JESÚS se reúne con sus apóstoles en un aposento alto de Jerusalén. Sabe que es la última noche que pasará con ellos, pues se aproxima el momento de volver al Padre. Pocas horas después será arrestado y se pondrá a prueba su fe como nunca antes. Pero ni siquiera la inminencia de su muerte le hace olvidar las necesidades de sus discípulos.
2 Aunque Jesús los ha preparado para su partida, aún tiene cosas que decirles para que afronten el futuro con fortaleza; por eso aprovecha estos valiosos momentos finales para enseñarles importantes lecciones que les ayudarán a seguir fieles. De hecho, nunca les ha dirigido palabras más íntimas y afectuosas. Pero ¿cómo es posible que esté más preocupado por los apóstoles que por sí mismo? ¿Por qué significan tanto para él estas últimas horas juntos? La respuesta se resume en una sola palabra: amor. En efecto, les tiene un amor muy profundo.
3 Décadas más tarde, el apóstol Juan comienza su relato inspirado de lo sucedido aquella noche con estas palabras: “Puesto que antes de la fiesta de la pascua sabía que había llegado su hora para irse de este mundo al Padre, Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13:1). Jesús no esperó hasta esa noche para mostrar “a los suyos” que los amaba, sino que lo demostró a lo largo de todo su ministerio, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes. Conviene, por lo tanto, que examinemos algunas maneras como él manifestó ese amor, pues al imitarlo, evidenciamos que somos cristianos auténticos.
Tuvo paciencia
4 El amor y la paciencia siempre van unidos. “El amor es sufrido”, afirma 1 Corintios 13:4, y para ser sufridos es necesario tener paciencia con otros. ¿Necesitó Jesús paciencia con sus discípulos? Sí, ¡y mucha! Como vimos en el capítulo 3, a los apóstoles no les resultó fácil aprender a ser humildes. Más de una vez discutieron sobre quién era el más importante. ¿Cómo reaccionó Jesús? ¿Se enojó y los regañó? No; más bien, razonó con ellos pacientemente. Lo hizo incluso la última noche, cuando surgió “una disputa acalorada” por aquel mismo tema (Lucas 22:24-30; Mateo 20:20-28; Marcos 9:33-37).
5 Más tarde esa noche, Jesús se retiró con sus once apóstoles fieles al jardín de Getsemaní, donde de nuevo se puso a prueba su paciencia. Dejando a ocho de ellos atrás, se adentró en el jardín junto con Pedro, Santiago y Juan. Entonces les dijo: “Mi alma está hondamente contristada, hasta la muerte. Quédense aquí y manténganse alerta conmigo”. Alejándose un poco, se puso a orar con gran fervor. Tras una prolongada oración, volvió a donde estaban los tres apóstoles, y ¿qué encontró? Que en este momento tan trascendental, su hora de máxima prueba, ellos dormían profundamente. ¿Los reprendió por no estar vigilantes? No, sino que los aconsejó con paciencia. Sus amables palabras indicaron que comprendía las tensiones a las que habían estado sometidos, así como sus debilidades. Les dijo: “El espíritu, por supuesto, está pronto, pero la carne es débil”. Jesús no perdió la paciencia ni siquiera cuando volvió a hallarlos dormidos dos veces más esa misma noche (Mateo 26:36-46).
6 ¡Qué animador es saber que Jesús no perdió las esperanzas con sus apóstoles! Su paciencia terminó dando fruto, y estos fieles hombres aprendieron la importancia de ser humildes y estar vigilantes (1 Pedro 3:8; 4:7). ¿Cómo podemos imitar a Jesús en nuestras relaciones con otras personas? Los ancianos en particular han de ser pacientes con el rebaño. Por ejemplo, quizás un hermano aborde con sus problemas a un anciano que esté agotado o absorto en sus propias preocupaciones. O puede que a veces quienes necesitan ayuda tarden en aplicar el consejo. A pesar de todo, los ancianos pacientes instruyen “con apacibilidad” y “[tratan] al rebaño con ternura” (2 Timoteo 2:24, 25; Hechos 20:28, 29). También los padres deben copiar la paciencia de Jesús, pues hay momentos en que los hijos no siguen de inmediato sus consejos e instrucciones. Pero el amor y la paciencia les ayudarán a no darse por vencidos. Recuerden que su paciencia puede rendir grandes frutos (Salmo 127:3).
