domingo, 2 de julio de 2017
Jesús ‘establece la justicia en la Tierra’
ERA patente que Jesús se hallaba enojado, y con buenas razones. Tal vez nos cueste trabajo imaginarlo en ese estado, dada su habitual apacibilidad (Mateo 21:5). Por supuesto, mantuvo un perfecto dominio de sí mismo, ya que sus sentimientos eran de justa indignación. Ahora, ¿qué irritaba tanto a aquel hombre pacífico? Una flagrante injusticia.
2 Jesús amaba el templo de Jerusalén, el único santuario del mundo dedicado a la adoración de su Padre celestial. Allí acudían adoradores judíos de muchos países, venidos de muy lejos, e incluso gentiles piadosos, que entraban al atrio reservado para ellos. Pues bien, en la primera etapa de su ministerio, Cristo penetró en el sagrado recinto y se topó con un espectáculo bochornoso: atestado de comerciantes y cambistas, aquello parecía más un mercado que un centro religioso. Pero ¿qué había de injusto en la situación? Que el templo divino no era para ellos más que un lugar de explotación e incluso robo. ¿De qué manera? (Juan 2:14.)
3 Los guías religiosos habían decretado la utilización exclusiva de cierto tipo de monedas para el pago del impuesto del templo, lo que obligaba al visitante a cambiar su dinero para adquirirlas. Los cambistas llegaron a instalar las mesas en el interior del santuario, donde cobraban comisión por las transacciones. Otro negocio muy lucrativo era la venta de animales. Aunque el forastero que deseaba ofrecer un sacrificio tenía la opción de comprarle la víctima a cualquier vendedor de la ciudad, los funcionarios del templo podían muy bien rechazarla por inadecuada. Pero si la obtenía en el recinto sagrado, la aceptación estaba garantizada. Como la gente se encontraba a su merced, los comerciantes cobraban a veces precios exorbitantes. Más que mercantilismo descarado, era un robo.
4 Jesús no podía tolerar tal injusticia porque se trataba de la casa de su Padre. Por consiguiente, se hizo un látigo de cuerdas y expulsó del templo a las reses y las ovejas. Luego se dirigió a los cambistas y les volcó las mesas. ¡Imagínese todas sus monedas esparciéndose por el pavimento de mármol! Además, ordenó con firmeza a los vendedores de palomas: “¡Quiten estas cosas de aquí!” (Juan 2:15, 16). Al parecer, nadie se atrevió a llevarle la contraria a un hombre tan valiente.
De tal palo, tal astilla
5 Los mercaderes, claro está, terminaron regresando. Unos tres años más tarde, Cristo se enfrentó a la misma injusticia, y entonces citó las palabras de condena que había dirigido Jehová a quienes convertían Su casa en “cueva de salteadores” (Mateo 21:13; Jeremías 7:11). En efecto, al ver la codiciosa explotación que sufría el pueblo y la profanación del templo divino, se sintió como su Padre celestial. Y no es de extrañar, en vista de que había recibido su instrucción por incontables millones de años y, por lo tanto, estaba imbuido de su sentido de la justicia. Se convirtió en vivo ejemplo del refrán: De tal palo, tal astilla. De ahí que el mejor modo de hacernos una idea clara de este atributo divino sea reflexionar sobre la vida de Jesús (Juan 14:9, 10).
6 El Unigénito estuvo presente cuando, sin justificación alguna, Satanás acusó a Jehová de ser mentiroso y cuestionó la rectitud de Su dominio. ¡Qué calumnias! También escuchó su posterior desafío de que nadie serviría a Dios por amor altruista. Aquellas falsas imputaciones sin duda afligieron al recto corazón del Hijo. Así pues, debió de emocionarse mucho al enterarse de que desempeñaría el papel más importante en la refutación de dichas mentiras (2 Corintios 1:20). ¿De qué manera lo haría?
7 Como vimos en el capítulo 14, Jesús aportó la respuesta definitiva a la acusación satánica que cuestionaba la integridad de las criaturas de Jehová. Por consiguiente, sentó la base para la vindicación final de la soberanía de Dios y la santificación de Su nombre. En su calidad de Agente Principal del Altísimo, implantará la justicia divina en todo el universo (Hechos 5:31). Durante toda su vida en la Tierra reflejó ese atributo del Creador, quien había dicho del Hijo: “Pondré mi espíritu sobre él, y aclarará a las naciones lo que es la justicia” (Mateo 12:18). ¿Cómo cumplió Cristo tales palabras?
