domingo, 2 de julio de 2017

Jehová provee un “rescate en cambio por muchos”


“TODA la creación sigue gimiendo juntamente y estando en dolor juntamente.” (Romanos 8:22.) De esta manera describe el apóstol Pablo el lastimoso estado en que nos hallamos. Visto desde el ángulo del hombre, se diría que no hay modo de vencer el sufrimiento, el pecado y la muerte. Pero como Jehová, el Dios de justicia, no adolece de las limitaciones humanas, nos brinda la solución a dichas dificultades: el rescate (Números 23:19).
2 El rescate es la mayor dádiva divina que ha recibido la humanidad. Posibilita la liberación del pecado y la muerte (Efesios 1:7). Además, es la base de la esperanza de vida eterna, sea en el cielo o en una Tierra paradisíaca (Lucas 23:43; Juan 3:16; 1 Pedro 1:4). Ahora bien, ¿en qué consiste exactamente el rescate, y qué nos enseña sobre la justicia superlativa de Jehová?
Cómo surgió la necesidad del rescate
3 El rescate se hizo necesario a consecuencia del pecado de Adán, quien al haber desobedecido a Dios, transmitió a sus descendientes un legado de enfermedades, penas, dolores y muerte (Génesis 2:17; Romanos 8:20). Jehová no podía dejarse llevar por los sentimientos y limitarse a conmutar la pena capital, pues ello hubiera implicado hacer caso omiso de su propia ley: “El salario que el pecado paga es muerte” (Romanos 6:23). De haber invalidado sus normas de justicia, reinarían en el universo el caos y el desafuero.
4 Como vimos en el capítulo 12, la rebelión edénica suscitó cuestiones mucho más importantes. Satanás mancilló el nombre de Jehová, acusándolo, en realidad, de ser un mentiroso y un dictador cruel que privaba a sus criaturas de libertad (Génesis 3:1-5). También, al dar la impresión de que había frustrado el propósito divino de llenar la Tierra de seres humanos justos, el Diablo tildó a Dios de fracasado (Génesis 1:28; Isaías 55:10, 11). Si el Altísimo hubiera dejado sin respuesta tales desafíos, muchas de sus criaturas inteligentes pudieran haber perdido confianza en su gobernación.
5 Satanás también calumnió a los siervos leales de Jehová, alegando que le servían por puro interés y que ninguno de ellos le sería fiel si se veía sometido a presión (Job 1:9-11). Aquellas cuestiones eran mucho más relevantes que la difícil situación del hombre. Con toda la razón, Dios se sintió obligado a responder a tales difamaciones. Pero ¿cómo podría zanjar las cuestiones y al mismo tiempo salvar a la humanidad?
El rescate como equivalencia
6 La solución de Jehová era sumamente misericordiosa y justa; ningún ser humano podría haberla concebido. Aun así, era extraordinariamente sencilla. La Biblia le da varios nombres: compra, reconciliación, redención, propiciación y expiación (Salmo 49:8; Daniel 9:24; Gálatas 3:13; Colosenses 1:20; Hebreos 2:17). Pero la expresión que tal vez la defina mejor la utilizó el propio Jesús cuando dijo: “El Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para ministrar y para dar su alma en rescate [griego, lý·tron] en cambio por muchos” (Mateo 20:28).
7 ¿Qué es un rescate? La palabra griega utilizada en el pasaje anterior se deriva de un verbo que significa “soltar, liberar”, y designa el dinero que se pagaba a cambio de la liberación de los prisioneros de guerra. Por consiguiente, la definición esencial de rescate es “lo que se paga para recomprar algo”. En las Escrituras Hebreas, el término correspondiente (kó·fer) procede de un verbo que significa “cubrir”. Por ejemplo, cuando Noé hizo el arca, Dios le indicó que debía “cubrirla” (una forma de la misma palabra) con alquitrán (Génesis 6:14). Esta información nos permite comprender que rescatar también significa cubrir los pecados (Salmo 65:3).
8 Es digno de mención que, según el Theological Dictionary of the New Testament, este vocablo (kó·fer) “alude siempre a un equivalente”, a una correspondencia. Así, la cubierta del arca del pacto tenía una forma que correspondía a la de la propia arca. De igual modo, para rescatar del pecado, o cubrirlo, debe pagarse un precio que corresponda plenamente al daño ocasionado por este, o lo cubra en su totalidad. Por esta razón, la Ley divina que recibió Israel estipulaba lo siguiente: “Alma será por alma, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie” (Deuteronomio 19:21).
