viernes, 30 de junio de 2017
Jesùs , “Se enterneció”
DOS ciegos están sentados junto al camino, muy cerca de Jericó. Como todos los días, han buscado un sitio por donde pase mucha gente y se ponen a pedir limosna. Sin embargo, ese día está a punto de ocurrir algo que les cambiará la vida por completo.
2 De repente oyen un alboroto. Como no pueden ver qué es lo que sucede, uno de ellos pregunta de qué se trata, y le contestan que “Jesús el Nazareno va pasando”. Jesús se dirige a Jerusalén por última vez; pero no viaja solo: le sigue una numerosa muchedumbre. Cuando se enteran de lo que está sucediendo, los mendigos comienzan a gritar con fuerza: “¡Señor, ten misericordia de nosotros, Hijo de David!”. La gente, muy molesta, les ordena que se callen, pero ellos están desesperados. No hay ninguna manera de silenciarlos.
3 Jesús oye los gritos por encima del ruido de la muchedumbre. ¿Cómo va a reaccionar? Recordemos que graves preocupaciones ocupan su mente y su corazón, pues pronto entrará en su última semana de vida en la Tierra; además, sabe que en Jerusalén le aguardan muchos sufrimientos y una muerte cruel. Pero a pesar de todo, Jesús no pasa por alto los insistentes gritos. Se detiene, pide que le traigan a quienes están causando el alboroto y les pregunta qué quieren. “Señor, que se abran nuestros ojos”, le ruegan los dos ciegos. “Enternecido”, Jesús les toca los ojos. Ellos recobran la vista e inmediatamente lo siguen (Lucas 18:35-43; Mateo 20:29-34).
4 El anterior no fue un caso aislado. En múltiples ocasiones y en muy diversas circunstancias, Jesús demostró honda compasión. La Biblia predijo que le tendría “lástima al de condición humilde” (Salmo 72:13). En armonía con esas palabras, Jesús fue sensible a los sentimientos ajenos y tomó la iniciativa para ayudar a la gente. De hecho, podría decirse que la compasión fue el motor de su predicación. Veamos cómo se revela en los Evangelios la tierna compasión que impulsaba sus actos y palabras, y cómo podemos nosotros mostrar ese mismo sentimiento.
Fue sensible a los sentimientos ajenos
5 Jesús era un hombre que sentía profunda empatía por los demás, pues se identificaba con los que sufrían y sabía ponerse en su lugar. Aunque no pasó por las mismas circunstancias que ellos, sentía su dolor en el corazón (Hebreos 4:15). Cuando sanó a una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, describió su enfermedad como “penosa”, reconociendo la profunda angustia y aflicción que debió de haberle causado (Marcos 5:25-34). Al ver a María y a los que la acompañaban llorando por la muerte de Lázaro, le afectó tanto su pena que se agitó en lo más íntimo de su ser, y aunque sabía que pronto resucitaría a su amigo, se conmovió hasta las lágrimas (Juan 11:33, 35).
6 En otra ocasión vino a él un leproso y le suplicó: “Si tan solo quieres, puedes limpiarme”. ¿Cómo reaccionó Jesús? Recordemos que, por ser un hombre perfecto, nunca se había enfermado. Sin embargo, sintió mucha lástima, sí, “se enterneció” (Marcos 1:40-42). Entonces hizo algo insólito. Él sabía muy bien que la Ley consideraba impuros a los leprosos y que les estaba prohibido entremezclarse con la gente (Levítico 13:45, 46). Sin duda alguna, hubiera podido sanar a aquel hombre sin necesidad de tener contacto físico con él (Mateo 8:5-13). No obstante, prefirió extender la mano y tocarlo mientras le decía: “Quiero. Sé limpio”. Y al instante desapareció la lepra. ¡Cuánta empatía y ternura encierra este gesto de Jesús!
7 A los cristianos se nos manda imitar la empatía de Jesús. La Biblia nos exhorta a “[compartir] sentimientos como compañeros” (1 Pedro 3:8). Quizás no sea fácil comprender lo que sienten quienes padecen una enfermedad crónica o sufren depresión, sobre todo si uno no lo ha experimentado en carne propia. Pero recordemos que la empatía no depende de que uno haya pasado por las mismas experiencias que el otro. Jesús tuvo empatía con los enfermos aunque nunca supo lo que era estar enfermo. Entonces, ¿cómo se cultiva esta cualidad? Escuchando con paciencia cuando alguien nos abre su corazón y nos confía sus sentimientos. Preguntémonos: “¿Cómo me sentiría yo si estuviera en su lugar?” (1 Corintios 12:26). Si nos hacemos más sensibles a los sentimientos ajenos, estaremos mejor preparados para “[hablar] confortadoramente a las almas abatidas” (1 Tesalonicenses 5:14). A veces, la empatía no se manifiesta solo con palabras, sino también con lágrimas. “Lloren con los que lloran”, señala Romanos 12:15.
