciones son muy sencillas: “Atiende a los niños, dales de comer, mantenlos limpios y cuídalos bien para que no se vayan a lastimar”. Sin embargo, a su regreso quedan horrorizados: los niños están hambrientos, sucios y enfermos. Están llorando desconsolados para que la niñera les preste atención, pero ella no les hace ningún caso. ¿Por qué? Porque está subida en una escalera lavando las ventanas. Los padres, furiosos, le exigen una explicación, a lo que ella les responde: “¡Miren todo lo que he hecho! Las ventanas están limpias, ¿no? También arreglé varias cosas de la casa; todo lo hice por ustedes”. ¿Se sentirán mejor los padres? ¡Por supuesto que no! Ellos nunca le pidieron que hiciera esos trabajos; solo querían que cuidara a sus hijos. Están furiosos porque ella no siguió sus instrucciones.
13 La cristiandad ha actuado como la niñera del ejemplo. Jesús mandó a sus representantes que alimentaran espiritualmente a las personas, les enseñaran la verdad de la Palabra de Dios y les ayudaran a mantenerse espiritualmente puras (Juan 21:15-17). Pero la cristiandad no ha obedecido en absoluto el mandato de Jesús. Ha dejado a la gente hambrienta en sentido espiritual, en total ignorancia de las verdades bíblicas elementales y completamente confundida con sus mentiras (Isaías 65:13; Amós 8:11). Ni siquiera sus intentos de mejorar este mundo justifican su desobediencia deliberada. Al fin y al cabo, este sistema mundial es como una casa destinada a ser demolida, pues la Palabra de Dios enseña con claridad que el mundo de Satanás pronto será aniquilado (1 Juan 2:15-17).
14 Por otro lado, Jesús debe de sentirse muy feliz al ver desde el cielo a millones de personas que cumplen con la comisión de hacer discípulos que dio a sus seguidores antes de marcharse (Mateo 28:19, 20). ¡Qué privilegio tan grande es hacer feliz al Rey Mesiánico! Nunca dejemos de colaborar con “el esclavo fiel y discreto” (Mateo 24:45). A diferencia del clero de la cristiandad, este pequeño grupo de cristianos ungidos ha dirigido obedientemente la predicación y ha alimentado con fidelidad a las ovejas de Cristo.
15 Hay otra situación que, sin lugar a dudas, enfurece a nuestro Rey: la falta de amor que reina hoy en el mundo. Recordemos cómo se sintió Jesús cuando los fariseos lo criticaron por curar en sábado. Tenían el corazón tan endurecido y eran tan obstinados que no veían más allá de su estrecha interpretación de la Ley mosaica y la ley oral. A ellos poco les importaban los inmensos beneficios que producían los milagros de Jesús: cuánta alegría y alivio causaban, cuánto fortalecían la fe. ¿Qué sintió Jesús ante su actitud? En cierta ocasión miró “en derredor con indignación, [...] cabalmente contristado por la insensibilidad de sus corazones” (Marcos 3:5).
16 En la actualidad, Jesús ve muchas más cosas que lo hacen sentirse “cabalmente contristado”. Los líderes de la cristiandad están cegados por su devoción a doctrinas y tradiciones que contradicen las Escrituras. Asimismo, están enfurecidos por la predicación de las buenas nuevas del Reino de Dios, por lo que han fomentado en muchas partes del mundo la persecución despiadada contra los cristianos que se esfuerzan por dar a conocer el mensaje de Jesús (Juan 16:2; Revelación 18:4, 24). Además, suelen animar a sus fieles a ir a la guerra y matar a sus semejantes... ¡como si eso le agradara a Jesucristo!
17 Los auténticos seguidores de Jesús, por su parte, se esfuerzan por mostrar amor al prójimo. Como hizo Cristo, llevan las buenas nuevas a “hombres de toda clase”, pese a la oposición de sus enemigos (1 Timoteo 2:4). Y el amor que se muestran unos a otros es extraordinario; es el rasgo que mejor los distingue (Juan 13:34, 35). Puesto que tratan a sus hermanos cristianos con amor, respeto y dignidad, siguen de verdad los pasos de Jesús y alegran el corazón del Rey Mesiánico.
18 Del mismo modo, tengamos presente que nuestro Amo se siente apenado cuando sus seguidores se dan por vencidos, cuando permiten que se enfríe su amor por Jehová y dejan de servirle (Revelación 2:4, 5). En cambio, se alegra cuando aguantan hasta el fin (Mateo 24:13). Por eso es tan necesario que no olvidemos nunca su mandato: “Continúa siguiéndome” (Juan 21:19). Veamos algunas de las bendiciones que el Rey Mesiánico otorgará a quienes se mantengan firmes hasta el fin.
El Rey colma de bendiciones a sus fieles siervos
19 Seguir a Jesús abre la puerta a una vida repleta de bendiciones incluso ahora. Si aceptamos a Cristo como nuestro Amo, siguiendo su dirección y guiándonos por su ejemplo, encontramos tesoros que la gente por todo el mundo busca en vano. Se nos bendice con una labor que da sentido a la vida, una familia espiritual unida por los lazos del verdadero amor, una conciencia limpia y paz interior. En suma, tenemos una vida rica y llena de satisfacciones. Pero aún hay más.
20 A quienes abrigan la esperanza de vivir eternamente en la Tierra, Jehová les ha proporcionado en la persona de Jesús un “Padre Eterno”. Él es el sustituto de nuestro primer padre, Adán, quien le falló de manera tan lamentable a toda su descendencia (Isaías 9:6, 7). Como mostramos fe en Jesús y lo aceptamos como nuestro “Padre Eterno”, tenemos la esperanza segura de la vida eterna. Además, nos sentimos cada vez más cerca de Jehová Dios. Como ya hemos aprendido, esforzarnos por seguir el ejemplo de Jesús día a día es la mejor forma de obedecer esta exhortación: “Háganse imitadores de Dios, como hijos amados” (Efesios 5:1).
21 Al imitar a Jesús y a su Padre, Jehová, tenemos un maravilloso privilegio: el de reflejar luz resplandeciente. Es cierto que vivimos en este mundo sumido en las tinieblas, donde miles de millones de personas son engañadas por Satanás e imitan su modo de ser. Sin embargo, nosotros, los seguidores de Cristo, reflejamos por todas partes la luz más brillante que existe: la luz de las verdades bíblicas, la luz de las excelentes cualidades cristianas, la luz del gozo, de la paz y del amor verdadero. Cuando hacemos esto, nos acercamos más a Jehová, que es el objetivo más elevado que puede alcanzar toda criatura inteligente.
22 Pensemos, además, en lo que Jehová desea hacer por nosotros en el futuro mediante su Rey Mesiánico. Pronto, este Rey librará una guerra justa contra el malvado sistema de cosas de Satanás. ¡Su victoria es segura! (Revelación 19:11-15.) A continuación, comenzará el Reinado Milenario de Cristo sobre la Tierra. Su gobierno celestial aplicará los beneficios del rescate a todos los seres humanos fieles, elevándolos a la perfección. Imaginémonos cuando estemos rebosantes de salud, siendo cada vez más jóvenes y fuertes, trabajando felices y unidamente para convertir esta Tierra en un paraíso. Al final del Milenio, Jesús entregará el Reino a su Padre (1 Corintios 15:24). Si continuamos siguiendo fielmente a Cristo, se nos concederá una bendición tan maravillosa que hasta es difícil de imaginar: ¡“la gloriosa libertad de los hijos de Dios”! (Romanos 8:21.) En efecto, gozaremos de todas las bendiciones que Adán y Eva tuvieron y perdieron. Los hijos terrestres de Jehová estaremos libres por siempre de la mancha del pecado que heredamos de Adán. Por fin, “la muerte no será más” (Revelación 21:4).
23 Recordemos al joven y acaudalado gobernante que mencionamos en el capítulo 1. Él rechazó la invitación de Jesús cuando este le dijo: “Ven, sé mi seguidor” (Marcos 10:17-22). Jamás cometamos ese error. Aceptemos la invitación de Jesús con alegría y entusiasmo. Tomemos la determinación de permanecer firmes y seguir al Pastor Excelente día a día, año tras año, y vivamos para ver cómo finalmente lleva todos los propósitos de Jehová a su glorioso cumplimiento.
[Preguntas del estudio]
 1-3. a) ¿En qué circunstancias se despidió Jesús de sus apóstoles, y por qué no fue aquella una triste despedida? b) ¿Por qué es necesario que sepamos lo que ha hecho Jesús desde que regresó al cielo?
 4. ¿Cómo revelaron de antemano las Escrituras lo que ocurriría en el cielo cuando Jesús regresara?
 5, 6. a) ¿Qué prueba hay de que Jehová aceptó el sacrificio redentor de Cristo? b) ¿Quiénes se benefician del rescate, y cómo?
 7. ¿Qué autoridad recibió Jesús cuando volvió al cielo, y de qué modo lo apoyamos?
 8, 9. ¿Qué autoridad obtuvo Jesús en 1914, y qué efecto debe tener este hecho en las decisiones que tomamos?
10. ¿Cómo es el carácter natural de Jesús, pero con quiénes está indignado?
11-13. ¿Por qué tal vez les sorprenda a algunos que Jesús hable en términos tan duros a quienes hacen “muchas obras poderosas” en su nombre, pero por qué está tan furioso? Ilústrelo.
14. ¿Qué obra que se realiza actualmente le causa felicidad a Jesús, y por qué?
15, 16. a) ¿Qué siente Jesús ante la falta de amor que reina hoy día, y cómo lo sabemos? b) ¿Qué ha hecho la cristiandad para merecer la ira de Jesús?
17. ¿Cómo alegran el corazón de Jesús sus auténticos seguidores?
18. ¿Qué hace que nuestro Amo se sienta apenado, pero cómo podemos alegrarlo?
19, 20. a) ¿Qué bendiciones ya están recibiendo quienes siguen a Jesús? b) Al seguir a Cristo, ¿cómo se satisface la necesidad que tenemos de un “Padre Eterno”?
21. ¿Cómo reflejan luz los seguidores de Cristo en este mundo oscuro?
22, 23. a) ¿Qué bendiciones les aguardan a los que continúen siguiendo fielmente a Jesús? b) ¿Cuál debería ser nuestra determinación?
[Recuadro de la página 191]
¿Cómo podemos seguir a Jesús?
● ¿Qué nos ayudará a armonizar nuestra forma de pensar con la de Cristo? (1 Corintios 2:13-16.)
● ¿De qué maneras se propone usted seguir más de cerca a Jesús? (1 Pedro 2:21.)
● ¿Cómo puede impedir que su amor por Jesús se enfríe? (Revelación 3:14-18.)
● ¿Cómo puede mostrar que realmente desea que Cristo gobierne la Tierra en el futuro cercano? (Revelación 22:17, 20

Jesùs dice : “Nadie tiene mayor amor que este”

“Nadie tiene mayor amor que este”
“¡MIREN! ¡El hombre!” Con estas palabras, el gobernador romano Poncio Pilato presenta a Jesucristo ante la multitud encolerizada que se ha reunido al amanecer en las afueras de su palacio. Es el día de Pascua del año 33 (Juan 19:5). Hace apenas unos días que las multitudes aclamaron a Jesús en su triunfal entrada a Jerusalén como el Rey que Dios ha nombrado, pero hoy la muchedumbre hostil lo ve con otros ojos.
2 Jesús lleva un manto de color púrpura, propio de la realeza, y una corona sobre la cabeza. Pero el manto, puesto sobre la espalda destrozada por los azotes, y la corona, tejida de espinas e incrustada en el ensangrentado cuero cabelludo, son en realidad una burla a su condición de rey. La gente, agitada por los sacerdotes principales, rechaza al hombre que tiene ante sí. Los sacerdotes vociferan: “¡Al madero con él! ¡Al madero con él!”. Movido por un odio asesino, el pueblo grita: “Debe morir” (Juan 19:1-7).
3 Jesús soporta la humillación y el sufrimiento con dignidad y valor, sin quejarse. Está preparado para morir. Más tarde ese día de Pascua se somete por voluntad propia a una muerte dolorosa en un madero de tormento (Juan 19:17, 18, 30).
4 Al dar su vida, Jesús demostró que era un verdadero amigo de sus discípulos. “Nadie tiene mayor amor que este: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos”, dijo (Juan 15:13). Pero esto hace surgir algunas importantes preguntas. ¿Era realmente necesario que Jesús sufriera tanto y luego muriera? ¿Por qué estuvo dispuesto a pasar por todo aquello? ¿De qué modo podemos imitar su ejemplo quienes deseamos ser “sus amigos” y seguidores?