Jesús aclara “lo que es la justicia”
8 Jesús amaba la Ley de Jehová y se regía por ella, mientras que los guías espirituales de su época la torcían y aplicaban mal. A ellos les dijo: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque [...] han desatendido los asuntos de más peso de la Ley, a saber: la justicia y la misericordia y la fidelidad” (Mateo 23:23). Ciertamente, aquellos maestros de la Ley no aclaraban “lo que es la justicia” de Dios, sino que más bien lo oscurecían. ¿En qué sentido? Veamos varios ejemplos.
9 Si bien es cierto que Jehová había dispuesto que su pueblo se mantuviera separado de las naciones paganas de su entorno, fueron algunos dirigentes religiosos fanáticos quienes inculcaron el desprecio hacia todo el que no fuera judío (1 Reyes 11:1, 2). De ahí que la Misná llegara a incluir esta ordenanza: “No ha de dejarse ganado en las posadas de los gentiles, porque son sospechosos de bestialidad”. Tales prejuicios contra todos los paganos eran injustos y muy opuestos al espíritu de la Ley mosaica (Levítico 19:34). Otros preceptos de origen humano denigraban a la mujer. Veamos algunos: la ley oral ordenaba que la esposa nunca caminara al lado de su marido, sino detrás. Al hombre se le advertía que no conversase con ninguna mujer en público, aunque fuera su cónyuge. Además, a las israelitas, al igual que a los esclavos, se les impedía dar testimonio en los tribunales. Por si fuera poco, los varones recitaban una plegaria en la que daban gracias a Dios por no haber nacido de sexo femenino.
10 Los caudillos religiosos sepultaron la Ley de Dios bajo un cúmulo de reglas y disposiciones instituidas por el hombre. Pongamos por caso la ley sabática. Lo único que prohibía era trabajar ese día, reservado para la adoración, la renovación del espíritu y el reposo. Sin embargo, los fariseos la convirtieron en una carga. Se creyeron en la obligación de definir el significado de la palabra trabajo, catalogando bajo tal designación un total de 39 actividades, como la cosecha o la caza. A su vez, estas categorías dieron pie a infinidad de preguntas sobre el sábado: ¿matar una pulga equivale a cazar?; ¿puede calificarse de siega arrancar grano de los campos para comerlo por el camino?; ¿curar a un enfermo es trabajar? Ante tales interrogantes, formularon prescripciones rígidas y detalladas.
11 En tal ambiente, ¿cómo ayudaría Jesús a la gente a comprender lo que es la justicia? Tanto en su vida como en su doctrina, se opuso con valor a los guías religiosos. Veamos primero algunas enseñanzas de Cristo, quien condenó sin rodeos sus múltiples reglas humanas, diciendo: “Invalidan la palabra de Dios por la tradición suya que ustedes transmitieron” (Marcos 7:13).
12 Jesús señaló enérgicamente que los fariseos estaban equivocados tocante al precepto sabático y que, de hecho, no habían comprendido su razón de ser. Explicó que, como Mesías, era “Señor del sábado” y, por tanto, tenía derecho a efectuar curaciones milagrosas ese día (Mateo 12:8). Y las hizo abiertamente, con lo que subrayó ese punto (Lucas 6:7-10). De este modo mostró por anticipado la restitución de la salud que llevará a cabo en la Tierra durante su Reinado de Mil Años. Ese período será el sábado por excelencia, en el que la humanidad fiel descansará por fin de siglos de trabajo sometida a las cargas del pecado y la muerte.
13 Jesús también aclaró lo que es la justicia al promulgar una nueva ley, “la ley del Cristo”, tras haber completado su ministerio en la Tierra (Gálatas 6:2). Esta, a diferencia del código mosaico, que la antecedió, no dependía tanto de normas escritas como de principios, aunque sí incluía órdenes directas. A una de ellas, Jesús la denominó “un nuevo mandamiento”, con el cual enseñó a sus discípulos a amarse mutuamente tal como él los había amado (Juan 13:34, 35). En efecto, el amor altruista sería el sello que identificaría a cuantos se rigieran por “la ley del Cristo”.
Ejemplo vivo de justicia
14 Jesús no se limitó a impartir enseñanzas sobre el amor. Como pudo verse en toda su trayectoria, vivió “la ley del Cristo”. Examinemos tres formas en las que aclaró con su ejemplo lo que es la justicia.