8 Jesús era considerado con la gente y siempre tomaba en cuenta sus sentimientos. Recordemos la ocasión en que le llevaron un hombre sordo y que apenas podía hablar. Es posible que Jesús percibiera el nerviosismo del hombre, de modo que hizo algo que por lo general no hacía en sus curaciones: “lo llevó aparte de la muchedumbre”. Allí, en privado y lejos de la mirada de la gente, lo sanó (Marcos 7:31-35).
9 Igual consideración le mostró a un ciego que le trajeron para que le devolviera la vista. “Tomando al ciego de la mano, lo sacó fuera de la aldea” y lo curó poco a poco. Lo hizo así tal vez para permitir que su cerebro y sus ojos se adaptaran gradualmente al complejo mundo, lleno de luz y color, que lo rodeaba (Marcos 8:22-26). ¡Qué considerado fue Jesús!
10 Ser discípulos de Jesús exige tomar en cuenta los sentimientos de los demás. Por eso tenemos cuidado con lo que decimos, pues sabemos que si usamos la lengua de manera irreflexiva, podemos herir u ofender gravemente a otras personas (Proverbios 12:18; 18:21). Las palabras ásperas, los comentarios despectivos y el sarcasmo mordaz no tienen cabida entre los cristianos (Efesios 4:31). Ancianos, ¿cómo pueden ustedes tomar en consideración los sentimientos de otros? Al aconsejar a alguien, háblenle con cariño y bondad, sin atacar su dignidad (Gálatas 6:1). Padres, ¿cómo pueden tener en cuenta los sentimientos de sus hijos? Cuando los disciplinen, háganlo de tal manera que ellos no se sientan demasiado avergonzados (Colosenses 3:21).
Tomó la iniciativa para ayudar a los demás
11 Jesús no mostró compasión únicamente cuando le suplicaron que lo hiciera. A fin de cuentas, la compasión no es una cualidad pasiva, sino activa, positiva. Por ello no sorprende que la tierna compasión lo impulsara a anticiparse a las necesidades ajenas. Por ejemplo, cuando una gran multitud estuvo con él tres días y se quedó sin nada que comer, nadie tuvo que decirle que la gente tenía hambre ni insinuarle que hiciera algo al respecto. Cuenta el relato: “Jesús llamó a sí a sus discípulos, y dijo: ‘Me compadezco de la muchedumbre, porque hace ya tres días que se han quedado conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos en ayunas. Posiblemente desfallezcan en el camino’”. Entonces, por iniciativa propia, los alimentó milagrosamente (Mateo 15:32-38).
12 Veamos otro suceso, que tuvo lugar en el año 31. Al llegar a la entrada de la ciudad de Naín, Jesús se encontró con una escena muy triste: salía un cortejo fúnebre, quizás en dirección a los sepulcros de una ladera cercana. Llevaban a enterrar al ‘hijo unigénito de una viuda’. ¿Se imagina el dolor que sentía esa madre? Estaba a punto de enterrar a su único hijo, y no tenía un esposo con quien compartir la pena. Jesús “alcanzó a verla” en medio del gentío. La imagen de esta viuda que se quedaba sin su hijo lo conmovió; sí, “se enterneció por ella”. Nadie tuvo que pedirle a Jesús que hiciera algo. La compasión que brotó de su corazón lo impulsó a tomar la iniciativa, de manera que “se acercó y tocó el féretro”, y le devolvió la vida al joven. ¿Qué ocurrió después? Jesús no le pidió al muchacho que se uniera a la multitud que viajaba con él, sino que se “lo dio a su madre”, uniéndolos de nuevo como una familia y asegurándose así de que la viuda tuviera quién cuidara de ella (Lucas 7:11-15).