¿Por qué era necesario que Jesús sufriera y muriera?
5 Como el prometido Mesías, Jesús sabía lo que le esperaba. Conocía las numerosas profecías de las Escrituras Hebreas que describían en detalle sus sufrimientos y su muerte (Isaías 53:3-7, 12; Daniel 9:26). Más de una vez preparó a sus discípulos para los padecimientos que soportaría (Marcos 8:31; 9:31). Cuando iba de camino a Jerusalén para celebrar su última Pascua, les explicó a los apóstoles: “El Hijo del hombre será entregado a los sacerdotes principales y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a hombres de las naciones, y se burlarán de él y le escupirán y lo azotarán y lo matarán” (Marcos 10:33, 34). Estas no fueron palabras vacías. En efecto, como ya vimos, se burlaron de él, le escupieron, lo azotaron y lo mataron.
6 Ahora bien, ¿por qué era necesario que Jesús sufriera y muriera? Por razones de gran importancia. En primer lugar, con su lealtad mostraría de forma innegable que era fiel a Jehová y que apoyaba su soberanía. Recordemos que Satanás aseguró falsamente que las personas solo servían a Dios por motivos egoístas (Job 2:1-5). Al ser fiel “hasta la muerte [...] en un madero de tormento”, Jesús dio una respuesta contundente a esta acusación infundada de Satanás (Filipenses 2:8; Proverbios 27:11). En segundo lugar, los sufrimientos y la muerte del Mesías expiarían los pecados de la humanidad (Isaías 53:5, 10; Daniel 9:24). Jesús dio “su alma en rescate [...] por muchos” y abrió el camino para que tuviéramos una buena relación con Dios (Mateo 20:28). En tercer lugar, al aguantar todo tipo de penalidades, fue “probado en todo sentido igual que nosotros”; de ahí que sea un Sumo Sacerdote compasivo, capaz de “condolerse de nuestras debilidades” (Hebreos 2:17, 18; 4:15).
¿Por qué estuvo dispuesto a dar su vida?
7 Para apreciar en toda su dimensión lo que Jesús estuvo dispuesto a hacer, pensemos en lo siguiente: ¿qué hombre deja su casa y su familia, y se va a un país extranjero si sabe que la mayoría de la gente allí lo rechazará, que padecerá humillaciones y sufrimientos y que al final lo matarán? Ahora reflexionemos en lo que Jesús hizo. Aunque gozaba de una posición única en los cielos al lado de su Padre, dejó voluntariamente su hogar y vino a la Tierra como hombre. Lo hizo sabiendo que sería rechazado por la mayoría y que padecería crueles humillaciones, intenso sufrimiento y una muerte dolorosa (Filipenses 2:5-7). ¿Qué lo motivó a hacer un sacrificio como ese?
8 Lo que motivó a Jesús fue ante todo el profundo amor que le tenía a su Padre. De hecho, fue el amor a Dios lo que lo impulsó a aguantar. También fue la razón por la que le preocupaban tanto el nombre y la buena reputación de su Padre (Mateo 6:9; Juan 17:1-6, 26). Más que todo lo demás, él quería que el nombre divino quedara limpio de toda la deshonra de que había sido objeto. No había para él mayor honor que sufrir por causa de la justicia, pues sabía que su integridad contribuiría a santificar el grandioso nombre de su Padre (1 Crónicas 29:13).
9 Jesús tenía otro motivo para dar su vida: su amor por la humanidad, un amor que se remonta al mismo comienzo de la historia humana. La Biblia revela que sentía ese amor desde mucho tiempo antes de venir a la Tierra, pues dice respecto a él: “El objeto de mi cariño [eran] los hijos de los hombres” (Proverbios 8:30, 31). Su amor se hizo evidente durante toda su vida aquí. Como aprendimos en los tres capítulos anteriores, Jesús demostró de muchas maneras su amor tanto por la humanidad en general como por sus seguidores en particular. Pero el 14 de nisán del año 33 dio gustosamente su alma por nosotros (Juan 10:11). ¿Tendremos que imitarlo también a este respecto? ¡Por supuesto que sí! De hecho, es un mandato que él nos da.
“Que se amen unos a otros [...] así como yo los he amado”
10 La noche antes de su muerte, Jesús dijo a sus discípulos más cercanos: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros. En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:34, 35). ¿En qué sentido es “[amarse] unos a otros” “un nuevo mandamiento”? Es verdad que la Ley mosaica ya ordenaba: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18). Pero el nuevo mandamiento exige un amor aún mayor, uno que nos impulse a dar la vida por otras personas. El propio Jesús lo aclaró al decir: “Este es mi mandamiento: que ustedes se amen unos a otros así como yo los he amado a ustedes. Nadie tiene mayor amor que este: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos” (Juan 15:12, 13). Dicho de otro modo, el nuevo mandamiento es: “Ama al prójimo, no como a ti mismo, sino más que a ti mismo”. Con su vida y muerte, Jesús ejemplificó esta clase de amor.
11 ¿Por qué es importante cumplir el nuevo mandamiento? Recordemos que Jesús dijo: “En esto [es decir, el amor abnegado] todos conocerán que ustedes son mis discípulos”. Así es, el amor abnegado nos identifica como cristianos verdaderos. Podemos compararlo con un distintivo, como la tarjeta que llevan en la solapa quienes asisten a las asambleas anuales de los testigos de Jehová y que indica su nombre y su congregación. Del mismo modo, el amor abnegado que sienten unos por otros los auténticos cristianos es su “distintivo”. En otras palabras, el amor mutuo debe ser tan evidente que las personas que nos observen puedan “distinguirnos” como los verdaderos seguidores de Cristo. Por eso, cada uno debe preguntarse: “¿Se ve claramente en mi vida que llevo el ‘distintivo’ del amor abnegado?”.
¿Qué implica mostrar amor abnegado?
12 Como seguidores de Jesús, es preciso que nos amemos como él nos amó, lo que quiere decir que debemos estar dispuestos a sacrificarnos por nuestros hermanos. ¿Hasta qué punto? La Biblia nos dice: “En esto hemos venido a conocer el amor, porque aquel entregó su alma por nosotros; y nosotros estamos obligados a entregar nuestras almas por nuestros hermanos” (1 Juan 3:16). Al igual que Jesús, tenemos que estar dispuestos a morir los unos por los otros si es necesario. En tiempos de persecución, preferimos sacrificar nuestra vida antes que traicionar a nuestros hermanos espirituales y poner en peligro la suya. En países divididos por conflictos étnicos o raciales, arriesgamos la vida para protegerlos sin importar a qué grupo pertenezcan. Y cuando las naciones entran en guerra, preferimos ir a prisión o hasta morir antes que tomar las armas para atacar a otras personas, se trate de nuestros hermanos o no (Juan 17:14, 16; 1 Juan 3:10-12).
13 Pero estar dispuestos a morir por nuestros hermanos no es la única forma de mostrar amor abnegado; al fin y al cabo, muy pocos de nosotros tendremos alguna vez que hacer semejante sacrificio. No obstante, si nuestro amor llega hasta ese punto, ¿no deberíamos entonces estar dispuestos a hacer sacrificios más pequeños, a poner a un lado nuestra comodidad por ayudarles? Ser abnegados significa renunciar a nuestros intereses en beneficio de los demás, anteponer el bien ajeno al propio, aunque ello implique alguna incomodidad (1 Corintios 10:24). ¿De qué maneras prácticas podemos mostrar ese amor altruista?
En la congregación y en la familia
14 Los superintendentes cristianos hacen muchos sacrificios para “pastore[ar] el rebaño de Dios” (1 Pedro 5:2, 3). Aparte de cuidar de sus propias familias, quizás tengan que dedicar tiempo en las noches o los fines de semana a atender asuntos de la congregación, como discursos, visitas de pastoreo y casos judiciales. Muchos hacen incluso otros sacrificios, ya que trabajan arduamente en las asambleas o son miembros de los Comités de Enlace con los Hospitales, los Grupos de Visita a Pacientes o los Comités Regionales de Construcción. Ancianos, nunca olviden que al servir de buena gana —dedicando tiempo, energías y recursos a pastorear el rebaño—, están manifestando amor abnegado (2 Corintios 12:15). Sus esfuerzos altruistas no solo son valorados por Jehová, sino también por la congregación a la que sirven (Filipenses 2:29; Hebreos 6:10).
15 ¿Y qué podemos decir de las esposas de los ancianos? ¿No hacen ellas también sacrificios para que sus esposos puedan cuidar del rebaño? No cabe duda de que para ellas es un sacrificio cuando su cónyuge tiene que dedicar a los asuntos de la congregación tiempo que podría pasar con la familia. Pensemos, además, en las esposas de los superintendentes viajantes y los sacrificios que hacen para acompañarlos de congregación en congregación y de circuito en circuito. Se privan de tener su propia casa y tal vez tengan que dormir en una cama diferente cada semana. Sin duda alguna, todas estas cristianas merecen encomio, pues de manera altruista y generosa anteponen los intereses de la congregación a los suyos (Filipenses 2:3, 4).
16 ¿Cómo podemos demostrar amor abnegado en la familia? Padres, ustedes hacen muchos sacrificios para mantener a sus hijos y para criarlos “en la disciplina y regulación mental de Jehová” (Efesios 6:4). Quizás tengan que dedicar largas horas a trabajos agotadores tan solo para poner el pan en la mesa y dar a sus hijos abrigo y un techo donde vivir. Incluso prefieren sufrir privaciones antes que ver a sus hijos pasar necesidades. Y todo esto sin contar el tiempo que dedican a enseñarles, llevarlos a las reuniones cristianas y trabajar con ellos en el ministerio del campo (Deuteronomio 6:6, 7). Su amor y entrega bien vale la pena, pues le complace al Autor de la familia y puede significar, además, vida eterna para sus hijos (Proverbios 22:6; Efesios 3:14, 15).
17 Esposos, ¿cómo pueden demostrar amor abnegado, tal como hizo Jesús? La Biblia da la respuesta: “Continúen amando a sus esposas, tal como el Cristo también amó a la congregación y se entregó por ella” (Efesios 5:25). Como hemos visto, Jesús amó tanto a sus seguidores que llegó a dar su vida por ellos. ¿De qué manera imita el esposo cristiano la actitud altruista de Jesús, quien “no se agradó a sí mismo”? (Romanos 15:3.) Por ejemplo, pone con gusto los intereses y necesidades de su esposa antes que los suyos. Además, no insiste rígidamente en que las cosas se hagan a su manera, sino que está dispuesto a ceder si no se viola ningún principio bíblico. El esposo que actúa de ese modo se gana la aprobación de Jehová, así como el amor y respeto de su esposa e hijos.
¿Qué haremos nosotros?
18 Si bien cumplir el nuevo mandamiento de amarnos los unos a los otros no es fácil, contamos con una motivación muy poderosa. Pablo escribió: “El amor que el Cristo tiene nos obliga, porque esto es lo que hemos juzgado, que un hombre murió por todos [...] para que los que viven no vivan ya para sí, sino para el que murió por ellos y fue levantado” (2 Corintios 5:14, 15). Dado que Jesús murió por nosotros, ¿no deberíamos sentirnos obligados a vivir para él? Podemos hacerlo siguiendo su ejemplo de amor abnegado.
19 Tal como ya hemos visto, Jesús no estaba exagerando cuando dijo: “Nadie tiene mayor amor que este: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos” (Juan 15:13). De hecho, al entregar de buena gana su alma por nosotros, demostró más allá de toda duda cuánto nos ama. No obstante, hay alguien que nos ama aún más. Jesús explicó quién es al decir: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Dios nos ama tanto que dio a su Hijo como rescate, haciendo así posible nuestra liberación del pecado y la muerte (Efesios 1:7). Sin lugar a dudas, el rescate es un regalo valiosísimo que nos da Jehová, pero él no nos obliga a aceptarlo.
20 Nos toca a nosotros decidir si aceptamos este regalo de Jehová. ¿Y cómo lo hacemos? ‘Ejerciendo fe’ en su Hijo. La fe, sin embargo, no consiste solo en palabras, sino que se prueba por hechos, por nuestra manera de vivir (Santiago 2:26). Demostramos que ejercemos fe en Jesucristo siguiéndolo día a día. Si así lo hacemos, recibiremos grandes bendiciones tanto ahora como en el futuro, tal como explica el último capítulo de este libro.