9 Comenzando con Abel, muchos hombres de fe sacrificaron animales a Dios. De este modo demostraron que tenían conciencia del pecado y de la necesidad de la redención, además de fe en la liberación que él había prometido mediante “la descendencia” (Génesis 3:15; 4:1-4; Levítico 17:11; Hebreos 11:4). Jehová vio con favor tales sacrificios y concedió su aprobación a sus siervos. Sin embargo, dado que los animales son inferiores a los seres humanos, no podían cubrir realmente los pecados de estos; a lo sumo, eran una mera representación (Salmo 8:4-8). De ahí que la Biblia diga: “No es posible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados” (Hebreos 10:1-4). Dichas ofrendas eran simples imágenes, o símbolos, del auténtico rescate venidero.
“Rescate correspondiente”
10 “En Adán todos están muriendo”, dijo el apóstol Pablo (1 Corintios 15:22). Por lo tanto, el rescate tenía que implicar la muerte de alguien completamente igual al primer hombre: un ser humano perfecto (Romanos 5:14). Ninguna otra criatura equilibraría la balanza de la justicia, ya que solo un ser humano sin defecto alguno, que no se hallara bajo la sentencia de muerte adánica, sería capaz de ofrecer un “rescate correspondiente por todos”, un equivalente exacto de Adán (1 Timoteo 2:6). No sería necesario que un sinnúmero de millones de seres humanos se sacrificaran en correspondencia por cada descendiente de Adán. Pablo explicó: “Por medio de un solo hombre [Adán] el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado” (Romanos 5:12). Y “dado que la muerte es mediante un hombre”, Dios procuró lo necesario para la redención de la humanidad “mediante un hombre” (1 Corintios 15:21). ¿De qué manera?
11 Jehová dispuso que un hombre perfecto sacrificara voluntariamente su vida. Según Romanos 6:23, “el salario que el pecado paga es muerte”. Al sacrificar su vida, el redentor “gusta[ría] la muerte por todo hombre” o, lo que es lo mismo, pagaría el salario correspondiente al pecado de Adán (Hebreos 2:9; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:24). Este hecho tendría profundas repercusiones jurídicas. Al anular la pena de muerte que pesaba sobre la prole obediente de Adán, el rescate acabaría de raíz con el poder destructivo del pecado (Romanos 5:16).
12 Imaginémonos, a modo de ilustración, que vivimos en una ciudad cuyos residentes trabajan en su mayoría en una gran fábrica que ofrece buenos salarios y una vida cómoda. Pero todo cambia cuando la planta cierra sus puertas debido a que el administrador se volvió corrupto y la llevó a la bancarrota. Al encontrarnos de repente desempleados, ya no podemos pagar las facturas. Cónyuges, hijos y acreedores se ven afectados por la deshonestidad de un solo hombre. ¿Existe algún remedio? Sí. Un benefactor acaudalado decide tomar cartas en el asunto, ya que comprende el valor de la compañía y también se compadece del gran número de trabajadores y sus familias. Por consiguiente, adopta medidas para saldar la deuda de la empresa y reabrir la fábrica. La liquidación de esta única deuda supone un alivio para una gran cantidad de empleados y sus parientes inmediatos, así como para los acreedores. De igual modo, la cancelación de la deuda de Adán beneficia a muchísimos millones de personas.
¿Quién proporciona el rescate?
13 Solo Jehová podía proveer “el Cordero [...] que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Ahora bien, para rescatar a la humanidad, no mandó a un ángel cualquiera, sino a alguien capaz de dar la respuesta definitiva y concluyente a la acusación de Satanás contra los siervos del Altísimo. En efecto, hizo el sacrificio supremo de enviar a su Unigénito, “con quien él estuvo especialmente encariñado” (Proverbios 8:30). De buen grado, el Hijo de Dios “se despojó a sí mismo” de su naturaleza celestial (Filipenses 2:7). El Padre realizó la transferencia milagrosa de la vida y personalidad de su Primogénito celestial a la matriz de la virgen hebrea María (Lucas 1:27, 35). Aunque al nacer como hombre recibiría el nombre de Jesús, legalmente podría llamársele el segundo Adán, puesto que correspondía a él a la perfección (1 Corintios 15:45, 47). De este modo, sería apto para ofrecerse como sacrificio redentor en beneficio de la humanidad pecadora.
