viernes, 30 de junio de 2017

JESÙS DICE =“Está escrito”


JESÚS se halla al comienzo de su ministerio. Acaba de regresar a su pueblo, Nazaret, y quiere que la gente llegue a una importantísima conclusión: él es el Mesías anunciado en las antiguas profecías. ¿Qué pruebas presenta para demostrarlo?
2 Sin duda, muchos esperan que haga algún milagro, ya que se han enterado de otros milagros que ha hecho. Pero él no les ofrece ninguna señal de ese tipo. Más bien, acude como de costumbre a la sinagoga. Allí se pone de pie para leer y recibe el libro de Isaías. Es un rollo bastante largo y probablemente lleva una vara en cada extremo. Con cuidado, Jesús va desenrollando el manuscrito hasta dar con el pasaje que busca —Isaías 61:1-3, según la numeración actual— y empieza a leerlo en voz alta (Lucas 4:16-19).
3 Todos los oyentes, que de seguro conocen bien esa profecía mesiánica, tienen la vista fija en Jesús y, expectantes, guardan silencio. Entonces, él les dice: “Hoy se cumple esta escritura que acaban de oír”, y explica, posiblemente con detalle, esa profecía. Los presentes se asombran de la belleza de sus palabras, pero es obvio que muchos siguen esperando que realice algún milagro espectacular. Jesús, sin embargo, cita con valentía ejemplos de las Escrituras para criticar su falta de fe. En menos de lo que canta un gallo, tiene a sus vecinos de Nazaret tratando de matarlo (Lucas 4:20-30).
4 Jesús estableció en esta ocasión la pauta que seguiría durante todo su ministerio: se basó siempre en la Palabra que Dios había inspirado. Es cierto que sus milagros fueron importantes demostraciones de que contaba con el apoyo del espíritu santo. Sin embargo, para él, nada tenía mayor importancia que las Sagradas Escrituras. Examinemos el ejemplo que nos dejó nuestro Maestro en este asunto. Veremos la manera en que citó, defendió y explicó la Palabra de Dios.
Citó la Palabra de Dios
5 Jesús deseaba que sus oyentes entendieran cuál era el origen de su mensaje. Por eso dijo: “Lo que yo enseño no es mío, sino que pertenece al que me ha enviado” (Juan 7:16). También señaló: “No hago nada por mi propia iniciativa; sino que hablo estas cosas así como el Padre me ha enseñado” (Juan 8:28). Y admitió: “Las cosas que les digo a ustedes no las hablo por mí mismo; sino que el Padre que permanece en unión conmigo está haciendo sus obras” (Juan 14:10). Una manera como demostró que esas afirmaciones eran ciertas fue citando constantemente de la Palabra escrita de Dios.
6 Al estudiar con detenimiento las palabras de Jesús referidas en la Biblia, vemos que citó directa o indirectamente de más de la mitad de los libros de las Escrituras Hebreas. A primera vista, tal vez no parezca un dato destacable, e incluso habrá quien pregunte por qué no citó de todos los libros inspirados existentes en su día, ya que al fin y al cabo pasó tres años y medio enseñando y predicando públicamente. En realidad, es muy posible que lo hiciera. Recordemos que solo se ha puesto por escrito una pequeña parte de sus palabras y obras (Juan 21:25). De hecho, basta con unas pocas horas para leer en voz alta todas las palabras de Jesús incluidas en la Biblia. Teniendo esto presente, es toda una hazaña que en unas pocas horas de enseñanza sobre Dios y su Reino lograra incluir referencias a más de la mitad de los libros de las Escrituras Hebreas. Además, en la mayoría de las ocasiones, Jesús no tenía a su disposición rollos manuscritos. Cuando pronunció su famoso Sermón del Monte, hizo referencia a las Escrituras Hebreas o citó textualmente de estas en decenas de ocasiones, todas ellas de memoria.
7 Las citas que Jesús hizo demostraban su profunda reverencia por la Palabra de Dios. Sus oyentes “quedaban atónitos por su modo de enseñar, porque allí estaba enseñándoles como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Marcos 1:22). A los escribas les encantaba salpicar sus explicaciones con referencias a la llamada ley oral, para lo cual citaban las palabras de los instruidos rabinos de la antigüedad. Pero Jesús nunca se basó en la ley oral o en las ideas de algún rabino. Más bien, tomaba la Palabra de Dios como la autoridad final. Vez tras vez nos lo encontramos diciendo: “Está escrito”. Usó esa expresión y otras semejantes tanto al enseñar a sus discípulos como al corregir ideas erróneas.
8 Cuando Jesús echó del templo de Jerusalén a los mercaderes, dijo: “Está escrito: ‘Mi casa será llamada casa de oración’, pero ustedes la hacen cueva de salteadores” (Mateo 21:12, 13; Isaías 56:7; Jeremías 7:11). El día antes había realizado muchos milagros allí. Los niños que los vieron quedaron tan impresionados que se pusieron a alabarlo. Sin embargo, los líderes religiosos le preguntaron con indignación si estaba escuchando lo que los niños decían. Les respondió: “Sí. ¿Nunca leyeron esto: ‘De la boca de los pequeñuelos y de los lactantes has proporcionado alabanza’?” (Mateo 21:16; Salmo 8:2). Jesús quería que ellos supieran que la Palabra de Dios aprobaba lo que los muchachitos estaban haciendo.
9 Más tarde, los guías religiosos se reunieron en el templo para confrontar a Jesús y preguntarle: “¿Con qué autoridad haces estas cosas?” (Mateo 21:23). Él dejó muy claro el origen de su autoridad. No era un innovador que estuviera exponiendo nuevas doctrinas. Se limitaba a aplicar lo que decía la Palabra inspirada de Dios. En realidad, eran los sacerdotes y escribas quienes estaban mostrando gran falta de respeto a Jehová y su Palabra. Tenían bien merecido que Jesús los censurara y denunciara sus malas intenciones (Mateo 21:23-46).
10 Al igual que Jesús, los verdaderos cristianos nos apoyamos en la Palabra de Dios al realizar nuestro ministerio. En todo el mundo a los testigos de Jehová se nos conoce por el entusiasmo con que difundimos el mensaje bíblico. Nuestras publicaciones contienen abundantes citas de las Escrituras. Y en la predicación también procuramos centrar las conversaciones en la Biblia (2 Timoteo 3:16). ¡Qué alegría nos da cuando nos dejan leer algunos versículos y mostrar el valor y el significado que tiene la Palabra de Dios! Aunque no tenemos la memoria perfecta de Jesús, contamos con muchas ayudas que no existían en su época. Además de la Biblia entera, que se edita cada vez en más idiomas, tenemos muchas publicaciones que nos hacen más fácil encontrar el pasaje que buscamos. Resolvámonos, por lo tanto, a seguir citando de la Biblia y dirigiendo a ella a nuestros oyentes siempre que sea posible.
Defendió la Palabra de Dios
11 Jesús pudo ver que la Palabra de Dios era blanco de ataques constantes. Pero eso seguramente no lo sorprendió. En una oración a su Padre, Jesús le dijo: “Tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). Y él sabía de sobra que Satanás, “el gobernante del mundo”, es “mentiroso y el padre de la mentira” (Juan 8:44; 14:30). En la ocasión en que fue probado por el Diablo, Jesús rechazó las tentaciones refiriéndose tres veces a las Escrituras. Así, cuando Satanás le citó un versículo de los Salmos, aplicado mal a propósito, Jesús defendió la Palabra de Dios contra tal manipulación (Mateo 4:6, 7).
12 Con frecuencia, Jesús defendió las Santas Escrituras contra las interpretaciones erróneas y las tergiversaciones. Los guías religiosos de su época ofrecían una imagen desequilibrada de la Palabra de Dios. Daban muchísima importancia al cumplimiento de los más mínimos detalles de la Ley mosaica, pero muy poca a la aplicación de los principios en que se basaban sus mandamientos. De ese modo, fomentaban una adoración superficial que se centraba más en las apariencias que en los asuntos de verdadero peso, como la justicia, la misericordia y la fidelidad (Mateo 23:23). ¿Cómo defendió Jesús la Ley de Dios?
13 En el Sermón del Monte, Jesús usó varias veces la expresión “oyeron ustedes que se dijo” para introducir algún mandato de la Ley mosaica. Luego empleaba la frase “sin embargo, yo les digo” antes de explicar algún principio que iba más allá del cumplimiento superficial de la Ley. ¿Estaba atacando la Ley? No; la estaba defendiendo. Por ejemplo, los israelitas conocían muy bien el mandamiento “No debes asesinar”. Pues bien, Jesús les indicó que odiar a una persona estaba en contra del espíritu de dicho mandamiento. Igualmente, alimentar la pasión por alguien que no fuera el propio cónyuge violaba el principio en que se basaba la prohibición divina del adulterio (Mateo 5:17, 18, 21, 22, 27-39).
14 Por último, Jesús dijo: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo’. Sin embargo, yo les digo: Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen” (Mateo 5:43, 44). ¿Provenía de la Palabra de Dios la orden de “odiar a tu enemigo”? No; la habían impuesto por su cuenta los líderes religiosos, contaminando la perfecta Ley divina con sus opiniones personales. Con valentía, Jesús defendió la Palabra de Dios contra las tradiciones humanas que la atacaban (Marcos 7:9-13).
15 Los guías religiosos también atacaban la Ley de Dios al hacerla parecer excesivamente estricta o demasiado dura. Así, cuando los discípulos de Jesús arrancaron algunas espigas de trigo al pasar por un campo, hubo fariseos que dijeron que estaban violando el descanso sabático. Jesús se valió de un ejemplo de las Escrituras para defender la Palabra de Dios contra esa afirmación tan exagerada. Citó del único pasaje bíblico que hablaba del empleo del pan de la presentación fuera del santuario: la ocasión en la que lo comieron David y sus hambrientos hombres. De esta manera, Jesús mostró que aquellos fariseos habían perdido de vista la misericordia y la compasión de Jehová (Marcos 2:23-27).
16 Los dirigentes religiosos le restaban fuerza a la Ley de Dios ideando maneras de manipularla para evadir los mandamientos. Tomemos como ejemplo lo que decía la Ley respecto al divorcio: el marido podía disolver su matrimonio si encontraba “algo indecente” en su esposa, obviamente una falta grave que avergonzaba a la familia (Deuteronomio 24:1). Pero las autoridades religiosas del tiempo de Jesús recurrían a esa concesión para justificar que el hombre se divorciara por cualquier motivo, hasta porque a su mujer se le hubiera quemado la comida. Tras señalar que ellos habían distorsionado gravemente las palabras inspiradas de Moisés, Cristo restableció la norma original de Jehová sobre el matrimonio, a saber, la monogamia, y dejó la inmoralidad sexual como única base lícita para divorciarse (Mateo 19:3-12).
17 De igual modo, los seguidores de Cristo nos sentimos en la obligación de defender las Sagradas Escrituras contra los ataques que reciben. Cuando algunos líderes religiosos dan a entender que las normas morales de la Palabra de Dios están anticuadas, no están haciendo otra cosa que atacar la Biblia. Y también arremeten contra ella cuando promueven doctrinas falsas como si fueran enseñanzas bíblicas. Para nosotros es un privilegio apoyar la Palabra pura de la verdad divina, mostrando, por ejemplo, que Dios no es una Trinidad (Deuteronomio 4:39). Pero esa defensa la hacemos con tacto, amabilidad sincera y profundo respeto (1 Pedro 3:15).
Explicó la Palabra de Dios
18 Durante el tiempo en que se redactaron las Escrituras Hebreas, Jesús vivía en el cielo. Por eso, ¡qué contento debe haberse puesto al recibir la oportunidad de venir a la Tierra y poder explicar la Palabra de Dios! Pensemos en el día memorable en que, después de ser resucitado, se encontró con dos de sus discípulos en el camino a Emaús. Antes de que lo reconocieran, le contaron lo tristes y confundidos que estaban por la muerte de su amado Maestro. ¿Cómo reaccionó él? “Comenzando desde Moisés y todos los Profetas les interpretó cosas referentes a él en todas las Escrituras.” ¿Qué efecto tuvieron estas explicaciones en ellos? Más tarde comentaron entre sí: “¿No nos ardía el corazón cuando él venía hablándonos por el camino, cuando nos estaba abriendo por completo [el sentido de] las Escrituras?” (Lucas 24:15-32).
19 Más tarde ese día, Jesús se reunió con sus apóstoles y otras personas. Notemos lo que hizo: “Les abrió la mente por completo para que captaran el significado de las Escrituras” (Lucas 24:45). De seguro, aquel acontecimiento tan gozoso les recordó las innumerables ocasiones en las que Jesús les había dado una ayuda similar, tanto a ellos como a todo el que quisiera escuchar. A menudo tomaba algún pasaje bíblico bien conocido y lo explicaba de tal modo que tenía un efecto maravilloso en la mente de sus oyentes, dándoles una comprensión nueva y más profunda de las Escrituras.
20 En una de esas ocasiones, Jesús estuvo hablando con un grupo de saduceos, una secta del judaísmo que estaba relacionada con el sacerdocio y que no creía en la resurrección. Dirigiéndose a ellos, les dijo: “Respecto a la resurrección de los muertos, ¿no leyeron lo que les habló Dios al decir: ‘Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’? Él es el Dios, no de los muertos, sino de los vivos” (Mateo 22:31, 32). Sin duda, era un pasaje que ellos conocían bien, escrito por un hombre por el que sentían gran respeto y reverencia: Moisés. Ahora bien, ¿comprendemos realmente la fuerza de la explicación de Jesús?
21 Moisés mantuvo esta conversación con Jehová junto a la zarza ardiente, alrededor del año 1514 antes de nuestra era (Éxodo 3:2, 6). Para entonces, Abrahán llevaba muerto 329 años; Isaac, 224, y Jacob, 197. No obstante, Jehová dijo: “Yo soy” su Dios. Aquellos saduceos sabían que él no se parece a ningún ‘dios de los muertos’ pagano, que gobierne un mítico mundo de ultratumba. No, él es el Dios “de los vivos”, como bien señaló Jesús. Entonces, ¿cuál era la conclusión lógica? La impactante conclusión que extrajo Jesús fue esta: “Para él todos ellos viven” (Lucas 20:38). Los amados siervos de Jehová que han muerto están resguardados en la infinita e imborrable memoria divina. El propósito de Jehová de resucitarlos tiene garantizado su cumplimiento, y tanto es así que se puede hablar de ellos como si estuvieran vivos (Romanos 4:16, 17). ¿Verdad que es una maravillosa explicación de la Palabra de Dios? Como era de esperar, “las muchedumbres quedaron atónitas” (Mateo 22:33).
22 Los cristianos tenemos el privilegio de imitar a Jesús en su forma de explicar la Palabra de Dios. Es cierto que no tenemos una mente perfecta como la suya. Con todo, muchas veces podemos comentar con las personas algún pasaje que ya conocen y aclararles aspectos en los que quizá nunca hayan pensado. Por ejemplo, tal vez lleven toda una vida repitiendo las palabras “Santificado sea tu nombre” y “Venga a nosotros tu reino” sin saber ni cómo se llama Dios ni qué es su Reino (Mateo 6:9, 10, Sagrada Biblia, Serafín de Ausejo). ¡Qué bueno es cuando nos dan la oportunidad de explicar con sencillez y claridad verdades bíblicas como esas!
23 Si queremos imitar la forma en que Jesús enseñó la verdad, es esencial que citemos, defendamos y expliquemos la Palabra de Dios. Examinemos a continuación algunos de los eficaces métodos que empleó Jesús para llegar al corazón de sus oyentes con las verdades bíblicas.
[Nota]
Años después, Josefo —historiador judío del siglo primero que era fariseo y estaba divorciado— dijo que el divorcio estaba permitido “por cualquier causa, y entre hombres hay muchas causas de ésas”.
[Preguntas del estudio]
 1-3. ¿A qué importantísima conclusión quiere Jesús que llegue la gente de Nazaret, y qué pruebas presenta?
 4. ¿Qué pauta siguió Jesús durante todo su ministerio, y qué vamos a ver en este capítulo?
 5. ¿Qué deseaba Jesús que sus oyentes entendieran, y cómo demostró que sus afirmaciones eran ciertas?
 6, 7. a) ¿Hasta qué grado citó Jesús de las Escrituras Hebreas, y por qué es destacable este dato? b) ¿Qué diferencia había entre la forma de enseñar de Jesús y la de los escribas?
 8, 9. a) ¿Cómo se valió Jesús de la autoridad de la Palabra de Dios al echar del templo a los mercaderes? b) ¿Por qué podemos decir que los líderes religiosos mostraron gran falta de respeto a la Palabra de Dios en el templo?
10. ¿Cómo podemos imitar a Jesús al utilizar la Palabra de Dios, y con qué ayudas contamos que no existían en su época?
11. ¿Por qué tuvo que defender Jesús la Palabra de Dios en muchas ocasiones?
12-14. a) ¿Cómo mostraron los líderes religiosos falta de respeto a la Ley mosaica? b) ¿Cómo defendió Jesús la Palabra de Dios?
15. ¿Cómo defendió Jesús la Ley de Dios cuando los guías religiosos intentaron presentarla como excesivamente estricta y dura?
16. ¿Qué habían hecho los dirigentes religiosos con la disposición de Moisés sobre el divorcio, y cómo reaccionó Jesús?
17. A imitación de Jesús, ¿cómo defendemos la Palabra de Dios?
18, 19. ¿Qué ejemplos tenemos de la maravillosa habilidad que poseía Jesús para explicar la Palabra de Dios?
20, 21. ¿Qué explicación dio Jesús de las palabras que dirigió Jehová a Moisés desde la zarza ardiente?
22, 23. a) ¿Cómo podemos imitar a Jesús al explicar la Palabra de Dios? b) ¿Qué examinaremos en el próximo capítulo?
[Recuadro de la página 107]
¿Cómo podemos seguir a Jesús?
● ¿Por qué debemos tener mucho cuidado para no dar más importancia a las opiniones y tradiciones humanas que a la Palabra de Dios? (Mateo 15:2-11.)
● ¿Por qué es sabio dirigir a nuestros oyentes a la Biblia al contestarles preguntas? (Lucas 10:25-28.)
● ¿Cómo podemos imitar la disposición de Jesús a guiarse por la Palabra profética de Dios tanto en su forma de vivir como al tomar decisiones? (Lucas 18:31-34; 22:37.)
● Cuando se cuestionan nuestras creencias, ¿por qué debemos defenderlas utilizando la Palabra de Dios? (Juan 10:31-39.)
[Ilustración de la página 99]
“Hoy se cumple esta escritura”

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