[Nota]
Dos veces le escupieron a Jesús ese día, primero los líderes religiosos y después los soldados romanos (Mateo 26:59-68; 27:27-30). Ni siquiera entonces se quejó, cumpliendo así estas palabras proféticas: “No retiré la cara de los que me insultaban y escupían” (Isaías 50:6, Versión Popular).
[Preguntas del estudio]
 1-4. a) ¿Qué sucede cuando Pilato presenta a Jesús ante la multitud encolerizada que se ha reunido en las afueras de su palacio? b) ¿Cómo reacciona Jesús ante la humillación y el sufrimiento, y qué importantes preguntas surgen?
 5. ¿Cómo sabía Jesús cuáles eran los padecimientos que iba a sufrir?
 6. ¿Por qué era necesario que Jesús sufriera y muriera?
 7. ¿A cuánto renunció Jesús cuando vino a la Tierra?
 8, 9. ¿Qué motivó a Jesús a dar su vida?
10, 11. ¿En qué consiste el nuevo mandamiento que dio Jesús a sus discípulos, y por qué es importante cumplirlo?
12, 13. a) ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a demostrar el amor que nos tenemos? b) ¿Qué significa ser abnegados?
14. a) ¿Qué sacrificios están dispuestos a hacer los ancianos? b) ¿Qué piensa usted de los ancianos que trabajan tanto en su congregación?
15. a) ¿Cuáles son algunos de los sacrificios que hacen las esposas de los ancianos? b) ¿Qué piensa usted de las hermanas de su congregación que se sacrifican para que sus esposos puedan dedicar tiempo al rebaño?
16. ¿Qué sacrificios hacen por sus hijos los padres cristianos?
17. ¿De qué manera pueden los esposos cristianos imitar la actitud altruista de Jesús?
18. ¿Qué nos motiva a cumplir el nuevo mandamiento de amarnos los unos a los otros?
19, 20. ¿Qué valiosísimo regalo nos ha hecho Jehová, y cómo mostramos que lo aceptamos?
[Recuadro de la página 181]
¿Cómo podemos seguir a Jesús?
● ¿Qué modo de vida abnegado dijo Jesús que debían seguir sus seguidores? (Mateo 16:24-26.)
● ¿Por qué vale la pena ser personas abnegadas? (Marcos 10:23-30.)
● ¿Cómo demostró Jesús que era el Pastor Excelente, y qué lección pueden extraer los ancianos de su ejemplo? (Juan 10:11-15.)
● ¿De qué maneras prácticas podemos imitar el amor abnegado de Jesús? (1 Juan 3:17, 18.)
[Ilustración a toda plana de la página 173]

Jesùs “Los amó hasta el fin”


JESÚS se reúne con sus apóstoles en un aposento alto de Jerusalén. Sabe que es la última noche que pasará con ellos, pues se aproxima el momento de volver al Padre. Pocas horas después será arrestado y se pondrá a prueba su fe como nunca antes. Pero ni siquiera la inminencia de su muerte le hace olvidar las necesidades de sus discípulos.
2 Aunque Jesús los ha preparado para su partida, aún tiene cosas que decirles para que afronten el futuro con fortaleza; por eso aprovecha estos valiosos momentos finales para enseñarles importantes lecciones que les ayudarán a seguir fieles. De hecho, nunca les ha dirigido palabras más íntimas y afectuosas. Pero ¿cómo es posible que esté más preocupado por los apóstoles que por sí mismo? ¿Por qué significan tanto para él estas últimas horas juntos? La respuesta se resume en una sola palabra: amor. En efecto, les tiene un amor muy profundo.
3 Décadas más tarde, el apóstol Juan comienza su relato inspirado de lo sucedido aquella noche con estas palabras: “Puesto que antes de la fiesta de la pascua sabía que había llegado su hora para irse de este mundo al Padre, Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13:1). Jesús no esperó hasta esa noche para mostrar “a los suyos” que los amaba, sino que lo demostró a lo largo de todo su ministerio, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes. Conviene, por lo tanto, que examinemos algunas maneras como él manifestó ese amor, pues al imitarlo, evidenciamos que somos cristianos auténticos.
Tuvo paciencia
4 El amor y la paciencia siempre van unidos. “El amor es sufrido”, afirma 1 Corintios 13:4, y para ser sufridos es necesario tener paciencia con otros. ¿Necesitó Jesús paciencia con sus discípulos? Sí, ¡y mucha! Como vimos en el capítulo 3, a los apóstoles no les resultó fácil aprender a ser humildes. Más de una vez discutieron sobre quién era el más importante. ¿Cómo reaccionó Jesús? ¿Se enojó y los regañó? No; más bien, razonó con ellos pacientemente. Lo hizo incluso la última noche, cuando surgió “una disputa acalorada” por aquel mismo tema (Lucas 22:24-30; Mateo 20:20-28; Marcos 9:33-37).
5 Más tarde esa noche, Jesús se retiró con sus once apóstoles fieles al jardín de Getsemaní, donde de nuevo se puso a prueba su paciencia. Dejando a ocho de ellos atrás, se adentró en el jardín junto con Pedro, Santiago y Juan. Entonces les dijo: “Mi alma está hondamente contristada, hasta la muerte. Quédense aquí y manténganse alerta conmigo”. Alejándose un poco, se puso a orar con gran fervor. Tras una prolongada oración, volvió a donde estaban los tres apóstoles, y ¿qué encontró? Que en este momento tan trascendental, su hora de máxima prueba, ellos dormían profundamente. ¿Los reprendió por no estar vigilantes? No, sino que los aconsejó con paciencia. Sus amables palabras indicaron que comprendía las tensiones a las que habían estado sometidos, así como sus debilidades. Les dijo: “El espíritu, por supuesto, está pronto, pero la carne es débil”. Jesús no perdió la paciencia ni siquiera cuando volvió a hallarlos dormidos dos veces más esa misma noche (Mateo 26:36-46).
6 ¡Qué animador es saber que Jesús no perdió las esperanzas con sus apóstoles! Su paciencia terminó dando fruto, y estos fieles hombres aprendieron la importancia de ser humildes y estar vigilantes (1 Pedro 3:8; 4:7). ¿Cómo podemos imitar a Jesús en nuestras relaciones con otras personas? Los ancianos en particular han de ser pacientes con el rebaño. Por ejemplo, quizás un hermano aborde con sus problemas a un anciano que esté agotado o absorto en sus propias preocupaciones. O puede que a veces quienes necesitan ayuda tarden en aplicar el consejo. A pesar de todo, los ancianos pacientes instruyen “con apacibilidad” y “[tratan] al rebaño con ternura” (2 Timoteo 2:24, 25; Hechos 20:28, 29). También los padres deben copiar la paciencia de Jesús, pues hay momentos en que los hijos no siguen de inmediato sus consejos e instrucciones. Pero el amor y la paciencia les ayudarán a no darse por vencidos. Recuerden que su paciencia puede rendir grandes frutos (Salmo 127:3).
Atendió sus necesidades
7 El amor se demuestra con actos generosos (1 Juan 3:17, 18). “No busca sus propios intereses.” (1 Corintios 13:5.) El amor impulsó a Jesús a atender las necesidades físicas de sus discípulos, y muchas veces lo hizo incluso antes de que ellos se lo pidieran. Cuando vio que estaban cansados, los invitó a ir “a un lugar solitario [para que descansaran] un poco” (Marcos 6:31). Cuando notó que tenían hambre, tomó la iniciativa para alimentarlos a ellos y a millares de personas que habían ido a escuchar sus enseñanzas (Mateo 14:19, 20; 15:35-37).
8 Jesús también reconoció las necesidades espirituales de sus discípulos y las satisfizo (Mateo 4:4; 5:3). A menudo dirigió sus enseñanzas a estos en particular. Así, pronunció el Sermón del Monte sobre todo para el provecho de ellos (Mateo 5:1, 2, 13-16). Cuando enseñaba con ilustraciones y ejemplos, “privadamente explicaba a sus discípulos todas las cosas” (Marcos 4:34). A fin de que estuvieran bien nutridos espiritualmente durante los últimos días, predijo que nombraría a un “esclavo fiel y discreto”. Este esclavo fiel, constituido por un pequeño grupo de hermanos de Jesús ungidos por espíritu que viven en la Tierra, ha estado repartiendo “alimento [espiritual] al tiempo apropiado” desde el año 1919 (Mateo 24:45).
9 El día de su muerte, Jesús demostró de manera conmovedora su interés por el bienestar espiritual de sus seres queridos. Imagínese la escena. Jesús está clavado en el madero sufriendo un dolor sumamente intenso. Es muy posible que para tomar aire tenga que empujarse hacia arriba con los pies, lo que sin duda le provoca un dolor terrible, pues el peso del cuerpo le desgarra las heridas de los clavos en los pies y la madera le roza la espalda destrozada por los azotes. El acto de hablar, que le exige controlar la respiración, debe de resultarle muy difícil y penoso. Pese a ello, justo antes de morir pronuncia unas palabras que demuestran el gran amor que siente por su madre, María. Al verla a ella y a su lado al apóstol Juan, dice con voz suficientemente fuerte como para que los presentes lo oigan: “Mujer, ¡ahí está tu hijo!”. Luego dice a Juan: “¡Ahí está tu madre!” (Juan 19:26, 27). Jesús sabía que el fiel apóstol cuidaría no solo del bienestar físico de María, sino también de su bienestar espiritual.
10 Reflexionar sobre el ejemplo de Jesús es muy provechoso para los padres. El padre que de verdad ama a su familia le proporciona lo necesario en sentido material (1 Timoteo 5:8). Además, de vez en cuando, los cabezas de familia equilibrados y bondadosos dedican tiempo al descanso y el esparcimiento familiar. Pero lo más importante de todo es que satisfacen las necesidades espirituales de sus hijos. ¿De qué manera? Estudiando la Biblia regularmente con ellos y haciendo que las sesiones de estudio sean animadoras y agradables (Deuteronomio 6:6, 7). Con su palabra y ejemplo les enseñan que el ministerio es una labor muy importante, y que prepararse para las reuniones y asistir a ellas es una parte esencial de las actividades espirituales (Hebreos 10:24, 25).
Estuvo dispuesto a perdonar
11 El perdón es una faceta del amor (Colosenses 3:13, 14). El amor “no lleva cuenta del daño”, dice 1 Corintios 13:5. En repetidas ocasiones, Jesús enseñó a sus discípulos la importancia del perdón. Los exhortó a perdonar diciéndoles: “No te digo: Hasta siete veces, sino: Hasta setenta y siete veces”, o sea, sin límite (Mateo 18:21, 22). Les enseñó que hay que perdonar al pecador que, tras una reprensión, muestra que está arrepentido (Lucas 17:3, 4). Pero Jesús no era como los fariseos hipócritas, que enseñaban solo de palabra; él también enseñaba con el ejemplo (Mateo 23:2-4). Veamos cómo mostró su disposición a perdonar incluso cuando un amigo de confianza le falló.
12 Jesús tenía una relación muy estrecha con el apóstol Pedro, un hombre de carácter afectuoso, aunque a veces algo impulsivo. Conociendo sus virtudes, Jesús le concedió privilegios especiales. Por ejemplo, junto con Santiago y Juan, Pedro fue testigo presencial de algunos milagros que el resto de los doce apóstoles no vieron (Mateo 17:1, 2; Lucas 8:49-55). Y como mencionamos antes, estuvo entre los que se adentraron con el Maestro en el jardín de Getsemaní la noche que lo apresaron. Sin embargo, esa misma noche, cuando Jesús fue traicionado y arrestado, Pedro y los otros apóstoles lo abandonaron y huyeron. Más tarde, Pedro tuvo la valentía de ir al lugar donde Jesús estaba siendo sometido a un juicio ilegal, y se quedó fuera. Pero el temor lo empujó a cometer un grave error: ¡mintió tres veces cuando afirmó que ni siquiera lo conocía! (Mateo 26:69-75.) ¿Cómo reaccionó Jesús? ¿Qué habría hecho usted si un amigo íntimo le hubiera fallado de esa forma?