Atendió sus necesidades
7 El amor se demuestra con actos generosos (1 Juan 3:17, 18). “No busca sus propios intereses.” (1 Corintios 13:5.) El amor impulsó a Jesús a atender las necesidades físicas de sus discípulos, y muchas veces lo hizo incluso antes de que ellos se lo pidieran. Cuando vio que estaban cansados, los invitó a ir “a un lugar solitario [para que descansaran] un poco” (Marcos 6:31). Cuando notó que tenían hambre, tomó la iniciativa para alimentarlos a ellos y a millares de personas que habían ido a escuchar sus enseñanzas (Mateo 14:19, 20; 15:35-37).
8 Jesús también reconoció las necesidades espirituales de sus discípulos y las satisfizo (Mateo 4:4; 5:3). A menudo dirigió sus enseñanzas a estos en particular. Así, pronunció el Sermón del Monte sobre todo para el provecho de ellos (Mateo 5:1, 2, 13-16). Cuando enseñaba con ilustraciones y ejemplos, “privadamente explicaba a sus discípulos todas las cosas” (Marcos 4:34). A fin de que estuvieran bien nutridos espiritualmente durante los últimos días, predijo que nombraría a un “esclavo fiel y discreto”. Este esclavo fiel, constituido por un pequeño grupo de hermanos de Jesús ungidos por espíritu que viven en la Tierra, ha estado repartiendo “alimento [espiritual] al tiempo apropiado” desde el año 1919 (Mateo 24:45).
9 El día de su muerte, Jesús demostró de manera conmovedora su interés por el bienestar espiritual de sus seres queridos. Imagínese la escena. Jesús está clavado en el madero sufriendo un dolor sumamente intenso. Es muy posible que para tomar aire tenga que empujarse hacia arriba con los pies, lo que sin duda le provoca un dolor terrible, pues el peso del cuerpo le desgarra las heridas de los clavos en los pies y la madera le roza la espalda destrozada por los azotes. El acto de hablar, que le exige controlar la respiración, debe de resultarle muy difícil y penoso. Pese a ello, justo antes de morir pronuncia unas palabras que demuestran el gran amor que siente por su madre, María. Al verla a ella y a su lado al apóstol Juan, dice con voz suficientemente fuerte como para que los presentes lo oigan: “Mujer, ¡ahí está tu hijo!”. Luego dice a Juan: “¡Ahí está tu madre!” (Juan 19:26, 27). Jesús sabía que el fiel apóstol cuidaría no solo del bienestar físico de María, sino también de su bienestar espiritual.
10 Reflexionar sobre el ejemplo de Jesús es muy provechoso para los padres. El padre que de verdad ama a su familia le proporciona lo necesario en sentido material (1 Timoteo 5:8). Además, de vez en cuando, los cabezas de familia equilibrados y bondadosos dedican tiempo al descanso y el esparcimiento familiar. Pero lo más importante de todo es que satisfacen las necesidades espirituales de sus hijos. ¿De qué manera? Estudiando la Biblia regularmente con ellos y haciendo que las sesiones de estudio sean animadoras y agradables (Deuteronomio 6:6, 7). Con su palabra y ejemplo les enseñan que el ministerio es una labor muy importante, y que prepararse para las reuniones y asistir a ellas es una parte esencial de las actividades espirituales (Hebreos 10:24, 25).
Estuvo dispuesto a perdonar
11 El perdón es una faceta del amor (Colosenses 3:13, 14). El amor “no lleva cuenta del daño”, dice 1 Corintios 13:5. En repetidas ocasiones, Jesús enseñó a sus discípulos la importancia del perdón. Los exhortó a perdonar diciéndoles: “No te digo: Hasta siete veces, sino: Hasta setenta y siete veces”, o sea, sin límite (Mateo 18:21, 22). Les enseñó que hay que perdonar al pecador que, tras una reprensión, muestra que está arrepentido (Lucas 17:3, 4). Pero Jesús no era como los fariseos hipócritas, que enseñaban solo de palabra; él también enseñaba con el ejemplo (Mateo 23:2-4). Veamos cómo mostró su disposición a perdonar incluso cuando un amigo de confianza le falló.
12 Jesús tenía una relación muy estrecha con el apóstol Pedro, un hombre de carácter afectuoso, aunque a veces algo impulsivo. Conociendo sus virtudes, Jesús le concedió privilegios especiales. Por ejemplo, junto con Santiago y Juan, Pedro fue testigo presencial de algunos milagros que el resto de los doce apóstoles no vieron (Mateo 17:1, 2; Lucas 8:49-55). Y como mencionamos antes, estuvo entre los que se adentraron con el Maestro en el jardín de Getsemaní la noche que lo apresaron. Sin embargo, esa misma noche, cuando Jesús fue traicionado y arrestado, Pedro y los otros apóstoles lo abandonaron y huyeron. Más tarde, Pedro tuvo la valentía de ir al lugar donde Jesús estaba siendo sometido a un juicio ilegal, y se quedó fuera. Pero el temor lo empujó a cometer un grave error: ¡mintió tres veces cuando afirmó que ni siquiera lo conocía! (Mateo 26:69-75.) ¿Cómo reaccionó Jesús? ¿Qué habría hecho usted si un amigo íntimo le hubiera fallado de esa forma?