14 ¿A quién se pagaría el rescate? Salmo 49:7 especifica que “a Dios”. Pero ¿no fue él mismo quien lo dispuso? Así es, pero esto no lo convierte en un intercambio mecánico, una acción sin sentido comparable a pasar dinero de un bolsillo a otro. No debe entenderse como un trueque físico, sino como una transacción legal. Al disponer el pago del rescate, aunque suponía un gran costo para él, Jehová afirmó su adhesión inconmovible a su justicia perfecta (Génesis 22:7, 8, 11-13; Hebreos 11:17; Santiago 1:17).
15 En la primavera del año 33 E.C., Jesucristo se sometió por voluntad propia a una terrible serie de sucesos que culminaron con el pago del rescate. Permitió que lo detuvieran con cargos falsos, lo condenaran y lo clavaran a un madero de ejecución. Pero ¿era imprescindible que sufriera tanto? Sí, pues debía zanjarse la cuestión de la integridad de los siervos de Dios. Cabe señalar que el Todopoderoso no dejó que Herodes matara a Jesús en su infancia (Mateo 2:13-18). Pero siendo ya adulto, Cristo pudo enfrentarse a la furia de los ataques satánicos con plena comprensión de las cuestiones implicadas. Al permanecer “leal, sin engaño, incontaminado, [y] separado de los pecadores” pese al espantoso trato recibido, demostró de forma concluyente e impactante que Jehová cuenta con siervos que se mantienen fieles bajo prueba (Hebreos 7:26). No es de extrañar, por tanto, que justo antes de morir exclamara triunfalmente: “¡Se ha realizado!” (Juan 19:30).
Termina su obra redentora
16 Jesús aún tenía que finalizar su obra redentora. Al tercer día, Jehová lo levantó de entre los muertos (Hechos 3:15; 10:40). Con este acto trascendental no solo lo recompensó por su servicio fiel, sino que le concedió la oportunidad de consumar su obra redentora en calidad de Sumo Sacerdote del Altísimo (Romanos 1:4; 1 Corintios 15:3-8). El apóstol Pablo explica: “Cuando Cristo vino como sumo sacerdote [...], él entró —no, no con la sangre de machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre— una vez para siempre en el lugar santo, y obtuvo liberación eterna para nosotros. Porque Cristo entró, no en un lugar santo hecho de manos, el cual es copia de la realidad, sino en el cielo mismo, para comparecer ahora delante de la persona de Dios a favor de nosotros” (Hebreos 9:11, 12, 24).
17 Cristo no podía introducir su sangre literal en el cielo (1 Corintios 15:50). Más bien, llevó lo que esta simbolizaba, a saber, el valor legal de la vida humana perfecta que había sacrificado, y lo presentó formalmente ante la persona de Dios como rescate por la humanidad pecadora. ¿Aceptó Jehová dicha ofrenda? Sí, como resultó evidente en el día de Pentecostés del año 33 E.C., cuando se derramó el espíritu santo sobre unos ciento veinte discípulos reunidos en Jerusalén (Hechos 2:1-4). Aunque aquel suceso fue emocionante, la redención tan solo comenzaba a reportar maravillosos beneficios.
Beneficios del rescate
18 En su carta a los colosenses, Pablo explica que Dios tuvo a bien valerse de Cristo para reconciliar consigo todas las otras cosas haciendo la paz mediante la sangre que este derramó en el madero de tormento. El apóstol señala asimismo que esta reconciliación abarca a dos grupos de personas, a saber, “las cosas en los cielos” y “las cosas sobre la tierra” (Colosenses 1:19, 20; Efesios 1:10). El primero consta de 144.000 cristianos que reciben la esperanza de servir de sacerdotes en el cielo y reinar con Jesucristo sobre la Tierra (Revelación [Apocalipsis] 5:9, 10; 7:4; 14:1-3). Mediante ellos se aplicarán los beneficios del rescate a la humanidad obediente de forma gradual, durante un período de mil años (1 Corintios 15:24-26; Revelación 20:6; 21:3, 4).
19 “Las cosas sobre la tierra” son las personas que se encaminan a disfrutar de vida perfecta en una Tierra paradisíaca. Revelación 7:9-17 indica que son “una gran muchedumbre” que sobrevivirá a la venidera “gran tribulación”. Pero no tienen que esperar hasta entonces para sacar provecho de la redención. Ya “han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero”. Como demuestran fe en el rescate, reciben beneficios de esta amorosa disposición en la actualidad. Dios los ha declarado justos como amigos suyos (Santiago 2:23). Gracias al sacrificio de Jesús, pueden “acer[carse] con franqueza de expresión al trono de la bondad inmerecida” (Hebreos 4:14-16). Cuando cometen algún error, obtienen verdadero perdón (Efesios 1:7). Pese a ser imperfectos, disfrutan de una conciencia limpia (Hebreos 9:9; 10:22; 1 Pedro 3:21). Por consiguiente, su reconciliación con Jehová no es un suceso futuro, sino una realidad presente (2 Corintios 5:19, 20). Durante el Milenio, la totalidad de estos fieles irá siendo “libertada de la esclavitud a la corrupción” y finalmente “tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:21).