13 Jesús estuvo dispuesto a perdonar a Pedro. Sabía que este se sentía profundamente abatido por el peso de su pecado; de hecho, tan desconsolado estaba el arrepentido apóstol que “rompió a llorar” (Marcos 14:72). El día de su resurrección, el Maestro se le apareció, sin duda para consolarlo y tranquilizarlo (Lucas 24:34; 1 Corintios 15:5). Y menos de dos meses después lo honró permitiendo que fuera él quien saliera a dar un testimonio a la multitud congregada en Jerusalén el día de Pentecostés (Hechos 2:14-40). Recordemos, asimismo, que Jesús no guardó resentimiento contra los apóstoles por haberlo abandonado. Al contrario: después que hubo resucitado, siguió llamándolos “mis hermanos” (Mateo 28:10). ¿No es obvio, pues, que Jesús hizo más que solo enseñar de palabra a perdonar?
14 Como discípulos de Cristo, necesitamos aprender a perdonar. ¿Por qué? Porque a diferencia de Jesús, somos imperfectos, así como también lo son quienes pecan contra nosotros. Todos tropezamos de vez en cuando, sea con palabras o con acciones (Romanos 3:23; Santiago 3:2). Si perdonamos con misericordia cuando hay justificación para ello, abrimos el camino para que Dios nos perdone a nosotros (Marcos 11:25). ¿Cómo, entonces, demostramos que estamos dispuestos a perdonar a los demás? En muchos casos, el amor nos impulsará a simplemente pasar por alto sus pequeñas faltas (1 Pedro 4:8). Cuando alguien nos ofende pero se arrepiente con sinceridad, como lo hizo Pedro, hacemos bien en imitar la disposición de Jesús a perdonar. En lugar de guardar rencor, es mejor librarse del resentimiento (Efesios 4:32). Así contribuimos a la paz de la congregación y a nuestra propia tranquilidad mental (1 Pedro 3:11).
Confió en ellos
15 El amor y la confianza van de la mano. El amor “todas [las cosas] las cree” (1 Corintios 13:7). El amor motivó a Jesús a confiar en sus discípulos pese a que eran imperfectos. Así lo hizo porque sabía que en el fondo amaban profundamente a Jehová y querían hacer la voluntad divina. Y aun cuando cometieron errores, no les atribuyó malos motivos. Por ejemplo, cuando Santiago y Juan persuadieron a su madre para que le pidiera a Jesús que los dejara sentar a su lado en su Reino, él no cuestionó la lealtad de ellos ni les retiró su nombramiento como apóstoles (Mateo 20:20-28).
16 Como prueba de su confianza, Jesús delegó en sus discípulos varias responsabilidades. Así, las dos veces que multiplicó milagrosamente los panes y los peces para alimentar a la muchedumbre, les asignó la tarea de distribuirlos (Mateo 14:19; 15:36). Cuando preparaba su última Pascua, envió a Pedro y a Juan a Jerusalén para que lo dejaran todo listo. Ellos se encargaron, entre otras cosas, del cordero, el vino, el pan sin levadura y las hierbas amargas. Este no era un trabajo servil, pues celebrar la Pascua debidamente era un requisito de la Ley mosaica, y Jesús estaba obligado a obedecerla. Además, esa noche Jesús utilizó el vino y el pan sin levadura como símbolos al instituir la Conmemoración de su muerte (Mateo 26:17-19; Lucas 22:8, 13).
17 Jesús consideró apropiado encomendar a sus discípulos responsabilidades aún mayores. Como ya hemos indicado, delegó en un pequeño grupo de sus seguidores ungidos en la Tierra la gran tarea de suministrar alimento espiritual (Lucas 12:42-44). Recordemos también que dejó en manos de sus discípulos la importantísima comisión de predicar y enseñar (Mateo 28:18-20). Aun ahora, pese a ser invisible y gobernar desde el cielo, encarga el cuidado de la congregación a hombres espiritualmente capacitados que constituyen verdaderas “dádivas” (Efesios 4:8, 11, 12).
18 ¿De qué manera podemos seguir el ejemplo de Jesús al relacionarnos con los demás? Tener confianza en nuestros hermanos espirituales es una expresión de nuestro amor. No olvidemos que el amor se centra en lo positivo, y no en lo negativo. Cuando otros nos decepcionen —lo que de seguro pasará alguna que otra vez—, el amor evitará que nos apresuremos a atribuirles malas intenciones (Mateo 7:1, 2). Si vemos a nuestros hermanos de manera positiva, los trataremos de una forma que edifique y no que derribe (1 Tesalonicenses 5:11).
19 ¿Cómo podemos imitar la disposición de Jesús a delegar? Es bueno que quienes dirigen la congregación deleguen en otros hermanos tareas adecuadas y útiles, confiando en que estos pondrán todo su empeño en realizarlas. Así, los ancianos con experiencia pueden dar la capacitación que es tan necesaria y valiosa a los jóvenes que están “procurando” ayudar en la congregación (1 Timoteo 3:1; 2 Timoteo 2:2). Dicha capacitación es esencial, pues a medida que Jehová siga acelerando el crecimiento de la obra del Reino, será necesario preparar a más hermanos (Isaías 60:22).
20 Jesús nos dejó un maravilloso ejemplo de cómo demostrar amor a otras personas. Aunque hay muchas formas en que podemos seguirlo, la más importante es imitando su amor. En el siguiente capítulo hablaremos de su mayor expresión de amor por nosotros: su disposición a entregar su propia vida.
[Notas]
La somnolencia de los apóstoles no se debía solo al cansancio físico. El relato paralelo de Lucas 22:45 dice que Jesús los encontró “adormitados de desconsuelo”.
Al parecer, para entonces María era viuda, y sus otros hijos todavía no eran discípulos de Jesús (Juan 7:5).
Desde luego, esto no quiere decir que el amor es crédulo o ingenuo, sino que no es excesivamente crítico o suspicaz. El amor no se apresura a juzgar las intenciones ajenas ni espera lo peor de los demás.
[Preguntas del estudio]
 1, 2. ¿En qué emplea Jesús su última noche con los apóstoles, y por qué significan tanto para él esos momentos finales?
 3. ¿Cómo sabemos que Jesús no esperó hasta la última noche para mostrar amor a sus discípulos?
 4, 5. a) ¿Por qué necesitó Jesús paciencia al tratar con sus discípulos? b) ¿Cómo reaccionó Jesús cuando tres de sus apóstoles no se mantuvieron vigilantes en el jardín de Getsemaní?
 6. ¿Cómo podemos imitar a Jesús en nuestras relaciones con otras personas?
 7. ¿De qué maneras atendió Jesús las necesidades físicas de sus discípulos?
 8, 9. a) ¿Qué indica que Jesús reconoció y satisfizo las necesidades espirituales de sus discípulos? b) ¿Cómo mostró Jesús, incluso cuando estaba en el madero, profundo interés por el bienestar de su madre?
10. ¿Cómo pueden los padres imitar a Jesús al atender las necesidades de los hijos?
11. ¿Qué les enseñó Jesús a sus seguidores sobre el perdón?
12, 13. a) ¿Cómo le falló Pedro a Jesús la noche en que fue arrestado? b) ¿Cómo demostró Jesús una vez resucitado que él hizo más que solo enseñar de palabra a perdonar?
14. ¿Por qué tenemos que aprender a perdonar, y cómo podemos demostrar que estamos dispuestos a hacerlo?
15. ¿Por qué confió Jesús en sus discípulos pese a sus defectos?
16, 17. ¿Qué responsabilidades delegó Jesús en sus discípulos?
18-20. a) ¿Cómo podemos mostrar que confiamos en nuestros hermanos espirituales? b) ¿De qué forma podemos imitar la disposición de Jesús a delegar? c) ¿Qué trataremos en el siguiente capítulo?
[Recuadro de la página 171]
¿Cómo podemos seguir a Jesús?
● ¿Por qué es importante que sigamos el consejo de Jesús sobre el perdón? (Mateo 6:14, 15.)
● ¿Cómo podemos aplicar la lección de la parábola de Jesús sobre la necesidad de perdonar? (Mateo 18:23-35.)
● ¿Cómo les mostró Jesús consideración a sus discípulos, y de qué modo podemos imitarlo? (Mateo 20:17-19; Juan 16:12.)
● ¿Cómo le hizo saber Jesús a Pedro que confiaba en él, y cómo podemos nosotros mostrarles a los demás que confiamos en ellos? (Lucas 22:31, 32.)
[Ilustraciones de las páginas 164 y 165]
Los padres amorosos tienen paciencia y atienden las necesidades de sus hijos
[Ilustración a toda plana de la página 166]

Jesùs , “Se enterneció”


DOS ciegos están sentados junto al camino, muy cerca de Jericó. Como todos los días, han buscado un sitio por donde pase mucha gente y se ponen a pedir limosna. Sin embargo, ese día está a punto de ocurrir algo que les cambiará la vida por completo.
2 De repente oyen un alboroto. Como no pueden ver qué es lo que sucede, uno de ellos pregunta de qué se trata, y le contestan que “Jesús el Nazareno va pasando”. Jesús se dirige a Jerusalén por última vez; pero no viaja solo: le sigue una numerosa muchedumbre. Cuando se enteran de lo que está sucediendo, los mendigos comienzan a gritar con fuerza: “¡Señor, ten misericordia de nosotros, Hijo de David!”. La gente, muy molesta, les ordena que se callen, pero ellos están desesperados. No hay ninguna manera de silenciarlos.
3 Jesús oye los gritos por encima del ruido de la muchedumbre. ¿Cómo va a reaccionar? Recordemos que graves preocupaciones ocupan su mente y su corazón, pues pronto entrará en su última semana de vida en la Tierra; además, sabe que en Jerusalén le aguardan muchos sufrimientos y una muerte cruel. Pero a pesar de todo, Jesús no pasa por alto los insistentes gritos. Se detiene, pide que le traigan a quienes están causando el alboroto y les pregunta qué quieren. “Señor, que se abran nuestros ojos”, le ruegan los dos ciegos. “Enternecido”, Jesús les toca los ojos. Ellos recobran la vista e inmediatamente lo siguen (Lucas 18:35-43; Mateo 20:29-34).
4 El anterior no fue un caso aislado. En múltiples ocasiones y en muy diversas circunstancias, Jesús demostró honda compasión. La Biblia predijo que le tendría “lástima al de condición humilde” (Salmo 72:13). En armonía con esas palabras, Jesús fue sensible a los sentimientos ajenos y tomó la iniciativa para ayudar a la gente. De hecho, podría decirse que la compasión fue el motor de su predicación. Veamos cómo se revela en los Evangelios la tierna compasión que impulsaba sus actos y palabras, y cómo podemos nosotros mostrar ese mismo sentimiento.
Fue sensible a los sentimientos ajenos
5 Jesús era un hombre que sentía profunda empatía por los demás, pues se identificaba con los que sufrían y sabía ponerse en su lugar. Aunque no pasó por las mismas circunstancias que ellos, sentía su dolor en el corazón (Hebreos 4:15). Cuando sanó a una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, describió su enfermedad como “penosa”, reconociendo la profunda angustia y aflicción que debió de haberle causado (Marcos 5:25-34). Al ver a María y a los que la acompañaban llorando por la muerte de Lázaro, le afectó tanto su pena que se agitó en lo más íntimo de su ser, y aunque sabía que pronto resucitaría a su amigo, se conmovió hasta las lágrimas (Juan 11:33, 35).
6 En otra ocasión vino a él un leproso y le suplicó: “Si tan solo quieres, puedes limpiarme”. ¿Cómo reaccionó Jesús? Recordemos que, por ser un hombre perfecto, nunca se había enfermado. Sin embargo, sintió mucha lástima, sí, “se enterneció” (Marcos 1:40-42). Entonces hizo algo insólito. Él sabía muy bien que la Ley consideraba impuros a los leprosos y que les estaba prohibido entremezclarse con la gente (Levítico 13:45, 46). Sin duda alguna, hubiera podido sanar a aquel hombre sin necesidad de tener contacto físico con él (Mateo 8:5-13). No obstante, prefirió extender la mano y tocarlo mientras le decía: “Quiero. Sé limpio”. Y al instante desapareció la lepra. ¡Cuánta empatía y ternura encierra este gesto de Jesús!
