domingo, 2 de julio de 2017
“¿Hay injusticia con Dios?”
UNA viuda anciana cae víctima de una estafa y pierde los ahorros de toda la vida. Un niño indefenso es abandonado por su despiadada madre. Un hombre va a la cárcel por un delito que no cometió. ¿Cómo reaccionamos ante situaciones como estas? Seguramente nos perturbamos, y es comprensible, ya que los seres humanos poseemos un intenso sentido del bien y del mal. Nos indigna que se cometan injusticias, y queremos que las víctimas obtengan compensación y los delincuentes paguen sus culpas. Cuando no sucede así, quizá nos preguntemos: “Pero ¿no ve Dios lo que ocurre? ¿Por qué no actúa?”.
2 En el transcurso de la historia ha habido siervos fieles de Jehová que se han planteado preguntas parecidas. Por ejemplo, Habacuc dijo en una oración a Dios: “¿Por qué me haces ver tantas injusticias y tú aceptas el espectáculo de la opresión? Ante mí no hay más que robos y violencia, por todas partes hay querellas y discordias” (Habacuc 1:3, Martín Nieto, 1992). El Todopoderoso no censuró al profeta por preguntar con tanta franqueza, pues fue Él mismo quien grabó en el hombre el concepto de la rectitud. En efecto, nos ha dotado con un sentido de la justicia, si bien muchísimo menos profundo que el suyo.
Jehová odia la injusticia
3 Dios no es ajeno a la injusticia, dado que contempla cuanto ocurre. Con respecto a la época de Noé, dice la Biblia: “Jehová vio que la maldad del hombre abundaba en la tierra, y que toda inclinación de los pensamientos del corazón de este era solamente mala todo el tiempo” (Génesis 6:5). Analicemos las implicaciones del versículo. Nuestras ideas sobre la injusticia suelen fundarse en unos pocos incidentes que hemos vivido o nos han contado. Pero el Altísimo tiene conciencia de ella como fenómeno mundial, y la ve en su totalidad. Lo que es más, percibe las inclinaciones del corazón, el modo de pensar corrupto que subyace tras el desafuero (Jeremías 17:10).
4 Ahora bien, Jehová no se limita a observar la injusticia, sino que se preocupa por las víctimas. Cuando su pueblo padeció el trato cruel de naciones enemigas, se sintió angustiado “por el gemido de ellos a causa de sus opresores y de los que los trataban a empujones” (Jueces 2:18). Tal vez nos hayamos fijado en que hay personas que cuantas más injusticias ven, más insensibles se vuelven ante ellas. Pero no ocurre igual con Dios. Aunque lleva seis mil años presenciándolas, en todas sus modalidades, no ha dejado de aborrecerlas. Más bien, como nos asegura la Biblia, detesta cosas tales como “una lengua falsa”, “manos que derraman sangre inocente” y “un testigo falso que lanza mentiras” (Proverbios 6:16-19).
5 Pensemos, también, en las fuertes críticas que Dios dirigió a los desaforados caudillos de Israel. Inspiró al profeta a preguntarles: “¿No es negocio de ustedes el conocer la justicia?”. Luego describió con viveza el abuso de poder de aquellos corruptos y predijo las consecuencias que afrontarían: “Clamarán a Jehová por socorro, pero él no les responderá. Y él ocultará de ellos su rostro en aquel tiempo, según como cometieron maldad en sus tratos” (Miqueas 3:1-4). ¡Qué aversión le causa la injusticia! Y es lógico, pues la ha sufrido directamente. Ha soportado por milenios los desafíos sin razón de Satanás (Proverbios 27:11). Además, se vio afectado por la mayor atrocidad de todas: la ejecución, como si fuera un delincuente, de su Hijo, quien “no cometió pecado” (1 Pedro 2:22; Isaías 53:9). Está claro que no es ajeno ni indiferente al sufrimiento de las víctimas de la injusticia.
6 Con todo, cuando vemos injusticias o somos víctimas de ellas, es muy natural que se produzca en nosotros una intensa reacción. Estamos hechos a la imagen de Dios, y la falta de equidad se halla diametralmente opuesta a todo lo que él defiende (Génesis 1:27). Entonces, ¿por qué la permite?