20 ¡“Gracias a Dios mediante Jesucristo” por el rescate! (Romanos 7:25.) Esta disposición divina en principio es simple, pero tiene tal profundidad, que nos llena de admiración (Romanos 11:33). Y cuando meditamos con gratitud sobre ella, el corazón se nos conmueve y nos acercamos aún más al Dios de justicia. Al igual que el salmista, tenemos sobradas razones para alabar a Jehová como “amador de justicia y derecho” (Salmo 33:5).
[Notas]
Adán y Eva no podrían beneficiarse de la redención. La Ley mosaica contenía este principio con referencia al homicidio voluntario: “No deben tomar rescate por el alma de un asesino que merece morir” (Números 35:31). Es patente que nuestros primeros padres merecían morir, pues habían desobedecido a Dios por voluntad propia y a sabiendas, con lo que habían renunciado a sus perspectivas de vivir eternamente.
A fin de contrapesar el pecado de Adán, Jesús no podía entregar su vida perfecta en la niñez, sino cuando fuera adulto. Recordemos que el primer hombre pecó voluntariamente, con plena conciencia de la gravedad del acto y sus consecuencias. Para ser “el último Adán” y cubrir dicho pecado, Cristo debía adoptar la decisión madura e informada de mantenerse íntegro a Jehová (1 Corintios 15:45, 47). Toda su vida fiel, incluida su muerte en sacrificio, constituyó “un solo acto de justificación” (Romanos 5:18, 19).
Preguntas para meditar
Números 3:39-51 ¿Por qué es esencial que el rescate constituya un equivalente exacto?
Salmo 49:7, 8 ¿Por qué estamos en deuda con Dios por haber proporcionado el rescate?
Isaías 43:25 ¿Cómo se deduce de este pasaje que la salvación del hombre no es la razón principal por la que Jehová dio el rescate?
1 Corintios 6:20 ¿Qué efecto debe tener el rescate en nuestra conducta y modo de vida?
[Preguntas del estudio]
 1, 2. ¿Cómo describe la Biblia la situación del hombre, y cuál es la única solución?
 3. a) ¿Cómo se hizo necesario el rescate? b) ¿Por qué no podía limitarse Jehová a conmutar la pena de muerte a los descendientes de Adán?
 4, 5. a) ¿Cómo calumnió Satanás a Dios, y por qué se vio este obligado a responder a sus desafíos? b) ¿Qué acusación lanzó el Diablo contra los siervos leales de Jehová?
 6. ¿Cuáles son algunas expresiones bíblicas que se refieren al medio por el que Dios salva a la humanidad?
 7, 8. a) ¿Qué significa el término rescate en las Escrituras? b) ¿En qué sentido implica el rescate la idea de equivalencia?
 9. ¿Por qué sacrificaron animales los hombres de fe, y cómo vio Jehová dichas ofrendas?
10. a) ¿A quién tenía que corresponder el redentor, y por qué? b) ¿Por qué hacía falta un único sacrificio humano?
11. a) ¿Cómo “gusta[ría] la muerte por todo hombre” el redentor? b) ¿Por qué no podrían beneficiarse del rescate Adán y Eva? (Véase la nota.)
12. Ilustre cómo puede beneficiar a muchas personas el pago de una sola deuda.
13, 14. a) ¿Cómo proveyó Jehová el rescate para la humanidad? b) ¿A quién se hizo el pago, y por qué fue necesario?
15. ¿Por qué era preciso que Jesús sufriera y muriese?
16, 17. a) ¿Cómo continuó Jesús su obra redentora? b) ¿Por qué tuvo que comparecer “delante de la persona de Dios a favor de nosotros”?
18, 19. a) ¿Qué dos grupos se benefician de la reconciliación en virtud de la sangre de Cristo? b) ¿Cuáles son algunos beneficios presentes y futuros que brinda el rescate a la “gran muchedumbre”?
20. ¿Qué efecto tiene en usted la meditación sobre el rescate?
[Ilustración de la página 140]
Un “rescate correspondiente por todos”

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