7 A los cristianos se nos manda imitar la empatía de Jesús. La Biblia nos exhorta a “[compartir] sentimientos como compañeros” (1 Pedro 3:8). Quizás no sea fácil comprender lo que sienten quienes padecen una enfermedad crónica o sufren depresión, sobre todo si uno no lo ha experimentado en carne propia. Pero recordemos que la empatía no depende de que uno haya pasado por las mismas experiencias que el otro. Jesús tuvo empatía con los enfermos aunque nunca supo lo que era estar enfermo. Entonces, ¿cómo se cultiva esta cualidad? Escuchando con paciencia cuando alguien nos abre su corazón y nos confía sus sentimientos. Preguntémonos: “¿Cómo me sentiría yo si estuviera en su lugar?” (1 Corintios 12:26). Si nos hacemos más sensibles a los sentimientos ajenos, estaremos mejor preparados para “[hablar] confortadoramente a las almas abatidas” (1 Tesalonicenses 5:14). A veces, la empatía no se manifiesta solo con palabras, sino también con lágrimas. “Lloren con los que lloran”, señala Romanos 12:15.
8 Jesús era considerado con la gente y siempre tomaba en cuenta sus sentimientos. Recordemos la ocasión en que le llevaron un hombre sordo y que apenas podía hablar. Es posible que Jesús percibiera el nerviosismo del hombre, de modo que hizo algo que por lo general no hacía en sus curaciones: “lo llevó aparte de la muchedumbre”. Allí, en privado y lejos de la mirada de la gente, lo sanó (Marcos 7:31-35).
9 Igual consideración le mostró a un ciego que le trajeron para que le devolviera la vista. “Tomando al ciego de la mano, lo sacó fuera de la aldea” y lo curó poco a poco. Lo hizo así tal vez para permitir que su cerebro y sus ojos se adaptaran gradualmente al complejo mundo, lleno de luz y color, que lo rodeaba (Marcos 8:22-26). ¡Qué considerado fue Jesús!
10 Ser discípulos de Jesús exige tomar en cuenta los sentimientos de los demás. Por eso tenemos cuidado con lo que decimos, pues sabemos que si usamos la lengua de manera irreflexiva, podemos herir u ofender gravemente a otras personas (Proverbios 12:18; 18:21). Las palabras ásperas, los comentarios despectivos y el sarcasmo mordaz no tienen cabida entre los cristianos (Efesios 4:31). Ancianos, ¿cómo pueden ustedes tomar en consideración los sentimientos de otros? Al aconsejar a alguien, háblenle con cariño y bondad, sin atacar su dignidad (Gálatas 6:1). Padres, ¿cómo pueden tener en cuenta los sentimientos de sus hijos? Cuando los disciplinen, háganlo de tal manera que ellos no se sientan demasiado avergonzados (Colosenses 3:21).
Tomó la iniciativa para ayudar a los demás
11 Jesús no mostró compasión únicamente cuando le suplicaron que lo hiciera. A fin de cuentas, la compasión no es una cualidad pasiva, sino activa, positiva. Por ello no sorprende que la tierna compasión lo impulsara a anticiparse a las necesidades ajenas. Por ejemplo, cuando una gran multitud estuvo con él tres días y se quedó sin nada que comer, nadie tuvo que decirle que la gente tenía hambre ni insinuarle que hiciera algo al respecto. Cuenta el relato: “Jesús llamó a sí a sus discípulos, y dijo: ‘Me compadezco de la muchedumbre, porque hace ya tres días que se han quedado conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos en ayunas. Posiblemente desfallezcan en el camino’”. Entonces, por iniciativa propia, los alimentó milagrosamente (Mateo 15:32-38).
12 Veamos otro suceso, que tuvo lugar en el año 31. Al llegar a la entrada de la ciudad de Naín, Jesús se encontró con una escena muy triste: salía un cortejo fúnebre, quizás en dirección a los sepulcros de una ladera cercana. Llevaban a enterrar al ‘hijo unigénito de una viuda’. ¿Se imagina el dolor que sentía esa madre? Estaba a punto de enterrar a su único hijo, y no tenía un esposo con quien compartir la pena. Jesús “alcanzó a verla” en medio del gentío. La imagen de esta viuda que se quedaba sin su hijo lo conmovió; sí, “se enterneció por ella”. Nadie tuvo que pedirle a Jesús que hiciera algo. La compasión que brotó de su corazón lo impulsó a tomar la iniciativa, de manera que “se acercó y tocó el féretro”, y le devolvió la vida al joven. ¿Qué ocurrió después? Jesús no le pidió al muchacho que se uniera a la multitud que viajaba con él, sino que se “lo dio a su madre”, uniéndolos de nuevo como una familia y asegurándose así de que la viuda tuviera quién cuidara de ella (Lucas 7:11-15).
13 ¿Cómo podemos copiar el ejemplo de Jesús? Es obvio que no podemos producir alimento milagrosamente ni hacer que los muertos vuelvan a la vida. Pero sí podemos imitar a Cristo tomando la iniciativa para brindar ayuda a quienes la necesitan. Tal vez un hermano sufra un fuerte revés económico o pierda su empleo (1 Juan 3:17). Puede que la casa de una viuda necesite reparaciones urgentes (Santiago 1:27). O quizás una familia haya perdido a un ser querido y precise consuelo o ayuda práctica (1 Tesalonicenses 5:11). En casos de verdadera necesidad no hace falta esperar a que alguien nos pida ayuda (Proverbios 3:27). La compasión nos moverá a tomar la iniciativa para socorrer a otros en la medida de nuestras posibilidades. Nunca olvidemos que un simple acto de bondad o unas breves palabras de consuelo que nazcan del corazón pueden ser muestras de compasión muy poderosas (Colosenses 3:12).
La compasión lo motivó a predicar
14 Como ya vimos en la sección 2, Jesús dio un ejemplo extraordinario en la predicación de las buenas nuevas. Dijo: “Tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado” (Lucas 4:43). ¿Por qué dio prioridad a esta obra? Principalmente por el amor que le tenía a Dios. Pero también tenía otro motivo: al ver las necesidades espirituales de la gente, sentía una profunda compasión. De todas las formas en que expresó compasión, saciar el hambre espiritual del pueblo fue la más importante. Examinemos dos episodios que revelan lo que Jesús sentía hacia aquellos a quienes predicaba. Esto nos permitirá analizar nuestros propios motivos al participar en el ministerio público.
15 En el año 31, tras casi dos años de trabajar arduamente en el ministerio, Jesús amplió su actividad y “emprendió un recorrido de todas las ciudades y aldeas” de Galilea. Lo que vio allí le conmovió el corazón. El apóstol Mateo informa: “Al ver las muchedumbres, se compadeció de ellas, porque estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor” (Mateo 9:35, 36). Jesús se apiadó de la gente común. Conocía muy bien el penoso estado espiritual en el que se hallaban. Sabía que eran víctimas de maltrato y descuido por parte de aquellos que precisamente se suponía que los cuidaran: sus propios líderes religiosos. Movido por la inmensa compasión, Jesús puso todo su empeño en llevarles un mensaje de esperanza. Más que cualquier otra cosa, necesitaban las buenas nuevas del Reino de Dios.
16 Algo parecido sucedió unos meses después, alrededor de la Pascua del año 32. Jesús y sus apóstoles subieron a una barca y cruzaron el mar de Galilea para buscar un lugar tranquilo donde descansar. Pero una multitud corrió por la orilla y llegó al otro lado antes que ellos. ¿Cómo reaccionó Jesús? “Al salir, él vio una muchedumbre grande, y se enterneció por ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Y comenzó a enseñarles muchas cosas.” (Marcos 6:31-34.) Una vez más, Jesús “se enterneció” al contemplar el terrible estado espiritual de la gente. “Como ovejas sin pastor”, estaban hambrientas y abandonadas. Fue la compasión, y no un simple sentido del deber, lo que lo impulsó a predicar.
17 ¿Qué nos mueve a nosotros, como seguidores de Jesús, a participar en el ministerio? Como se indicó en el capítulo 9 de este libro, tenemos la comisión —la responsabilidad— de predicar y hacer discípulos (Mateo 28:19, 20; 1 Corintios 9:16). Sin embargo, el motivo por el cual realizamos dicha labor tiene que ser más que el simple sentido del deber. Lo que nos motiva a predicar las buenas nuevas del Reino es, ante todo, el amor a Jehová. También nos impulsa la compasión que sentimos por quienes no comparten nuestras creencias (Marcos 12:28-31). Ahora bien, ¿cómo se cultiva la compasión?
18 Es preciso ver a las personas como las veía Jesús: “desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor”. Imagínese, por ejemplo, que usted se encuentra con un corderito que está perdido, muriéndose de hambre y de sed porque no hay un pastor que lo conduzca a verdes pastos ni a fuentes de agua. ¿No le inspiraría lástima? ¿No haría todo lo posible por darle algo de comer y beber? Pues así se hallan muchas personas que no conocen el mensaje de las buenas nuevas. Como sus pastores religiosos las han descuidado, se están muriendo de hambre y sed espiritual y carecen de una esperanza real para el futuro. Nosotros tenemos lo que ellas necesitan: el nutritivo alimento espiritual y las refrescantes aguas de la verdad procedentes de la Palabra de Dios (Isaías 55:1, 2). Cuando pensamos en las necesidades espirituales de la gente, se nos conmueve el corazón. Si, como Jesús, sentimos profunda compasión por ellos, haremos todo lo posible por comunicarles la esperanza del Reino.
19 ¿Cómo podemos estimular a otras personas a seguir el ejemplo de Jesús? Supongamos que queremos animar a un estudiante de la Biblia para que reúna los requisitos y empiece a predicar, o que deseamos ayudar a un cristiano inactivo para que vuelva a participar de lleno en el ministerio. ¿Cómo lo hacemos? Tenemos que llegarles al corazón. Recordemos que Jesús primero “se enterneció” por la gente y luego le enseñó (Marcos 6:34). Por lo tanto, si los ayudamos a que sientan compasión por los demás, es posible que el corazón los motive a predicar las buenas nuevas, como hizo Jesús. Podemos preguntarles: “¿Cómo mejoró su vida cuando aceptó el mensaje del Reino? ¿No cree que las personas que no conocen las buenas nuevas también necesitan oírlas? ¿Qué puede hacer para ayudarlas?”. No nos olvidamos, claro está, de que el principal motivo para participar en el ministerio es el amor a Dios y el deseo de servirle.
20 Ser seguidor de Jesús implica más que repetir sus palabras y copiar sus acciones: tenemos que cultivar su “actitud mental” (Filipenses 2:5). Por eso, ¡cuánto agradecemos que la Biblia nos revele los pensamientos y sentimientos que impulsaban sus palabras y actos! Si nos familiarizamos con “la mente de Cristo”, nos será más fácil desarrollar sensibilidad y sincera compasión para tratar a las personas como él las trataba (1 Corintios 2:16). En el siguiente capítulo veremos diversas maneras como Jesús mostró amor a sus seguidores en particular.
[Notas]
Se ha dicho que la palabra griega que se traduce “enternecido” es uno de los términos que expresa con mayor fuerza la idea de compasión en ese idioma. Según una obra de consulta, indica “no solo un sentimiento de pena ante el sufrimiento, sino, además, un fuerte deseo de aliviarlo y ponerle fin”.
El adjetivo griego que se traduce “compartiendo sentimientos como compañeros” significa literalmente “que comparte el mismo sufrimiento”.
[Preguntas del estudio]
 1-3. a) ¿De qué manera responde Jesús a las súplicas que le hacen dos mendigos? b) ¿Qué significa la palabra “enternecido”? (Véase la nota.)
 4. ¿Cómo cumplió Jesús la profecía de que le tendría “lástima al de condición humilde”?
 5, 6. ¿Qué ejemplos muestran que Jesús sentía empatía?
 7. ¿Qué nos ayudará a cultivar la empatía, y cómo la manifestamos?
 8, 9. ¿Cómo mostró Jesús consideración por los sentimientos de los demás?
10. ¿Cómo podemos tomar en consideración los sentimientos de los demás?
11, 12. ¿Qué relatos bíblicos indican que Jesús no mostró compasión únicamente cuando le suplicaron que lo hiciera?
13. A semejanza de Jesús, ¿cómo podemos tomar la iniciativa para brindar ayuda a quienes la necesitan?
14. ¿Por qué dio Jesús prioridad a la predicación de las buenas nuevas?
15, 16. Describa dos episodios que revelan lo que sentía Jesús hacia aquellos a quienes predicaba.
17, 18. a) ¿Qué nos impulsa a participar en el ministerio? b) ¿Cómo podemos cultivar la compasión?
19. ¿Cómo pudiéramos motivar a un estudiante de la Biblia para que reúna los requisitos y participe en el ministerio?
20. a) ¿Qué implica ser seguidor de Jesús? b) ¿Qué veremos en el siguiente capítulo?
[Recuadro de la página 160]
¿Cómo podemos seguir a Jesús?