La cuestión de la soberanía de Dios
7 La respuesta a esta pregunta está vinculada a la cuestión de la soberanía. Como hemos visto, el Creador tiene el derecho a gobernar la Tierra y a sus moradores (Salmo 24:1; Revelación [Apocalipsis] 4:11). No obstante, en los albores de la historia se desafió su soberanía. ¿Cómo? Adán, el primer hombre, había recibido órdenes divinas de no comer de cierto árbol del jardín paradisíaco donde vivía. ¿Qué le sucedería en caso de desobedecer? “Positivamente morirás”, le advirtió el Altísimo (Génesis 2:17). Aquel mandato no suponía ninguna privación para él ni para su esposa, Eva. Sin embargo, Satanás convenció a la mujer de que Jehová era demasiado restrictivo. ¿Qué le ocurriría si llegaba a comer del árbol? El Diablo le dijo de manera terminante: “Positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo” (Génesis 3:1-5).
8 Con estas afirmaciones, Satanás daba a entender que Jehová había ocultado a Eva datos de suma importancia para ella, y que de hecho le había mentido. El Diablo tuvo cuidado y no cuestionó que la soberanía de Dios fuera real, sino que fuera legítima, justa y merecida. Es decir, sostuvo que no la ejercía con equidad ni buscando los mejores intereses de sus súbditos.
9 Más tarde, Adán y Eva desobedecieron a su Hacedor al comer del árbol prohibido, lo que los hizo merecedores de la pena de muerte, tal y como él había decretado. La mentira del Diablo suscitó preguntas trascendentales: ¿de verdad tiene Jehová el derecho de regir al hombre, o debería este gobernarse por sí mismo?, ¿ejerce Dios su soberanía del mejor modo posible? Al ser todopoderoso, pudo haber destruido en el acto a los rebeldes. Pero aquellas cuestiones no aludían a su poder, sino a su gobierno. Por lo tanto, la eliminación de Adán, Eva y Satanás no demostraría la justicia de dicho gobierno, sino que, por el contrario, la pondría aún más en duda. El único modo de determinar si los seres humanos eran capaces de gobernarse bien por sí mismos, con independencia del Creador, era permitir el paso del tiempo.
10 ¿Qué ha revelado la historia? A lo largo de milenios, la humanidad ha probado múltiples tipos de gobierno, como la autocracia, la democracia, el socialismo y el comunismo. Todos ellos quedan abarcados en esta franca afirmación de las Escrituras: “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9). Con razón dijo el profeta Jeremías: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23).
11 Desde el principio, Jehová era consciente de que la independencia, o autogobierno, del hombre acarrearía muchos sufrimientos. ¿Fue injusto, por lo tanto, al dejar que siguiera su curso lo inevitable? De ninguna manera. Para ilustrarlo, supongamos que un niño debe operarse para superar una enfermedad potencialmente mortal. El padre tiene conciencia de que la intervención ocasionará algunos sufrimientos a su hijo. Sin embargo, aunque este hecho lo aflige, comprende que así gozará de mejor salud cuando crezca. De igual modo, Dios sabía, e incluso lo profetizó, que tolerar el gobierno humano conllevaría dolores y sufrimientos (Génesis 3:16-19). Pero también sabía que la única solución duradera y significativa implicaba permitir que toda la humanidad viera los malos frutos de la rebelión. De esta forma se zanjaría la cuestión definitivamente, por toda la eternidad.
La cuestión de la integridad del hombre
12 En este asunto entra en juego otro aspecto. Al cuestionar la legitimidad y justicia del gobierno divino, las calumnias de Satanás no solo apuntaron a la soberanía del Eterno, sino también a la integridad de Sus siervos. Observemos, por ejemplo, lo que dijo a Jehová acerca del justo Job: “¿No has puesto tú mismo un seto protector alrededor de él y alrededor de su casa y alrededor de todo lo que tiene en todo el derredor? La obra de sus manos has bendecido, y su ganado mismo se ha extendido en la tierra. Pero, para variar, sírvete alargar la mano, y toca todo lo que tiene, y ve si no te maldice en tu misma cara” (Job 1:10, 11).