13 ¿Cómo podemos copiar el ejemplo de Jesús? Es obvio que no podemos producir alimento milagrosamente ni hacer que los muertos vuelvan a la vida. Pero sí podemos imitar a Cristo tomando la iniciativa para brindar ayuda a quienes la necesitan. Tal vez un hermano sufra un fuerte revés económico o pierda su empleo (1 Juan 3:17). Puede que la casa de una viuda necesite reparaciones urgentes (Santiago 1:27). O quizás una familia haya perdido a un ser querido y precise consuelo o ayuda práctica (1 Tesalonicenses 5:11). En casos de verdadera necesidad no hace falta esperar a que alguien nos pida ayuda (Proverbios 3:27). La compasión nos moverá a tomar la iniciativa para socorrer a otros en la medida de nuestras posibilidades. Nunca olvidemos que un simple acto de bondad o unas breves palabras de consuelo que nazcan del corazón pueden ser muestras de compasión muy poderosas (Colosenses 3:12).
La compasión lo motivó a predicar
14 Como ya vimos en la sección 2, Jesús dio un ejemplo extraordinario en la predicación de las buenas nuevas. Dijo: “Tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado” (Lucas 4:43). ¿Por qué dio prioridad a esta obra? Principalmente por el amor que le tenía a Dios. Pero también tenía otro motivo: al ver las necesidades espirituales de la gente, sentía una profunda compasión. De todas las formas en que expresó compasión, saciar el hambre espiritual del pueblo fue la más importante. Examinemos dos episodios que revelan lo que Jesús sentía hacia aquellos a quienes predicaba. Esto nos permitirá analizar nuestros propios motivos al participar en el ministerio público.
15 En el año 31, tras casi dos años de trabajar arduamente en el ministerio, Jesús amplió su actividad y “emprendió un recorrido de todas las ciudades y aldeas” de Galilea. Lo que vio allí le conmovió el corazón. El apóstol Mateo informa: “Al ver las muchedumbres, se compadeció de ellas, porque estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor” (Mateo 9:35, 36). Jesús se apiadó de la gente común. Conocía muy bien el penoso estado espiritual en el que se hallaban. Sabía que eran víctimas de maltrato y descuido por parte de aquellos que precisamente se suponía que los cuidaran: sus propios líderes religiosos. Movido por la inmensa compasión, Jesús puso todo su empeño en llevarles un mensaje de esperanza. Más que cualquier otra cosa, necesitaban las buenas nuevas del Reino de Dios.
16 Algo parecido sucedió unos meses después, alrededor de la Pascua del año 32. Jesús y sus apóstoles subieron a una barca y cruzaron el mar de Galilea para buscar un lugar tranquilo donde descansar. Pero una multitud corrió por la orilla y llegó al otro lado antes que ellos. ¿Cómo reaccionó Jesús? “Al salir, él vio una muchedumbre grande, y se enterneció por ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Y comenzó a enseñarles muchas cosas.” (Marcos 6:31-34.) Una vez más, Jesús “se enterneció” al contemplar el terrible estado espiritual de la gente. “Como ovejas sin pastor”, estaban hambrientas y abandonadas. Fue la compasión, y no un simple sentido del deber, lo que lo impulsó a predicar.
17 ¿Qué nos mueve a nosotros, como seguidores de Jesús, a participar en el ministerio? Como se indicó en el capítulo 9 de este libro, tenemos la comisión —la responsabilidad— de predicar y hacer discípulos (Mateo 28:19, 20; 1 Corintios 9:16). Sin embargo, el motivo por el cual realizamos dicha labor tiene que ser más que el simple sentido del deber. Lo que nos motiva a predicar las buenas nuevas del Reino es, ante todo, el amor a Jehová. También nos impulsa la compasión que sentimos por quienes no comparten nuestras creencias (Marcos 12:28-31). Ahora bien, ¿cómo se cultiva la compasión?
18 Es preciso ver a las personas como las veía Jesús: “desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor”. Imagínese, por ejemplo, que usted se encuentra con un corderito que está perdido, muriéndose de hambre y de sed porque no hay un pastor que lo conduzca a verdes pastos ni a fuentes de agua. ¿No le inspiraría lástima? ¿No haría todo lo posible por darle algo de comer y beber? Pues así se hallan muchas personas que no conocen el mensaje de las buenas nuevas. Como sus pastores religiosos las han descuidado, se están muriendo de hambre y sed espiritual y carecen de una esperanza real para el futuro. Nosotros tenemos lo que ellas necesitan: el nutritivo alimento espiritual y las refrescantes aguas de la verdad procedentes de la Palabra de Dios (Isaías 55:1, 2). Cuando pensamos en las necesidades espirituales de la gente, se nos conmueve el corazón. Si, como Jesús, sentimos profunda compasión por ellos, haremos todo lo posible por comunicarles la esperanza del Reino.