● ¿De qué manera se mostró Jesús compasivo al ejercer su autoridad, y cómo podemos imitarlo? (Mateo 11:28-30.)
● ¿Por qué es importante seguir el ejemplo de misericordia y compasión de Jesús? (Mateo 9:9-13; 23:23.)
● ¿Qué acciones de Jesús demostraron que comprendía los sentimientos ajenos, y cómo podemos copiar su ejemplo? (Lucas 7:36-50.)
● ¿Cómo demuestra la parábola del buen samaritano que la compasión es una cualidad activa, y cómo podemos poner en práctica la lección que nos deja dicha parábola? (Lucas 10:29-37.)
[Ilustración de la página 151]
“Señor, que se abran nuestros ojos”
[Ilustración de la página 154]
‘Compartamos sentimientos como compañeros’
[Ilustración de la página 157]
Tomemos la iniciativa para brindar ayuda a quienes la necesitan
[Ilustración de la página 159]
Prediquemos con compasión

A JESÙS , “Se le acercaron grandes muchedumbres”


JESÚS sabe que el fin de su vida en la Tierra está muy próximo. Solo le quedan unas pocas semanas, y aún tiene mucho que hacer. Acompañado de sus apóstoles, ha estado predicando por la región de Perea, al este del río Jordán. Ahora se dirige al sur, a Jerusalén, donde celebrará su última Pascua, la más importante de su vida.
2 Acaba de mantener una seria conversación con algunos líderes religiosos cuando, de pronto, se forma un pequeño alboroto: la gente está trayendo a sus hijos para que lo vean. Y al parecer, hay niños de todas las edades. Llegamos a esa conclusión porque Marcos se refiere a ellos con la misma palabra con que había descrito anteriormente a una niña de 12 años, mientras que Lucas usa un vocablo que puede traducirse por “bebés” (Lucas 18:15; Marcos 5:41, 42; 10:13). Como es natural, donde hay chiquillos, hay algarabía y revuelo. Tal vez los discípulos de Jesús piensan que su Maestro está muy ocupado para perder el tiempo con niños, y por eso reprenden a los padres. Pero ¿qué hace Jesús?
3 Al ver lo que está sucediendo, Jesús se indigna. ¿Con quiénes? ¿Con los niños? ¿Con los padres? No: con sus discípulos. “Dejen que los niñitos vengan a mí —dice—; no traten de detenerlos, porque el reino de Dios pertenece a los que son así. En verdad les digo: El que no reciba el reino de Dios como un niñito, de ninguna manera entrará en él.” Luego los toma “en los brazos” y los bendice (Marcos 10:13-16). De las palabras empleadas por Marcos se deduce que Jesús los abraza con cariño, quizás tomando en brazos a los más pequeños. Es obvio que Jesús ama a los niños, pero este pasaje nos enseña algo más acerca de él: que es bondadoso y accesible en su trato.
4 Si Jesús fuera un hombre severo, frío u orgulloso, seguramente aquellos niños no se sentirían cómodos con él, ni sus padres se le acercarían con tanta confianza. Imagínese la escena. ¿Ve a los padres sonriendo encantados mientras este hombre, de carácter amable, trata con cariño a sus hijos, les expresa cuánto valen a los ojos de Dios y los bendice? A pesar de que lleva sobre sus hombros la más pesada de las responsabilidades, Jesús sigue siendo un hombre extraordinariamente accesible.
5 ¿Qué clase de personas se acercaban a Jesús? ¿Qué cualidades lo hacían tan abordable? ¿Cómo podemos aprender a ser como él?
¿Qué clase de personas se acercaban a Jesús?
6 Cuando uno lee los Evangelios, se sorprende al ver la cantidad de gente que se acercaba a Jesús sin ningún temor. Con frecuencia se habla de “grandes muchedumbres” que estaban con él: “grandes muchedumbres le siguieron de Galilea”, “grandes muchedumbres se reunieron junto a él”, “se le acercaron grandes muchedumbres”, “grandes muchedumbres viajaban con él” (Mateo 4:25; 13:2; 15:30; Lucas 14:25). Así es: a menudo estaba rodeado de muchísima gente.
7 Estas eran, en general, personas comunes y corrientes, aquellas a quienes los líderes religiosos llamaban con desprecio “gente de la tierra”. Los fariseos y los sacerdotes no tenían ningún reparo en decir: “Esta muchedumbre que no conoce la Ley son unos malditos” (Juan 7:49). Escritos rabínicos de fechas posteriores también evidencian esta actitud arrogante. La mayoría de los líderes menospreciaban a la gente común, razón por la cual no comían en su compañía; tampoco les compraban ni se relacionaban con ellos. Más aún, algunos afirmaban que los que no conocían la ley oral no resucitarían. No nos extraña que, en vez de acudir a estos líderes en busca de ayuda o consejo, la gente humilde evitara tener algún trato con ellos. Pero Jesús era muy diferente.
8 Jesús se mezclaba libremente con el pueblo. Comía con ellos, los curaba, les enseñaba y les daba una esperanza. Desde luego, era realista y se daba cuenta de que la mayoría no aprovecharía la oportunidad que se le brindaba de servir a Jehová (Mateo 7:13, 14). Pero aun así esperó lo mejor de los demás y vio en muchos las cualidades necesarias para hacer lo bueno. ¡Qué distinto de aquellos sacerdotes y fariseos de corazón duro! Y, por raro que parezca, hasta algunos sacerdotes y fariseos acudían a él. Muchos de ellos incluso cambiaron y se convirtieron en sus seguidores (Hechos 6:7; 15:5). Además, entre las personas que buscaron a Jesús, también hubo algunos ricos y poderosos (Marcos 10:17, 22).
9 Las mujeres tampoco temían abordar a Jesús. Imagínese las veces que habrían sufrido el humillante desprecio de sus jefes espirituales. Los rabinos generalmente veían mal que se les enseñara a las mujeres; de hecho, ni siquiera se les permitía testificar en los juicios porque se las consideraba poco confiables. Estos maestros llegaron al colmo de tener una oración en la que daban gracias a Dios por no haber nacido mujer. En cambio, Jesús no era así. Muchas mujeres acudían a él deseosas de aprender. Un ejemplo lo encontramos en María, la hermana de Lázaro: mientras su hermana Marta se hallaba ajetreada e inquieta preparando la comida, María se sentó a los pies del Maestro a escuchar absorta sus palabras. Y Jesús la elogió por esta actitud, por haber establecido bien sus prioridades (Lucas 10:39-42).
10 También los enfermos, a quienes los líderes religiosos trataban como marginados, acudieron en masa a Jesús. Es cierto que la Ley mosaica mandaba poner en cuarentena a los leprosos por razones sanitarias, pero esto de ninguna manera era una justificación para que se los tratara con crueldad (Levítico, capítulo 13). Sin embargo, las reglas rabínicas escritas posteriormente consideraban a los leprosos tan repulsivos como el excremento. Algunos de aquellos dirigentes llegaban al extremo de arrojarles piedras para mantenerlos a distancia. ¿Cómo podría una persona víctima de semejante trato encontrar el valor para abordar a un maestro? Pero sí hubo leprosos que abordaron a Jesús. Probablemente recuerde que uno de ellos, mostrando gran fe, dijo: “Señor, si tan solo quieres, puedes limpiarme” (Lucas 5:12). En el próximo capítulo analizaremos la contestación de Jesús. Pero, de momento, este relato nos ayuda a ver con claridad cuán accesible era él.
11 Las personas agobiadas por los sentimientos de culpa también se acercaban a Jesús con confianza. Por ejemplo, en cierta ocasión, él se hallaba comiendo en casa de un fariseo cuando entró una mujer conocida por su vida inmoral. Ella se arrodilló a sus pies y se puso a llorar, presa del remordimiento. Con sus lágrimas le lavó los pies y después se los secó con sus cabellos. El anfitrión, indignado, juzgó severamente a Jesús por dejar que aquella mujer se le acercara; Jesús, por el contrario, alabó con bondad su arrepentimiento sincero y le aseguró que Jehová la perdonaría (Lucas 7:36-50). Hoy, más que nunca, son muchas las personas abrumadas por los sentimientos de culpa que necesitan tener esa confianza: necesitan saber que pueden abordar a quienes están en condiciones de ayudarlas a corregir su situación ante Dios. Ahora bien, ¿qué cualidades hicieron de Jesús una persona tan tratable?
¿Qué cualidades lo hacían una persona tan accesible?
12 No olvidemos que Jesús imitaba perfectamente a su amado Padre celestial (Juan 14:9). La Biblia nos recuerda que Jehová “no está muy lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27). Él es el “Oidor de la oración” y siempre está disponible para sus siervos fieles, así como para todo el que quiera hallarlo y servirle (Salmo 65:2). Imagínese: ¡el Personaje más importante y poderoso del universo es al mismo tiempo el más accesible! Jesús, al igual que su Padre, ama a la gente, como analizaremos en capítulos posteriores. Pero ese intenso amor que sentía por las personas no quedaba oculto en su corazón, sino que saltaba a la vista, y eso era lo que hacía de Jesús una persona tan abordable. Examinemos algunas maneras en las que demostró este sentimiento.
13 Las personas percibían enseguida que Jesús se interesaba en ellas individualmente. Su interés no se desvanecía ni siquiera al estar bajo presión. Como vimos antes, cuando los padres le llevaron a sus hijos, él les dedicó atención a pesar de estar ocupado y cargado de enormes responsabilidades. ¡Qué buen ejemplo para los que son padres! Aunque criar una familia en este mundo moderno no es nada fácil, es esencial que los hijos sepan que pueden contar con sus padres. Si usted tiene hijos, sabe que hay momentos en que las ocupaciones le impiden darles la atención que necesitan. Pero ¿podría asegurarles que les dedicará tiempo en cuanto le sea posible? Si cumple su promesa, sus hijos aprenderán dos cosas: que la paciencia tiene su premio y que usted siempre estará disponible para ayudarlos con cualquier dificultad o preocupación que tengan.
14 Jesús se mostraba comprensivo con las preocupaciones de la gente. Tomemos como ejemplo el primer milagro que realizó. Jesús había ido a un banquete de bodas en Caná, una ciudad de Galilea, y durante la fiesta surgió una situación embarazosa: ¡se acabó el vino! ¿Qué hizo Jesús cuando su madre, María, se lo comunicó? Pidió a los sirvientes que llenaran de agua seis tinajas de piedra y le llevaran una muestra del contenido al director del banquete. Cuando este la probó, se llevó una gran sorpresa: era vino de la mejor calidad. ¿Hizo Jesús algún truco o juego de manos? No, el agua “había sido convertida en vino” (Juan 2:1-11). Los hombres siempre han soñado con transformar un elemento en otro. Los alquimistas intentaron durante siglos convertir plomo en oro, pero nunca lo lograron, y eso que ambos metales son muy parecidos. ¿Qué puede decirse del agua y el vino? En lo que tiene que ver con su composición química, el agua es una sustancia sencilla formada por la combinación de dos elementos básicos, en tanto que el vino contiene alrededor de mil componentes, muchos de los cuales son compuestos complejos. ¿Por qué realizaría Jesús un acto tan extraordinario por algo tan insignificante como la falta de vino en una boda?
15 Para los novios, no se trataba de un asunto insignificante, pues en el antiguo Oriente Medio era de suma importancia mostrar hospitalidad a los invitados. Por eso, que se terminara el vino en el banquete de bodas les habría causado a los novios muchísima vergüenza, y habría empañado la felicidad del momento y los recuerdos que guardarían en los años por venir. Era una situación crítica para los recién casados. Jesús comprendió su angustia, y por eso intervino. ¿Entiende ahora por qué la gente iba a él con sus inquietudes?
16 Encontramos aquí otra valiosa lección para los padres. ¿Qué hace usted cuando su hijo viene con un problema? ¿No le hace ningún caso, diciéndole que el asunto no tiene importancia? ¿Se ríe de él? Puede que en comparación con sus propios problemas, los de su hijo parezcan de poca importancia; pero recuerde que para él no son una pequeñez. Si algo es importante para su hijo, a quien usted quiere tanto, ¿no debería serlo también para usted? Al interesarse por los asuntos de sus hijos, les mostrará que pueden acercarse a usted con toda confianza.