15 Primero, evitó concienzudamente toda injusticia. Tal vez hayamos notado que muchos abusos se cometen cuando las personas imperfectas se vuelven arrogantes y se extralimitan en el ejercicio de su autoridad. Pero Jesús no actuó nunca así. En cierta ocasión se le acercó un hombre y le pidió: “Maestro, di a mi hermano que divida conmigo la herencia”. ¿Cómo le respondió? “Hombre, ¿quién me nombró juez o repartidor sobre ustedes?” (Lucas 12:13, 14.) ¡Qué extraordinaria actitud! A pesar de que el intelecto, el juicio e incluso la autoridad que había recibido de Dios superaban a los de cualquier otro ser humano, Cristo se negó a intervenir en aquel asunto, ya que no estaba autorizado para ello. Siempre ha sido modesto en este particular, incluso durante los milenios que vivió antes de ser hombre (Judas 9). Dice mucho de él que se someta humildemente a la decisión de Jehová sobre lo que es recto.
16 Segundo, Jesús también procedió con justicia al predicar las buenas nuevas del Reino. Actuó sin prejuicios, procurando con empeño llegar a todo tipo de oyentes, ricos o pobres. Los fariseos, por el contrario, despreciaban a los más humildes, la gente común, y les aplicaban la fórmula despectiva ʽam-ha·ʼá·rets (“gente de la tierra”). Cristo tuvo el valor de corregir ese abuso. Cuando enseñaba las buenas nuevas o, en lo que a este particular se refiere, cuando alimentaba a las personas, las curaba, comía con ellas o hasta las resucitaba, respaldaba la justicia del Dios que desea llegar a “hombres de toda clase” (1 Timoteo 2:4).
17 Tercero, su sentido de la justicia era muy misericordioso. Jesús tendió la mano a los pecadores y ayudó con presteza a los indefensos (Mateo 9:11-13). Por ejemplo, en vez de promover la desconfianza hacia los gentiles, como hacían los líderes religiosos, ayudó e instruyó a algunos de ellos, pese a que su misión se centraba en el pueblo judío. Accedió a realizar una curación milagrosa a instancias de un oficial del ejército romano, y dijo: “No he hallado en Israel a nadie con tan grande fe” (Mateo 8:5-13).
18 De igual modo, Jesús no apoyó las ideas sobre la mujer que prevalecían en su época. Antes bien, tuvo la valentía de hacer lo que era equitativo. A diferencia de los israelitas, quienes consideraban que las samaritanas eran tan impuras como los gentiles, él no vaciló en predicar a una de ellas junto al pozo de Sicar. De hecho, fue la primera persona a la que se presentó claramente como el Mesías prometido (Juan 4:6, 25, 26). Mientras que los fariseos afirmaban que no debía enseñarse la ley de Dios a las mujeres, Cristo dedicó mucho tiempo y energías a instruirlas (Lucas 10:38-42). Y aunque la tradición indicaba que el testimonio femenino no era confiable, él dignificó a varias discípulas suyas con el privilegio de ser las primeras personas en verlo resucitado e incluso les indicó que fueran a informar de este importantísimo suceso a los discípulos varones (Mateo 28:1-10).
19 Ciertamente, Jesús aclaró a las naciones lo que es la justicia, y en muchos casos corrió por ello un gran riesgo. Su ejemplo nos permite ver que la defensa de la auténtica rectitud exige valor. ¡Con razón se le llamó “el León que es de la tribu de Judá”! (Revelación [Apocalipsis] 5:5.) Recordemos que este animal simboliza la justicia valerosa. En el futuro cercano, Cristo logrará que esta cualidad se exprese aún a mayor grado, implantando “la justicia en la tierra” en el sentido más pleno de la expresión (Isaías 42:4).
El Rey Mesiánico ‘establece la justicia en la Tierra’
20 Desde su coronación como Rey Mesiánico, en 1914, Jesús ha promovido la justicia en la Tierra. ¿De qué modo? Respaldando el cumplimiento de la profecía consignada en Mateo 24:14. Sus seguidores enseñan la verdad sobre el Reino de Jehová por todo el mundo. Al igual que él, predican con justicia e imparcialidad, y procuran dar a todos —jóvenes y ancianos, ricos y pobres, varones y mujeres— la oportunidad de conocer al Dios de la rectitud.
21 Jesús también promueve la justicia en la congregación cristiana, de la cual es el Cabeza. Como indicaron las profecías, suministra “dádivas en hombres”, ancianos fieles que supervisan a la congregación (Efesios 4:8-12). En imitación de Cristo, defienden la justicia cuando pastorean al valioso rebaño de Dios. Siempre recuerdan que Jesús desea que sus ovejas reciban un trato equitativo, sin importar su posición, prestigio ni nivel económico.
22 En el futuro cercano, Jesús establecerá el derecho en la Tierra como nunca antes. En la actualidad, reina la injusticia en este mundo corrupto. Cada muerte de un niño hambriento es un abuso inexcusable, sobre todo en vista de la enorme cantidad de tiempo y dinero que se dedica a fabricar armamento y satisfacer los caprichos de quienes buscan el placer a toda costa. En efecto, millones de seres mueren sin necesidad todos los años, lo que constituye solo una de tantas iniquidades que provocan la legítima indignación de Jehová. Por ello, él ha designado a su Hijo para entablar guerra justa contra este sistema malo y así eliminar definitivamente el desafuero (Revelación 16:14, 16; 19:11-15).