19 ¿Cómo podemos estimular a otras personas a seguir el ejemplo de Jesús? Supongamos que queremos animar a un estudiante de la Biblia para que reúna los requisitos y empiece a predicar, o que deseamos ayudar a un cristiano inactivo para que vuelva a participar de lleno en el ministerio. ¿Cómo lo hacemos? Tenemos que llegarles al corazón. Recordemos que Jesús primero “se enterneció” por la gente y luego le enseñó (Marcos 6:34). Por lo tanto, si los ayudamos a que sientan compasión por los demás, es posible que el corazón los motive a predicar las buenas nuevas, como hizo Jesús. Podemos preguntarles: “¿Cómo mejoró su vida cuando aceptó el mensaje del Reino? ¿No cree que las personas que no conocen las buenas nuevas también necesitan oírlas? ¿Qué puede hacer para ayudarlas?”. No nos olvidamos, claro está, de que el principal motivo para participar en el ministerio es el amor a Dios y el deseo de servirle.
20 Ser seguidor de Jesús implica más que repetir sus palabras y copiar sus acciones: tenemos que cultivar su “actitud mental” (Filipenses 2:5). Por eso, ¡cuánto agradecemos que la Biblia nos revele los pensamientos y sentimientos que impulsaban sus palabras y actos! Si nos familiarizamos con “la mente de Cristo”, nos será más fácil desarrollar sensibilidad y sincera compasión para tratar a las personas como él las trataba (1 Corintios 2:16). En el siguiente capítulo veremos diversas maneras como Jesús mostró amor a sus seguidores en particular.
[Notas]
Se ha dicho que la palabra griega que se traduce “enternecido” es uno de los términos que expresa con mayor fuerza la idea de compasión en ese idioma. Según una obra de consulta, indica “no solo un sentimiento de pena ante el sufrimiento, sino, además, un fuerte deseo de aliviarlo y ponerle fin”.
El adjetivo griego que se traduce “compartiendo sentimientos como compañeros” significa literalmente “que comparte el mismo sufrimiento”.
[Preguntas del estudio]
1-3. a) ¿De qué manera responde Jesús a las súplicas que le hacen dos mendigos? b) ¿Qué significa la palabra “enternecido”? (Véase la nota.)
4. ¿Cómo cumplió Jesús la profecía de que le tendría “lástima al de condición humilde”?
5, 6. ¿Qué ejemplos muestran que Jesús sentía empatía?
7. ¿Qué nos ayudará a cultivar la empatía, y cómo la manifestamos?
8, 9. ¿Cómo mostró Jesús consideración por los sentimientos de los demás?
10. ¿Cómo podemos tomar en consideración los sentimientos de los demás?
11, 12. ¿Qué relatos bíblicos indican que Jesús no mostró compasión únicamente cuando le suplicaron que lo hiciera?
13. A semejanza de Jesús, ¿cómo podemos tomar la iniciativa para brindar ayuda a quienes la necesitan?
14. ¿Por qué dio Jesús prioridad a la predicación de las buenas nuevas?
15, 16. Describa dos episodios que revelan lo que sentía Jesús hacia aquellos a quienes predicaba.
17, 18. a) ¿Qué nos impulsa a participar en el ministerio? b) ¿Cómo podemos cultivar la compasión?
19. ¿Cómo pudiéramos motivar a un estudiante de la Biblia para que reúna los requisitos y participe en el ministerio?
20. a) ¿Qué implica ser seguidor de Jesús? b) ¿Qué veremos en el siguiente capítulo?
[Recuadro de la página 160]
¿Cómo podemos seguir a Jesús?
● ¿De qué manera se mostró Jesús compasivo al ejercer su autoridad, y cómo podemos imitarlo? (Mateo 11:28-30.)
● ¿Por qué es importante seguir el ejemplo de misericordia y compasión de Jesús? (Mateo 9:9-13; 23:23.)
● ¿Qué acciones de Jesús demostraron que comprendía los sentimientos ajenos, y cómo podemos copiar su ejemplo? (Lucas 7:36-50.)
● ¿Cómo demuestra la parábola del buen samaritano que la compasión es una cualidad activa, y cómo podemos poner en práctica la lección que nos deja dicha parábola? (Lucas 10:29-37.)
[Ilustración de la página 151]
“Señor, que se abran nuestros ojos”
[Ilustración de la página 154]
‘Compartamos sentimientos como compañeros’
[Ilustración de la página 157]
Tomemos la iniciativa para brindar ayuda a quienes la necesitan
[Ilustración de la página 159]
Prediquemos con compasión
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