17 Como analizamos en el capítulo 3, Jesús era apacible y humilde (Mateo 11:29). La apacibilidad es una cualidad hermosa, una prueba evidente de la humildad de una persona; forma parte del fruto del espíritu santo y está vinculada a la sabiduría divina (Gálatas 5:22, 23; Santiago 3:13). Jesús demostró esta cualidad, pues mantuvo completo autodominio aun bajo las peores provocaciones. Fue apacible, pero de ningún modo débil. Hablando de esta virtud, cierto biblista dijo: “Tras esa docilidad está la fuerza del acero”. En efecto, se necesita valor para controlar el carácter y tratar con bondad a los demás. Con la ayuda de Jehová podremos imitar la apacibilidad de Jesús y ser personas más abordables.
18 Jesús era razonable. Estando en la ciudad de Tiro, salió a su encuentro una mujer cuya hija estaba “terriblemente endemoniada”. De tres maneras diferentes él le dio a entender que no se sentía muy dispuesto a concederle lo que ella deseaba. Primero, no le contestó ni una palabra; después, le dio una razón por la que no quería hacer lo que ella le pedía y, por último, con un ejemplo, le aclaró aún más lo que quería decir. Ahora bien, ¿se mostró frío o inflexible? ¿La hizo sentir que estaba pisando terreno peligroso al atreverse a contestarle a él, un hombre tan importante? No, la mujer habló confiada. No solo le pidió que la socorriera, sino que siguió insistiendo a pesar de que Jesús no parecía estar muy dispuesto a ayudarla. Al ver la fe tan extraordinaria que la impulsaba a persistir, Jesús sanó a su hija (Mateo 15:22-28). Así es: la gente realmente quería acercarse a Jesús, pues veía en él a un hombre razonable, dispuesto a escuchar y a ceder cuando la situación lo requiriera.
¿Somos accesibles?
19 A la gente le gusta creer que es abordable. Por ejemplo, a algunas personas que gozan de autoridad les encanta decir que siguen una “política de puertas abiertas”, en el sentido de que siempre están disponibles para quienes trabajan a su lado. No obstante, la Biblia contiene esta sabia observación: “Una multitud de hombres proclama cada cual su propia bondad amorosa, pero al hombre fiel, ¿quién lo puede hallar?” (Proverbios 20:6). Es fácil decir que somos accesibles, pero ¿en realidad estamos copiando fielmente a Jesús en este aspecto? La respuesta a esta pregunta no está en cómo nos vemos nosotros mismos, sino en cómo nos ven los demás. Pablo dijo: “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes” (Filipenses 4:5). Por lo tanto, hacemos bien en preguntarnos: “¿Cómo me ve la gente? ¿Qué reputación tengo?”.
20 Los ancianos cristianos en particular se esfuerzan por ser accesibles. Desean de corazón estar a la altura de la descripción que hace Isaías 32:1, 2: “Cada uno tiene que resultar ser como escondite contra el viento y escondrijo contra la tempestad de lluvia, como corrientes de agua en país árido, como la sombra de un peñasco pesado en una tierra agotada”. Para ser una fuente de protección y alivio, el anciano debe ser accesible. Claro, esto no siempre es fácil, pues los ancianos llevan una pesada carga de responsabilidad en estos tiempos tan difíciles. Con todo, se esfuerzan por nunca dar la impresión de que están tan ocupados que no pueden atender las necesidades del rebaño de Dios (1 Pedro 5:2). Por su parte, los demás miembros de la congregación no esperan de estos hombres fieles más de lo razonable, y demuestran humildad y un espíritu de cooperación (Hebreos 13:17).
21 También los padres deben tratar de ser siempre accesibles. ¡Hay tanto en juego! Quieren que sus hijos sepan que pueden confiar en ellos. Por eso procuran ser apacibles y razonables, y evitan reaccionar exageradamente cuando un hijo les confiesa que ha cometido una falta o cuando su manera de razonar no sea la correcta. Educan a sus hijos con paciencia y tratan de mantener siempre abiertas las vías de comunicación. A decir verdad, todos queremos ser accesibles, como lo fue Jesús. En el próximo capítulo hablaremos de una de las cualidades que más contribuyó a que su trato fuera tan cordial: su profunda compasión.
[Nota]
Los químicos saben que el plomo y el oro son elementos que están muy cerca uno de otro en la tabla periódica. Un átomo de plomo tiene en su núcleo solo tres protones más que el oro. De hecho, los físicos modernos han logrado convertir pequeñas cantidades de plomo en oro, pero el proceso no es rentable debido a la gran cantidad de energía que se necesita.
[Preguntas del estudio]
 1-3. ¿Qué sucede cuando algunos padres le llevan sus hijos a Jesús, y qué nos enseña acerca de él este pasaje?
 4, 5. a) ¿Por qué podemos estar seguros de que Jesús era una persona accesible? b) ¿Qué preguntas examinaremos en este capítulo?
 6-8. ¿Quiénes solían acompañar a Jesús, y qué contraste había entre la actitud de él y la de los líderes religiosos?
 9. ¿Por qué no temían abordar a Jesús las mujeres?
10. A diferencia de los líderes religiosos, ¿cómo trató Jesús a los enfermos?
11. ¿Qué ejemplo hay de que las personas agobiadas por la culpa se acercaban a Jesús con confianza, y qué importancia tiene este hecho?
12. ¿Por qué no sorprende que Jesús fuera tan abordable?
13. ¿Cómo pueden los padres imitar a Jesús?
14-16. a) ¿En qué circunstancias se sintió impulsado Jesús a realizar su primer milagro, y por qué fue un acto extraordinario? b) ¿Qué revela sobre Jesús el milagro que realizó en Caná, y qué lección contiene para los padres?
17. ¿Qué ejemplo de apacibilidad dio Jesús, y por qué podemos decir que hay que tener valor para ser apacible?
18. ¿Qué ejemplo revela que Jesús era razonable? ¿Por qué cree usted que necesitamos esta cualidad para ser accesibles?
19. ¿Cómo podemos saber si de verdad somos accesibles?
20. a) ¿Por qué es importante que los ancianos sean accesibles? b) ¿Por qué no debemos esperar de los ancianos de la congregación más de lo razonable?
21. ¿Cómo pueden los padres tratar de ser siempre accesibles, y qué analizaremos en el próximo capítulo?
[Recuadro de la página 149]
¿Cómo podemos seguir a Jesús?
● ¿Cómo nos ayuda a ser accesibles el que escuchemos con atención a los demás cuando responden a las preguntas que les hacemos? (Mateo 16:13-17.)
● ¿Cómo mostró Jesús que era accesible aun cuando interrumpían su soledad, y cómo podemos imitarlo? (Marcos 6:31-34.)
● ¿Cómo veía Jesús a los no creyentes? ¿Por qué nos hará accesibles el que tengamos la misma opinión equilibrada? (Lucas 5:29-32.)
● Ya que Jesús fue positivo al juzgar a las personas, ¿cómo nos ayudará a ser más accesibles imitar esta actitud? (Juan 1:47.)
[Ilustración de la página 143]
“Dejen que los niñitos vengan a mí”
[Ilustración de la página 146]
Demuéstreles a sus hijos que usted siempre está listo para escucharlos y que de veras se interesa por ellos
[Ilustración de la página 148]
Los ancianos procuran ser personas accesibles

JESÙS DICE = “Yo amo al Padre”


EL ANCIANO introduce la pluma en el tintero mientras en su mente afloran los recuerdos. Su nombre es Juan, y es el último apóstol de Jesucristo que sigue vivo. Ya casi centenario, se remonta a unas siete décadas atrás, a la noche más memorable de todas: la última que él y otros apóstoles pasaron con Jesús antes de su muerte. Guiado por el espíritu santo, recuerda y escribe con todo detalle lo ocurrido.
2 Aquella noche, Jesús declaró abiertamente que sería ejecutado poco después, y Juan es el único que revela la razón por la que el Hijo de Dios se sometería a tan terrible final: “Para que el mundo conozca que yo amo al Padre, así como el Padre me ha dado mandamiento de hacer, así hago. Levántense, vámonos de aquí” (Juan 14:31).
3 “Yo amo al Padre.” Para Jesús, eso era lo más importante. Y no lo decimos porque él lo repitiera constantemente. De hecho, Juan 14:31 es el único pasaje de la Biblia donde él expresa su amor al Padre de modo tan directo. Lo decimos, más bien, porque él vivió esas palabras. Su amor a Jehová se evidenciaba día tras día. Su valor, su obediencia y su aguante eran prueba de ello. Todo su ministerio estaba motivado por el amor.
4 Para muchos, ser amoroso equivale a ser blando. Tal vez piensen en los poemas y las canciones de amor o hasta en la frivolidad que a veces se asocia con el amor romántico. Es cierto que la Palabra de Dios habla del amor romántico, pero lo hace de una manera más digna que la que es habitual en este mundo (Proverbios 5:15-21). Sin embargo, la Biblia le concede mucha más atención a otra clase de amor. No se trata de simple pasión ni de una emoción pasajera; tampoco es un concepto puramente filosófico o teórico. En realidad, en él intervienen tanto la mente como el corazón. Brota desde lo más recóndito de nuestro ser, se rige por nobles principios y se traduce en buenas acciones. No es para nada frívolo. “El amor nunca falla”, asegura la Palabra de Dios (1 Corintios 13:8).
5 De todos los seres humanos que han vivido a lo largo de la historia, Jesús es quien más ha amado a Jehová. Nadie ha cumplido a mayor grado el mandamiento que él mismo citó como el más importante: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Marcos 12:30). ¿Cómo desarrolló Jesús este amor tan intenso por su Padre? ¿Cómo lo mantuvo fuerte mientras vivió en la Tierra? ¿Y de qué manera podemos imitar su ejemplo?
Los más antiguos y fuertes lazos de amor
6 ¿Le ha sucedido alguna vez que, al realizar una tarea junto con un amigo, los dos llegaron a conocerse mejor y la amistad se hizo más estrecha? Esta agradable experiencia nos ayuda a comprender un poco mejor el amor que creció entre Jehová y su Hijo unigénito. Aunque ya en más de una ocasión hemos hecho referencia a Proverbios 8:30, volvamos a estudiarlo en su contexto. Los versículos 22 a 31 describen por inspiración divina a la sabiduría personificada. ¿Cómo sabemos que este pasaje alude al Hijo de Dios?
7 En el versículo 22, la sabiduría afirma: “Jehová mismo me produjo como el principio de su camino, el más temprano de sus logros de mucho tiempo atrás”. Estas palabras tienen que referirse a algo más que simplemente la sabiduría. ¿Por qué decimos esto? Porque dicha cualidad nunca fue ‘producida’, nunca tuvo principio, pues Jehová siempre ha existido y siempre ha sido sabio (Salmo 90:2). En cambio, el Hijo de Dios fue “el primogénito de toda la creación”. Fue producido, o creado, por Jehová como la primera de sus obras (Colosenses 1:15). Así es, el Hijo existió mucho antes que los cielos y la Tierra, como lo describe Proverbios. Y en su función de la Palabra, o el Vocero de Dios, era la expresión perfecta de la sabiduría de Jehová (Juan 1:1).
8 ¿En qué se ocupó el Hijo durante el inmenso período de tiempo que vivió antes de venir a la Tierra? El versículo 30 nos dice que estuvo con Dios como “obrero maestro”. ¿Qué quiere decir eso? Colosenses 1:16 explica: “Por medio de él todas las otras cosas fueron creadas en los cielos y sobre la tierra [...]. Todas las otras cosas han sido creadas mediante él y para él”. De modo que Jehová, el Creador, utilizó a su Hijo, el Obrero Maestro, para dar existencia a todo lo demás: desde las criaturas espirituales hasta el vasto universo material, incluidos la Tierra y su asombrosa variedad de fauna y flora, así como la obra cumbre de la creación terrestre, el hombre. Hasta cierto punto, podemos asemejar la colaboración entre Padre e Hijo a la de un arquitecto y su contratista: este último se especializa en hacer realidad los ingeniosos proyectos de aquel. Cuando algún aspecto de la creación nos llena de asombro, atribuimos el mérito al Gran Arquitecto (Salmo 19:1). Pero, al mismo tiempo, podemos reflexionar sobre la larga y feliz colaboración que existió entre el Creador y su “obrero maestro”.