13 Jesús estuvo dispuesto a perdonar a Pedro. Sabía que este se sentía profundamente abatido por el peso de su pecado; de hecho, tan desconsolado estaba el arrepentido apóstol que “rompió a llorar” (Marcos 14:72). El día de su resurrección, el Maestro se le apareció, sin duda para consolarlo y tranquilizarlo (Lucas 24:34; 1 Corintios 15:5). Y menos de dos meses después lo honró permitiendo que fuera él quien saliera a dar un testimonio a la multitud congregada en Jerusalén el día de Pentecostés (Hechos 2:14-40). Recordemos, asimismo, que Jesús no guardó resentimiento contra los apóstoles por haberlo abandonado. Al contrario: después que hubo resucitado, siguió llamándolos “mis hermanos” (Mateo 28:10). ¿No es obvio, pues, que Jesús hizo más que solo enseñar de palabra a perdonar?
14 Como discípulos de Cristo, necesitamos aprender a perdonar. ¿Por qué? Porque a diferencia de Jesús, somos imperfectos, así como también lo son quienes pecan contra nosotros. Todos tropezamos de vez en cuando, sea con palabras o con acciones (Romanos 3:23; Santiago 3:2). Si perdonamos con misericordia cuando hay justificación para ello, abrimos el camino para que Dios nos perdone a nosotros (Marcos 11:25). ¿Cómo, entonces, demostramos que estamos dispuestos a perdonar a los demás? En muchos casos, el amor nos impulsará a simplemente pasar por alto sus pequeñas faltas (1 Pedro 4:8). Cuando alguien nos ofende pero se arrepiente con sinceridad, como lo hizo Pedro, hacemos bien en imitar la disposición de Jesús a perdonar. En lugar de guardar rencor, es mejor librarse del resentimiento (Efesios 4:32). Así contribuimos a la paz de la congregación y a nuestra propia tranquilidad mental (1 Pedro 3:11).
Confió en ellos
15 El amor y la confianza van de la mano. El amor “todas [las cosas] las cree” (1 Corintios 13:7). El amor motivó a Jesús a confiar en sus discípulos pese a que eran imperfectos. Así lo hizo porque sabía que en el fondo amaban profundamente a Jehová y querían hacer la voluntad divina. Y aun cuando cometieron errores, no les atribuyó malos motivos. Por ejemplo, cuando Santiago y Juan persuadieron a su madre para que le pidiera a Jesús que los dejara sentar a su lado en su Reino, él no cuestionó la lealtad de ellos ni les retiró su nombramiento como apóstoles (Mateo 20:20-28).
16 Como prueba de su confianza, Jesús delegó en sus discípulos varias responsabilidades. Así, las dos veces que multiplicó milagrosamente los panes y los peces para alimentar a la muchedumbre, les asignó la tarea de distribuirlos (Mateo 14:19; 15:36). Cuando preparaba su última Pascua, envió a Pedro y a Juan a Jerusalén para que lo dejaran todo listo. Ellos se encargaron, entre otras cosas, del cordero, el vino, el pan sin levadura y las hierbas amargas. Este no era un trabajo servil, pues celebrar la Pascua debidamente era un requisito de la Ley mosaica, y Jesús estaba obligado a obedecerla. Además, esa noche Jesús utilizó el vino y el pan sin levadura como símbolos al instituir la Conmemoración de su muerte (Mateo 26:17-19; Lucas 22:8, 13).
17 Jesús consideró apropiado encomendar a sus discípulos responsabilidades aún mayores. Como ya hemos indicado, delegó en un pequeño grupo de sus seguidores ungidos en la Tierra la gran tarea de suministrar alimento espiritual (Lucas 12:42-44). Recordemos también que dejó en manos de sus discípulos la importantísima comisión de predicar y enseñar (Mateo 28:18-20). Aun ahora, pese a ser invisible y gobernar desde el cielo, encarga el cuidado de la congregación a hombres espiritualmente capacitados que constituyen verdaderas “dádivas” (Efesios 4:8, 11, 12).