13 Satanás alegó que Jehová se valía de su poder protector para comprar la devoción de Job. Con ello insinuó que su integridad era pura farsa, que adoraba al Altísimo solo por las ventajas que comportaba. Afirmó que hasta aquel fiel llegaría a maldecir al Creador si se le retiraba la bendición divina. El Diablo sabía que Job se destacaba por ser “un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. Así que, si conseguía quebrantar su integridad, ¿qué no haría con el resto de las personas? Por lo tanto, vino a poner en tela de juicio la lealtad de todo el que desea servir a Dios. De hecho, amplió la cuestión cuando le dijo a Jehová: “Todo lo que el hombre [no solo Job] tiene lo dará en el interés de su alma” (Job 1:8; 2:4).
14 La historia muestra que muchas personas han actuado como Job, pues han permanecido leales a Jehová pese a las pruebas, contradiciendo así la alegación diabólica. Con su fidelidad alegran a Dios y le brindan una respuesta al desafío jactancioso de Satanás, a saber, que el ser humano dejaría de servir al Creador si sufría penalidades (Hebreos 11:4-38). En efecto, los justos se niegan a volverle la espalda a Jehová. Aunque los desconcierten las situaciones más angustiosas, confían aún más en que él les concederá fuerzas para soportarlas (2 Corintios 4:7-10).
15 Pero el ejercicio de la justicia de Jehová conlleva más que las cuestiones de la soberanía y la integridad del hombre. La Biblia nos brinda un conjunto de relatos sobre los juicios que hizo a personas y aun a naciones, así como profecías sobre los que hará en el futuro. ¿Qué razón tenemos para confiar en que tales juicios han sido y serán justos?
Por qué es superior la justicia divina
16 Refiriéndonos a Jehová, decimos con razón que “todos sus caminos son justicia” (Deuteronomio 32:4). Ningún ser humano puede hacer esta afirmación sobre sí mismo, pues nuestra perspectiva es limitada, lo que suele nublarnos la percepción de lo correcto. Pongamos por caso a Abrahán, quien arguyó con el Altísimo acerca de la destrucción de Sodoma, aun siendo esta un nido de maldad. Le preguntó: “¿Verdaderamente barrerás al justo con el inicuo?” (Génesis 18:23-33). Claro, la respuesta era que no. De hecho, él no “hizo llover azufre y fuego” sobre Sodoma sino hasta que el justo Lot y sus hijas llegaron a salvo a la ciudad de Zóar (Génesis 19:22-24). En cambio Jonás, cuando Dios mostró misericordia a los ninivitas, llegó a estar “enardecido de cólera”. El profeta había anunciado su exterminio, así que le hubiera satisfecho verlo, sin importarle que se hubiesen arrepentido de corazón (Jonás 3:10–4:1).
17 Jehová confirmó a Abrahán que su ejercicio de la justicia no solo implica aniquilar a los malvados, sino también salvar a los justos. Por otro lado, Jonás tuvo que aprender que Dios es misericordioso. Si el malvado abandona sus caminos, él está “listo para perdonar[lo]” (Salmo 86:5). A diferencia de algunas personas inseguras, no impone castigos como mera demostración de poder ni se retrae de ser compasivo por miedo a parecer débil. Su criterio es mostrar misericordia siempre que haya base para ello (Isaías 55:7; Ezequiel 18:23).
18 Ahora bien, a Jehová no lo ciegan los sentimientos. Cuando su pueblo se entregó a la idolatría, declaró con firmeza: “Te juzgaré según tus caminos y traeré sobre ti todas tus cosas detestables. Y mi ojo no se sentirá apenado por ti, y ciertamente tampoco sentiré compasión, porque sobre ti traeré tus propios caminos” (Ezequiel 7:3, 4). Así pues, si los seres humanos se vuelven pecadores empedernidos, los juzga en consonancia con ello. Además, siempre se basa en pruebas sólidas. Por ejemplo, cuando oyó un fuerte “clamor de queja” sobre Sodoma y Gomorra, dijo: “Estoy completamente resuelto a bajar para ver si obran del todo conforme al clamor que acerca de ello ha llegado a mí” (Génesis 18:20, 21). ¡Qué agradecidos estamos de que el Creador no sea como tantas personas que se precipitan a sacar conclusiones sin haber escuchado la totalidad de los hechos! Como bien dice la Biblia, él es un “Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia” (Deuteronomio 32:4).
Confiemos en la justicia de Jehová
19 Las Escrituras no contestan todas las preguntas sobre las acciones de Jehová en el pasado ni refieren con pormenores cómo juzgará en el futuro a determinadas personas y colectividades. Si nos desconcierta alguna narración o profecía bíblica que no aporta dichos detalles, imitemos la lealtad del profeta Miqueas, quien escribió: “Mostraré una actitud de espera por el Dios de mi salvación” (Miqueas 7:7).
20 Podemos confiar en que Jehová siempre actuará con rectitud. Aunque el hombre pase por alto las injusticias, él promete: “Mía es la venganza; yo pagaré” (Romanos 12:19). Si demostramos una actitud de espera, nos haremos eco de la firme convicción del apóstol Pablo: “¿Hay injusticia con Dios? ¡Jamás llegue a ser eso así!” (Romanos 9:14).
21 Entretanto, vivimos en “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1). Las injusticias y “los actos de opresión” han supuesto muchas atrocidades (Eclesiastés 4:1). Pero Jehová no ha cambiado. Sigue odiando la falta de equidad y se preocupa mucho por sus víctimas. Si nos mantenemos leales a él y a su soberanía, nos dará las fuerzas que precisamos para aguantar hasta que llegue el día que ha fijado para corregir todas las injusticias mediante su Reino (1 Pedro 5:6, 7).
[Nota]
Jehová había dicho de Job: “No hay ninguno como él en la tierra” (Job 1:8). Es probable, por tanto, que viviera poco después de la muerte de José y antes de la designación de Moisés como caudillo de Israel. Esto explicaría la afirmación de que en aquel entonces no había nadie tan íntegro como Job.
Preguntas para meditar
Deuteronomio 10:17-19 ¿Qué seguridad tenemos de que Jehová actúa siempre con imparcialidad?
Job 34:1-12 Al vernos ante las injusticias, ¿cómo fortalecen nuestra confianza en la justicia divina las palabras de Elihú?
Salmo 1:1-6 ¿Por qué es tranquilizador saber que Jehová evalúa con cuidado tanto las acciones del justo como las del malvado?
Malaquías 2:13-16 ¿Qué le parecieron a Jehová las injusticias que sufrieron las mujeres cuyos maridos se divorciaron de ellas sin razones válidas?
[Preguntas del estudio]
1. ¿Cómo pudieran afectarnos las injusticias?
2. ¿Cómo reaccionó Habacuc ante las injusticias, y por qué no lo censuró Jehová?
3. ¿Por qué puede decirse que Jehová tiene mayor conciencia de la injusticia que nosotros?
4, 5. a) ¿Cómo indica la Biblia que Jehová se preocupa por quienes reciben trato injusto? b) ¿Cómo se ha visto afectado Jehová por la injusticia?
6. ¿Cómo pudiéramos reaccionar ante la injusticia, y por qué?
7. Explique cómo se desafió la soberanía de Jehová.
8. a) ¿Qué dio a entender Satanás con lo que dijo a Eva? b) ¿Qué aspectos de la soberanía de Dios cuestionó el Diablo?
9. a) ¿Qué consecuencias sufrieron Adán y Eva al desobedecer, y qué preguntas trascendentales se suscitaron? b) ¿Por qué no destruyó Jehová a los rebeldes?
10. ¿Qué revela la historia tocante al gobierno del hombre?
11. ¿Por qué permitió Jehová que el género humano se viera aquejado por el sufrimiento?
12. Como ilustra la experiencia de Job, ¿qué acusación lanzó Satanás contra los seres humanos?
13. ¿Qué dio a entender Satanás con las acusaciones contra Job, y cómo estamos implicados en ellas todos los seres humanos?
14. ¿Qué demuestra la historia tocante a la acusación que lanzó Satanás contra los seres humanos?
15. ¿Qué pregunta pudiera surgir sobre los juicios divinos del pasado y del futuro?
16, 17. ¿Qué ejemplos revelan que el ser humano tiene una perspectiva limitada de la verdadera justicia?
18. Muestre con la Biblia que Jehová no actúa guiándose tan solo por los sentimientos.
19. ¿Qué podemos hacer si nos surgen preguntas desconcertantes sobre el ejercicio de la justicia de Jehová?
20, 21. ¿Por qué podemos estar seguros de que Jehová siempre actuará con rectitud?
[Ilustración de la página 122]
Jehová nunca “[barrerá] al justo con el inicuo”
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