9 Cuando dos seres humanos imperfectos trabajan en contacto muy estrecho, a veces les cuesta llevarse bien. Pero este no fue el caso de Jehová y su Hijo. El Hijo trabajó con el Padre por millones y millones de años y estuvo “alegre delante de él todo el tiempo” (Proverbios 8:30). En efecto, le causaba un gran placer estar junto a su Padre, y ese sentimiento era mutuo. Naturalmente, el Hijo fue pareciéndose cada vez más al Padre al imitar sus cualidades; por eso no nos extraña que entre ellos se desarrollara un vínculo tan estrecho. Bien podemos decir que los unían los lazos de amor más antiguos y más fuertes de todo el universo.
10 ¿Qué efecto debe tener ello en nosotros? Tal vez nos parezca que jamás podríamos entablar un vínculo así de estrecho con Jehová. Es verdad que ninguno de nosotros goza de la privilegiada posición que ocupa el Hijo, pero sí tenemos una oportunidad excepcional. Recordemos que Jesús se unió más al Padre al trabajar con él. Pues bien, Jehová nos ofrece amorosamente la oportunidad de ser sus “colaboradores” (1 Corintios 3:9). No olvidemos nunca que al seguir el ejemplo de Jesús en el ministerio, somos colaboradores de Dios; de este modo, los lazos de amor que nos unen a Jehová se hacen cada vez más fuertes. ¿Habrá mayor privilegio que este?
¿Cómo mantuvo fuerte Jesús su amor por Jehová?
11 En cierto modo, el amor que anida en nuestro corazón podría compararse a un ser vivo. Como en el caso de una hermosa planta de interior, hay que nutrir y cuidar ese amor para que crezca; de lo contrario, languidece y muere. Jesús no dio por sentado su amor a Jehová, sino que lo mantuvo vivo y fuerte durante su vida en la Tierra. Veamos cómo lo hizo.
12 Retrocedamos al episodio en que Jesús, siendo un jovencito, habló con espontaneidad y franqueza en el templo de Jerusalén, y recordemos lo que dijo a sus angustiados padres: “¿Por qué tuvieron que andar buscándome? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?” (Lucas 2:49). Según parece, en su niñez, Jesús aún no tenía memoria de su existencia prehumana, pero sí sentía un amor intenso por su Padre, Jehová. Como sabía que la manera natural de expresar dicho sentimiento era adorándolo, no había en la Tierra un lugar que lo atrajera tanto como la casa de adoración pura de su Padre. Anhelaba estar allí y no quería marcharse. Además, no era un simple espectador: deseaba conocer más acerca de Jehová y comunicar a otras personas lo que sabía. Estos sentimientos no nacieron cuando cumplió 12 años, y tampoco murieron entonces.
13 En su existencia prehumana, el Hijo había aprovechado toda oportunidad para aprender de su Padre. La profecía de Isaías 50:4-6 revela que Jehová dio a su Hijo enseñanza especializada sobre el papel que desempeñaría como el Mesías. Y a pesar de que esto incluía conocer los padecimientos que sufriría el Ungido de Jehová, el Hijo demostró un gran deseo de aprender. Luego, cuando vino a la Tierra y fue adulto, no disminuyó su deseo de ir a la casa de su Padre para participar en la adoración y en la enseñanza que Jehová quería que se impartiera allí. Por eso, la Biblia nos cuenta que Jesús acudía fielmente al templo y a la sinagoga (Lucas 4:16; 19:47). Si deseamos mantener vivo y fuerte nuestro amor por Jehová, tenemos que ser constantes en las reuniones cristianas, que es donde lo adoramos y donde llegamos a conocerlo y amarlo más profundamente.
14 Otra forma en que Jesús mantuvo fuerte su amor a Jehová fue orando de continuo. Aunque era un hombre amigable y disfrutaba de estar con otras personas, es interesante notar lo mucho que valoraba la soledad. Por ejemplo, Lucas 5:16 dice que “continuaba en retiro en los desiertos áridos [...] orando”. Asimismo, Mateo 14:23 relata: “Por fin, habiendo despedido a las muchedumbres, subió solo a la montaña a orar. Aunque se hizo tarde, estaba allí solo”. Jesús buscó la soledad en estas y en otras ocasiones, no porque fuera un ermitaño ni porque rehuyera la compañía de los demás, sino porque deseaba estar a solas con su Padre y hablar libremente con él mediante la oración.
15 En sus oraciones, Jesús empleó a veces la expresión “Abba, Padre” (Marcos 14:36). En aquel entonces, Abba era una palabra cariñosa para “padre”, muy común en el uso familiar; figuraba entre las primeras palabras que aprendían los niños. Al mismo tiempo, era un término respetuoso. Si bien revelaba la intimidad del Hijo que habla a su Padre amado, también indicaba profundo respeto por la autoridad paterna de Jehová. Tal combinación de intimidad y respeto se percibe en todas las oraciones de Jesús registradas en la Biblia. Por ejemplo, en el capítulo 17 de Juan, el apóstol puso por escrito la larga y sincera oración que Jesús hizo la última noche de su vida humana. Cuando la estudiamos, nos sentimos profundamente conmovidos. Pero es fundamental que hagamos algo más: que imitemos dicha oración. ¿Cómo podemos hacerlo? No repitiéndola, por supuesto, sino buscando la forma de hablar desde el corazón con nuestro Padre celestial cuantas veces sea posible. Al hacerlo, mantendremos vivo y fuerte nuestro amor por él.
16 Como vimos anteriormente, Jesús no vivía repitiendo las palabras: “Yo amo al Padre”; pero muchas veces sí expresó su amor verbalmente. ¿De qué manera? Él mismo dijo: “Te alabo públicamente, Padre, Señor del cielo y de la tierra” (Mateo 11:25). Cuando estudiamos la sección 2 de este libro, vimos que a Jesús le deleitaba alabar a su Padre y ayudar a la gente a conocerlo. Por ejemplo, comparó a Jehová con un padre cuyo hijo se había ido por el mal camino. Este padre deseaba tanto perdonar al joven cuando se arrepintiera, que vivía aguardando su regreso. Por ello, cuando lo vio venir, estando todavía lejos, corrió a su encuentro y lo abrazó (Lucas 15:20). ¿Quién puede leer este pasaje sin conmoverse por la manera como ilustró Jesús el amor y la misericordia de Jehová?
17 Jesús alabó con frecuencia al Padre por su generosidad. Se valió del ejemplo de los padres imperfectos para mostrar cuán seguros podemos estar de que nuestro Padre nos dará el espíritu santo que necesitamos (Lucas 11:13). También habló de la esperanza que con tanta generosidad ofrece Jehová. Expresó su esperanza tan anhelada de volver a ocupar un lugar en el cielo al lado de su Padre (Juan 14:28; 17:5). Dio a conocer a sus seguidores la esperanza que Jehová da al “rebaño pequeño”, a saber, vivir en el cielo y gobernar junto con el Rey Mesiánico (Lucas 12:32; Juan 14:2). Y consoló a un malhechor moribundo con la esperanza de la vida en el Paraíso (Lucas 23:43). Hablar de la desbordante generosidad de su Padre de seguro lo ayudó a mantener fuerte su amor por él. Muchos discípulos de Cristo han descubierto que lo que más acrecienta el amor a Jehová o la fe en él es hablar de él y de la esperanza que ofrece a quienes lo aman.
¿Amaremos a Jehová como lo amó Jesús?
18 Debemos seguir a Jesús de muchas maneras, pero la más importante es esta: amar a Jehová con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas (Lucas 10:27). Este amor no se mide solo por nuestros sentimientos, sino también por nuestros actos. Jesús no se contentó con sentir amor por su Padre, ni se limitó a decir: “Yo amo al Padre”. Más bien, declaró: “Para que el mundo conozca que yo amo al Padre, así como el Padre me ha dado mandamiento de hacer, así hago” (Juan 14:31). Satanás afirmó que ningún ser humano serviría a Jehová por amor desinteresado (Job 2:4, 5). A fin de dar la más contundente respuesta a esa vil calumnia, Jesús mostró valientemente al mundo cuánto amaba a su Padre. Lo obedeció hasta el punto de entregar su propia vida. ¿Seguiremos a Jesús? ¿Le mostraremos al mundo que de verdad amamos a Jehová Dios?
19 Nuestro Padre sabe que tenemos una profunda necesidad espiritual de demostrarle el amor que sentimos por él, y por ello ha dispuesto que lo adoremos de tal manera que ese amor se nutra y fortalezca. Cuando asistamos a las reuniones cristianas, recordemos que estamos allí para adorar a Dios, lo cual incluye, entre otras cosas, orar con sinceridad, entonar cánticos de alabanza, prestar atención al programa y participar cuando sea posible. Las reuniones también nos brindan la oportunidad de animar a los hermanos en la fe (Hebreos 10:24, 25). Si adoramos a Jehová con regularidad en las reuniones, nuestro amor a él se hará más y más fuerte.
20 Lo mismo puede decirse del estudio personal, la meditación y la oración. Pensemos en estas acciones como formas de estar a solas con Jehová. Cuando estudiamos la Palabra escrita de Dios y meditamos en ella, recibimos los pensamientos que él nos quiere comunicar. ¿Y qué podemos decir de la oración? Al orarle, le abrimos nuestro corazón. No olvidemos que orar a Dios es más que sencillamente pedirle cosas; es una oportunidad para agradecerle las bendiciones que hemos recibido y alabarlo por sus maravillosas obras (Salmo 146:1). Por otro lado, no dejemos de alabar a Jehová públicamente con alegría y fervor, pues esta es la mejor manera de demostrarle nuestro amor y gratitud.
21 El amor a Dios es la clave de la felicidad eterna. Era todo lo que Adán y Eva necesitaban para ser obedientes, y lo único que no cultivaron. También es lo más importante para nosotros, pues lo necesitamos para superar cualquier prueba de fe, rechazar cualquier tentación o aguantar cualquier sufrimiento. En él reside la esencia de ser un seguidor de Jesús. Por supuesto, el amor a Dios va ligado al amor al prójimo (1 Juan 4:20). En los capítulos que siguen examinaremos cómo demostró Jesús su amor por la gente. El próximo capítulo nos mostrará por qué hubo tantas personas que se sintieron atraídas a él.
[Preguntas del estudio]
 1, 2. ¿Qué reveló Juan sobre lo ocurrido en la última noche que los apóstoles pasaron con Jesús?
 3. ¿Cómo mostró Jesús que amaba al Padre?
 4, 5. ¿Qué clase de amor fomenta la Biblia? ¿Qué puede decirse del amor de Jesús por Jehová?
 6, 7. ¿Cómo sabemos que Proverbios 8:22-31 describe al Hijo de Dios y no simplemente la cualidad de la sabiduría?
 8. ¿En qué se ocupó el Hijo durante su existencia prehumana, y sobre qué podemos reflexionar cuando admiramos la creación?
 9, 10. a) ¿Qué fortaleció el vínculo entre Jehová y su Hijo? b) ¿Cómo podemos fortalecer el vínculo con nuestro Padre celestial?
11-13. a) ¿En qué sentido podemos comparar el amor con un ser vivo, y qué hacía Jesús para mantener fuerte su amor a Jehová cuando era jovencito? b) ¿Cómo demostró el Hijo de Dios que deseaba conocer más acerca de Jehová tanto antes de venir a la Tierra como durante su vida aquí?
14, 15. a) ¿Por qué buscaba Jesús la soledad? b) ¿Cómo revelan intimidad y respeto las oraciones de Jesús a su Padre?
16, 17. a) ¿Con qué palabras expresó Jesús el amor que sentía por su Padre? b) ¿Cómo subrayó Jesús lo generoso que es su Padre?
18. ¿Cuál es la manera más importante de seguir a Jesús, y por qué razón?
19, 20. a) ¿Qué importantes razones tenemos para asistir a las reuniones cristianas con regularidad? b) ¿Cómo debemos ver el estudio personal, la meditación y la oración?
21. ¿Qué importancia tiene el amor a Jehová, y qué examinaremos en los capítulos siguientes?
[Recuadro de la página 138]
¿Cómo podemos seguir a Jesús?
● A imitación de Jesús, ¿cómo podemos mostrar confianza en Jehová cuando le oramos? (Juan 11:41, 42; Hebreos 11:6.)
● ¿Cómo expresamos amor sincero a Jehová por la manera como usamos su nombre? (Juan 17:6-8.)
● ¿Por qué exige el amor a Jehová que nos mantengamos separados del mundo, como hizo Jesús? (Juan 17:14-16; Santiago 4:8.)
● ¿Cómo podemos aplicar el consejo de Jesús de seguir amando a Jehová intensamente? (Revelación 2:1-5.)
[Ilustración de la página 135]
“Subió solo a la montaña a orar”