23 No obstante, la justicia de Jehová exige más que la destrucción de los malvados. Dios también ha nombrado a su Hijo para que gobierne como “Príncipe de Paz”. Tras la batalla de Armagedón, Jesús se valdrá de su reinado para implantar la paz en la Tierra, y gobernará “por medio del derecho” (Isaías 9:6, 7). Se deleitará en deshacer todas las iniquidades que tanto sufrimiento han causado en el mundo y será un fiel defensor de la perfecta justicia divina por toda la eternidad. Es imperioso, entonces, que procuremos imitar dicho atributo en nuestros días. Examinemos cómo.
[Notas]
Al manifestar justa ira, Jesús imitó a Jehová, quien está “dispuesto a la furia” contra la maldad (Nahúm 1:2). Por ejemplo, cuando Dios dijo a su pueblo rebelde que habían convertido Su casa en “cueva de salteadores”, agregó: “Mi cólera y mi furia se derraman sobre este lugar” (Jeremías 7:11, 20).
Según la Misná, años más tarde, el elevado precio de las tórtolas que se despachaban en el templo suscitó una protesta, la cual logró que se rebajara enseguida en un 99%. ¿A quiénes beneficiaba tan rentable negocio? Algunos historiadores apuntan la posibilidad de que los mercados del santuario fueran propiedad de la casa del sumo sacerdote Anás, lo que habría contribuido a la enorme riqueza de dicha familia sacerdotal (Juan 18:13).
Los fariseos sostenían que los más humildes, quienes no estaban versados en la Ley, eran “unos malditos” (Juan 7:49). Afirmaban que no había que instruirlos ni relacionarse con ellos en los negocios, las comidas ni las oraciones, y que el padre que permitía a su hija casarse con uno de ellos obraba peor que si la expusiese a las fieras. Consideraban que la gente común no tenía esperanza alguna de resucitar.
Preguntas para meditar
Salmo 45:1-7 ¿Por qué podemos confiar en que el Rey Mesiánico fomentará la justicia perfecta?
Mateo 12:19-21 De acuerdo con las profecías, ¿cómo trataría el Mesías a la gente humilde?
Mateo 18:21-35 ¿Cómo enseñó Jesús que la auténtica justicia es misericordiosa?
Marcos 5:25-34 ¿Cómo demostró Jesús que la justicia divina toma en cuenta las circunstancias de cada persona?
[Preguntas del estudio]
1, 2. ¿En qué ocasión se indignó Jesús, y por qué razón?
3, 4. ¿Qué codiciosa explotación tenía lugar en la casa de Jehová, y cómo intervino Jesús para corregir el abuso?
5-7. a) ¿Cómo influyó en el sentido de la justicia de Jesús su existencia prehumana, y qué aprendemos al estudiar su ejemplo? b) ¿Cómo ha combatido Cristo las injusticias relativas a la soberanía y el nombre de Jehová?
8-10. a) ¿Cómo fomentaban las tradiciones orales de los caudillos religiosos judíos el desprecio hacia los paganos y las mujeres? b) ¿De qué manera se convirtió en una carga el precepto sabático de Jehová a consecuencia de las leyes orales?
11, 12. ¿Cómo expresó Jesús su rechazo a las tradiciones antibíblicas de los fariseos?
13. ¿Qué ley llegó a existir gracias al ministerio terrestre de Cristo, y cómo difería de su antecesora?
14, 15. ¿Cómo indicó Jesús que reconocía los límites de su autoridad, y por qué nos tranquiliza este hecho?
16, 17. a) ¿Cómo procedió Jesús con equidad al predicar las buenas nuevas del Reino de Dios? b) ¿Cómo demostró que su sentido de la rectitud era misericordioso?
18, 19. a) ¿De qué maneras defendió Jesús la dignidad de la mujer? b) ¿Cómo destaca su ejemplo la relación entre valor y justicia?
20, 21. En nuestro tiempo, ¿cómo promueve el Rey Mesiánico la justicia por todo el mundo y dentro de la congregación cristiana?
22. ¿Cómo se siente Jehová ante las injusticias que reinan en el mundo actual, y para qué ha designado a su Hijo?
23. ¿Cómo promoverá Cristo la justicia por toda la eternidad después de Armagedón?
[Ilustración de la página 150]
“¡Quiten estas cosas de aquí!”
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario