“El primer don que regala Dios a los hombres es la vida y no
se debe arriesgar por una determinada interpretación de la fe, con una
concepción demasiado cerrada”, señaló ayer el sacerdote Gustavo Sánchez Prieto,
vocero de la Arquidiócesis de Chihuahua.
Lo anterior lo dijo al comentar el caso de la
mujer rarámuri profesa de la denominación de los testigos de Jehová, que se
niega a que su hija enferma de leucemia reciba una transfusión de sangre. El
sacerdote dijo que se debe respetar la libertad del culto y hasta alabar la
fidelidad de la gente a su religión, pero también reconocer la obligación que
tiene el Estado y la misma comunidad de defender la vida de la menor. La vida
es lo primero de todos los dones y para poder recibir todos los demás, recalcó.
Planteó que la misma vida del hombre es de
Dios, recalcó el sacerdote Gustavo Sánchez.
Observó que no es lo mismo que a una persona le quite la vida por
volcarse en defensa de la fe, en un martirio, a renunciar la vida por una
determinada interpretación, recalcó. No obstante, el sacerdote dijo que
indudablemente que se debe ser respetuoso de la libertad que tiene cada persona
en conciencia de vivir de acuerdo a su religión. Pero este derecho se alterna
junto a otros, como el de respeto a la vida.
Distinguió que en el caso del martirio, no se
puede hablar de un suicidio voluntario,
sino una realidad impuesta por la voluntad de otros y a la fidelidad de
la propia conciencia de la gente. El sacerdote dijo que en una situación de éstas, se debe animar a la gente a que sea
fiel a su propia conciencia y educarla también en el respeto a la vida. Subrayó
que una cosa es ser fiel a la propia conciencia, respetando el don precioso de
la vida y otra es atentar a ésta por una determinada interpretación de la fe.
Finalmente recalcó que no es lo mismo que
le quite a uno la vida por motivos de fe, a renunciar a ella por una
determinada interpretación, con una concepción demasiado cerrada
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