18 ¿De qué manera podemos seguir el ejemplo de Jesús al relacionarnos con los demás? Tener confianza en nuestros hermanos espirituales es una expresión de nuestro amor. No olvidemos que el amor se centra en lo positivo, y no en lo negativo. Cuando otros nos decepcionen —lo que de seguro pasará alguna que otra vez—, el amor evitará que nos apresuremos a atribuirles malas intenciones (Mateo 7:1, 2). Si vemos a nuestros hermanos de manera positiva, los trataremos de una forma que edifique y no que derribe (1 Tesalonicenses 5:11).
19 ¿Cómo podemos imitar la disposición de Jesús a delegar? Es bueno que quienes dirigen la congregación deleguen en otros hermanos tareas adecuadas y útiles, confiando en que estos pondrán todo su empeño en realizarlas. Así, los ancianos con experiencia pueden dar la capacitación que es tan necesaria y valiosa a los jóvenes que están “procurando” ayudar en la congregación (1 Timoteo 3:1; 2 Timoteo 2:2). Dicha capacitación es esencial, pues a medida que Jehová siga acelerando el crecimiento de la obra del Reino, será necesario preparar a más hermanos (Isaías 60:22).
20 Jesús nos dejó un maravilloso ejemplo de cómo demostrar amor a otras personas. Aunque hay muchas formas en que podemos seguirlo, la más importante es imitando su amor. En el siguiente capítulo hablaremos de su mayor expresión de amor por nosotros: su disposición a entregar su propia vida.
[Notas]
La somnolencia de los apóstoles no se debía solo al cansancio físico. El relato paralelo de Lucas 22:45 dice que Jesús los encontró “adormitados de desconsuelo”.
Al parecer, para entonces María era viuda, y sus otros hijos todavía no eran discípulos de Jesús (Juan 7:5).
Desde luego, esto no quiere decir que el amor es crédulo o ingenuo, sino que no es excesivamente crítico o suspicaz. El amor no se apresura a juzgar las intenciones ajenas ni espera lo peor de los demás.
[Preguntas del estudio]
1, 2. ¿En qué emplea Jesús su última noche con los apóstoles, y por qué significan tanto para él esos momentos finales?
3. ¿Cómo sabemos que Jesús no esperó hasta la última noche para mostrar amor a sus discípulos?
4, 5. a) ¿Por qué necesitó Jesús paciencia al tratar con sus discípulos? b) ¿Cómo reaccionó Jesús cuando tres de sus apóstoles no se mantuvieron vigilantes en el jardín de Getsemaní?
6. ¿Cómo podemos imitar a Jesús en nuestras relaciones con otras personas?
7. ¿De qué maneras atendió Jesús las necesidades físicas de sus discípulos?
8, 9. a) ¿Qué indica que Jesús reconoció y satisfizo las necesidades espirituales de sus discípulos? b) ¿Cómo mostró Jesús, incluso cuando estaba en el madero, profundo interés por el bienestar de su madre?
10. ¿Cómo pueden los padres imitar a Jesús al atender las necesidades de los hijos?
11. ¿Qué les enseñó Jesús a sus seguidores sobre el perdón?
12, 13. a) ¿Cómo le falló Pedro a Jesús la noche en que fue arrestado? b) ¿Cómo demostró Jesús una vez resucitado que él hizo más que solo enseñar de palabra a perdonar?
14. ¿Por qué tenemos que aprender a perdonar, y cómo podemos demostrar que estamos dispuestos a hacerlo?
15. ¿Por qué confió Jesús en sus discípulos pese a sus defectos?
16, 17. ¿Qué responsabilidades delegó Jesús en sus discípulos?
18-20. a) ¿Cómo podemos mostrar que confiamos en nuestros hermanos espirituales? b) ¿De qué forma podemos imitar la disposición de Jesús a delegar? c) ¿Qué trataremos en el siguiente capítulo?
[Recuadro de la página 171]
¿Cómo podemos seguir a Jesús?
● ¿Por qué es importante que sigamos el consejo de Jesús sobre el perdón? (Mateo 6:14, 15.)
● ¿Cómo podemos aplicar la lección de la parábola de Jesús sobre la necesidad de perdonar? (Mateo 18:23-35.)
● ¿Cómo les mostró Jesús consideración a sus discípulos, y de qué modo podemos imitarlo? (Mateo 20:17-19; Juan 16:12.)
● ¿Cómo le hizo saber Jesús a Pedro que confiaba en él, y cómo podemos nosotros mostrarles a los demás que confiamos en ellos? (Lucas 22:31, 32.)
[Ilustraciones de las páginas 164 y 165]
Los padres amorosos tienen paciencia y atienden las necesidades de sus hijos
[Ilustración a toda plana de la página 166]
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